"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

domingo, 26 de octubre de 2014

Néstor Mux, Un poeta invita a otro poeta a su mesa


MUX

Por Hermeto González *


     Un poeta invita a otro poeta a su mesa de aprendices. Mux acude, se sienta y escucha: para comenzar Graciela lee resonancias de su obra, le devuelve emociones de las que fue causante.  Él se conmueve y agradece, porque sabe que muchos años ha escrito para recibir algo así; sólo que las señales a veces llegan a destiempo. Hoy  llegaron.

     Otras señales de que su obra ha recorrido esta mesa se escuchan. Pallaoro, el anfitrión, las alienta. También convoca a Mux a convidar de su obra viva, esa de interesantes anécdotas.

     Mux acepta. Habla de sus inicios en la escritura, de sus recorridos con otros, compañeros, maestros, amores. De sus momentos de escritura y sus silencios. Confía a los presentes versos e ideas actuales. Relata un sueño: Está en una mesa, a la que se acercan amigos ya muertos. Sorprendido indaga qué es lo que hacen ahí, si están muertos. Eso es lo de menos, contestan.

     Sus historias se componen de hechos cotidianos –como un sueño–  vivencias que podrían ser simple transcurrir, a la vez que se refieren a nosotros, apelan a nuestra humanidad. De igual forma sucede con su poesía: “las cosas que nos rodean”, los seres tangibles, los pies en la tierra, al mismo tiempo que las palabras trascienden lo concreto.

     Las historias continúan. Nos hablan de los espacios que habitamos, a quiénes encontramos, con quiénes nos perdemos, nuestras elecciones, el lugar en el mundo de los poetas, el lugar de cada uno.

     Si no fuese por la ansiedad, los cigarrillos, que indaga el reloj a cada rato, ni sabríamos qué hora es. Como no sabemos qué pasa afuera, si habrá refrescado, si todo eso sigue allí, si podremos volver al mundo, cómo nos encontraremos, cómo nos encontrarán. Eso es lo de menos, escucho otra vez. Claro, a esta altura qué importa la condición, si lo esencial es el encuentro.


Octubre, 2014.-

* Integrante Taller Mundo despierto
  
Foto: Mercedes Do Eyo.

Acerca de:


El encuentro con Néstor Mux se concretó el jueves 9 de octubre de 2014 en Mundo despierto, el taller de lectura y escritura creativa coordinado por José María Pallaoro en el Espacio-Encuentro La Poesía. Entre las 18hs. hasta cerca de la medianoche dialogaron con el poeta los integrantes del taller: Laura Ceniceros, Carolina Cortazzo, Graciela Abal, Hermeto González, Mercedes Do Eyo y Justine Bevilacqua.

viernes, 24 de octubre de 2014

Néstor Mux, Las cosas del afuera se quedaron en la puerta del parque


DANZAS CIRCULARES

Por Graciela Abal *

     La tarde comenzó cuando llegamos. Las cosas del afuera se quedaron en la puerta del parque junto a Basho, el gran perro de nuestro anfitrión. Mux, sentado en el extremo este de la mesa, parecía formar parte del espacio hasta hoy ocupado sólo por nosotros. Nosotros que todos los jueves nos damos el espacio de encuentro entre letras y palabras dibujadas en papel.

     La charla con Mux pareció empezar mucho antes, tan antes como cuando llegaron a nuestras manos las Disculpas del irascible, así que no fue difícil  acercarnos al hombre real, al escritor que ahora estaba junto a nosotros compartiendo sus poemas. Me tocó a mí comenzar con un relato que trataba cuestiones de su poesía. Leía y sentía que las palabras palpitaban en mi voz. (Uno nunca deja de conmoverse cuando los compañeros escuchan, pensé mientras leía). El silencio atravesaba el aire alrededor y parecía susurrar en mis orejas. Un silencio creativo, confiado, sosegado.

     Las palabras se precipitaron  y circularon, primero lenta y luego voraginosamente, las preguntas  se expandieron como chispas alrededor de las palabras de Mux. Se encendió el relato que ahora yo no estaba leyendo sino construyendo con los otros. El aire se distendió y se llenó de imágenes. Click...y si la poesía encuentra su lugar en el mundo hoy.....y si las diatribas de los celulares y si  la sociedad de consumo...Click… ¿y qué simboliza la lluvia en tu poesía? Click. Click. Click.

     Abrumadoramente se juntaron las sensaciones con los pensamientos y en un ambiente tan diverso como dialógico fluyeron las risas, las palabras danzarinas, los lectores, los autores. La poesía, que ahora leían otros, se dejaba caer de los  libros de la extensa biblioteca de Pallaoro. Se arremolinaron el aire, las agudas graves y esdrújulas, mientras Bayley, Castillo y Mux, sentados a la mesa, compartían el delicioso néctar de frutas que el anfitrión había acercado a la mesa.

     La tarde se extendió hasta la noche y entre estrellas y botellas olvidadas sobre el piso, se escucharon melodías flotantes, entrecuerdas junto a la dulce voz de Justine. Mi tiempo se terminó ahí, justamente cuando entre inquietudes y devaneos, lo más sigilosa posible, emprendí la retirada mientras  todavía se escuchaba el Click, click, click …


* Integrante del taller Mundo despierto.
Foto: Mercedes Do Eyo.

Acerca de:

El encuentro con Néstor Mux se concretó el jueves 9 de octubre de 2014 en Mundo despierto, el taller de lectura y escritura creativa coordinado por José María Pallaoro en el Espacio-Encuentro La Poesía. Entre las 18hs. hasta cerca de la medianoche dialogaron con el poeta los integrantes del taller: Laura Ceniceros, Carolina Cortazzo, Graciela Abal, Hermeto González, Mercedes Do Eyo y Justine Bevilacqua.

Néstor Mux, acerca de Disculpas del irascible


Por Graciela Abal *

     ¿Por qué un escritor deja de escribir? ¿Por qué un poeta  vuelve, casi por azar, a hacerlo? Estas son algunas preguntas que, inevitablemente, el lector piensa cuando recorre las páginas de Disculpas del irascible. En esta antología, breve, planteada inteligentemente por Libros de la Talita Dorada, Mux elige, selecciona y ordena su mundo como serpentina alrededor de la vida, y así nos permite a lectores ansiosos fotografiar sus textos como instantáneas. Es justamente ahí donde vemos al hombre y su circunstancia entrelazando  poesías cotidianas con un mundo de relaciones cercanas y profundas que va construyendo con palabras simples y claras. 
     Su relación con la palabra escrita, esa que parece abandonarlo o abandonarse a un desierto de fonemas sin grafías por alrededor de veinte años, merece que nos detengamos para que surjan otras preguntas. 
     ¿Qué pasa con el poeta en ese antes y después que parece marcar la selección que hoy tenemos en nuestras manos? ¿Por qué el editor resuelve hilvanar algunos textos y dejarnos con ausencias sin explicación?
     Desde ese “pájaro desdichado y luminoso”  que define la poesía en “Imposibilidad de la palabra” (Como quiera que sea, 1978) hasta esa “música imprecisa” que le otorga al autor un aire recobrado y lo hace respirar otra vez en Papeles a consideración, 2004. Se suceden muchas cosas, un largo recorrido de casi treinta años donde hechos, palabras, ausencias se mecen en un aire cremoso que nos deja cautivos.
     Los textos anticipan, traslucen la complejidad y la posibilidad del ser ante la circunstancia, las elecciones, las diatribas, los dilemas.
     Por suerte, el poeta comparte generosamente su derrotero sensible con nosotros, haciéndonos parte de su cotidiano y mostrándonos que la vida puede ser, muchas veces, un sinnúmero de eternidades, aproximaciones y aciertos como lo dice en el poema “Aprendizaje” (1978)  o bien, un ladrido agónico, atado, sin convicción como lo expresa tan desgarradamente en “Perros atados”, 1982.
“Un cielo negro como el sol de los muertos…”
     Ya en 1986, las cosas parecen dejarse ver de otra manera, En Cosas que nos rodean, Mux recupera la mirada en el aquí y ahora: lo que vemos, lo que tocamos y está casi al tocar nuestras manos: la lámpara, la cama, el cuchillo, objetos que usa  para enhebrar el presente con el pasado, y decirnos que lo que vemos es parte de un entramado grueso, pesado algunas veces pero siempre con historia. Un telar que se construye lentamente a través del tiempo dejando percibir su fragilidad y su modo discontinuo, precipitado a veces, cadencioso otras, y señala, anticipa, juega con su tiempo y con el tiempo natural, el que se percibe si observamos, si nos detenemos a cruzarlos  “… los tiempos del jazmín, se toman su tiempo”. (“El jazmín de la pérgola”).
     El tiempo, entonces, se subjetiviza. Y tanto ayer como cuarenta años después de este hoy, Mux nos ofrece una serie de poesías nuevas, imprevistas, musicales, intensas: Papeles a  consideración (2004), como si todavía no creyera que ese aire inexplicable que faltaba llegó  hoy, ahora, en este momento, después de tanto, sin quererlo como una forma de enseñarle y enseñarnos que
“(…) Y por un rato, sólo por un rato
aquí se está bien con uno
y con el pobre Chopin, un siglo y medio después.” 


* Integrante del taller Mundo despierto.

Acerca de:

Disculpas del irascible, Libros de la talita dorada, 2009.

sábado, 11 de octubre de 2014

En taller, con Néstor Mux


En taller, con Néstor Mux


El jueves 9 de octubre, con un invitado de lujo: Néstor Mux.


     Desde las 18:30 hasta las 23 largas, un extenso diálogo con el poeta platense que no fumó en todo ese tiempo.



     Luego de las formalidades del taller, hubo picadita, líquidos bendecidos, risas, guitarreada...


Ricardo Piglia, Dos frentes tajantes




"Cuando los escritores de mi generación empezamos a publicar, a principios de los 60, la literatura argentina parecía estar dividida en dos frentes tajantes y uno debía elegir: Roberto Arlt o Borges. Pero nuestra generación intentó unirlos; se propuso preguntarse qué pasa si uno cruza a Arlt con Borges. Y más bien incorporamos a los dos, como si fueran parientes propios, hermanos de madres distintas".


"Un escritor siempre se construye un ritual, aunque ese ritual sea abierto y completamente contingente; en mi caso, es importante tener cierta concentración y cierta rutina. Igualmente, valoro cualquier forma de distracción productiva, porque luego uno encuentra que esas cosas actúan en la literatura de una manera particular."



Ricardo Piglia (Adrogué, provincia de Buenos Aires; 24 de noviembre de 1941).-




Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

viernes, 10 de octubre de 2014

Abelardo Castillo, Por el sendero venía avanzando el viejecillo…



          Puedo decir que asistí a un solo taller literario en mi vida y que duró alrededor de cinco minutos. Yo tenía 16 o 17 años, había escrito un cuento muy largo llamado "El último poeta" y consideraba que era, naturalmente, extraordinario. Se lo fui a leer, una tarde, a un viejo profesor sin cátedra que vivía en las barrancas de San Pedro, un hombre muy extraño. Bosio Arnaes se llamaba. Leía una cantidad de idiomas. Recuerdo que tenía un búho, papagayos, un enorme mapamundi en su mesa. Él mismo se parecía a un búho, pájaro, dicho sea de paso, que fue el de la sabiduría entre los griegos. La penúltima vez que lo vi, el viejo estaba casi ciego, pero se había puesto a aprender ruso para leer a Dostoievski en su idioma original. Eso la penúltima vez. La última, estaba leyendo a Dostoievski, en ruso, con una lupa del tamaño de una ensaladera. Era un hombre misterioso y excepcional. En San Pedro se decía que era el verdadero autor del libro sobre los isleros que escribió Ernesto L. Castro y del que se hizo la famosa película. La novela original era una novela vastísima de la que, se decía, Castro tomó el tema de Los isleros. No importa si esto es cierto; era una de esas historias míticas que ruedan y crecen en los pueblos.


          De modo que fui a la casa de la barranca y comencé a leer mi cuento, que empezaba exactamente con estas palabras: "Por el sendero venía avanzando el viejecillo…" y ahí terminó todo.


          Bosio Arnaes me interrumpió y me preguntó: ¿Por qué "sendero" y no "camino"?, ¿por qué "avanzando" y no "caminando"?, en el caso de que dejáramos la palabra sendero, ¿por qué "el" viejecillo y no "un" viejecillo?, ya que aún no conocíamos al personaje; ¿por qué "viejecillo" y no "viejecito", "viejito", "anciano" o simplemente "viejo"? Y sobre todo: ¿por qué no había escrito sencillamente que el viejecillo venía avanzando por el sendero, que es el orden lógico de la frase? Yo tenía 17 años, una altanería acorde con mi edad y ni la más mínima respuesta para ninguna de esas preguntas. Lo único que atiné a decir, fue: "Bueno, señor, porque ése es mi estilo".


          Bosio Arnaes, mirándome como un lechuzón, me respondió:

          –Antes de tener estilo, hay que aprender a escribir.




Abelardo Castillo, en "Ser escritor", 1997.-



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

jueves, 9 de octubre de 2014

Edgar Bayley, Uno está solo










          “No voy a aducir, para descargar responsabilidades, que he procurado adoptar un punto de vista poético, tanto para vivir como para manejar las palabras, y que de ese intento o propósito se deriva el modo como he vivido y escrito. Me parece más adecuado destacar otra circunstancia: en el momento en que se escribe poesía –coincida o no ese momento con el de la experiencia poética– uno está solo”.


Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919 – 12 de agosto de1990).
En “Antología personal”, Centro Editor de América Latina, 1983.
Imagen: Dedicatoria de Edgar Bayley a José María Pallaoro.-



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

martes, 7 de octubre de 2014

Joaquín Giannuzzi, Toda literatura siempre es hija de otra literatura

“Toda literatura siempre es hija de otra literatura, salvo la primera, que no se sabe quién la hizo. No creo haber perdido la influencia de los autores que me han marcado. Después, lo que pasó es que mis lecturas aumentaron tanto que ya se vuelve más difícil encontrar las pistas. Siempre he seguido, me parece, los faros de la época. En mis primeros años de lector adulto, fueron Rilke, Molinari, González Tuñón, Lorca, Neruda, Vallejo; y, más tarde, los grandes poetas norteamericanos. Creo que he hecho el mismo itinerario de los poetas de mi generación, aunque, en mi caso, esa ubicación no está muy clara: algunos me incluyen en la generación del 40; otros, en la del 50... Lo que no creo es haber encontrado mi "propia voz", no sé si es propia o una mezcla de las voces de todos los mencionados.

… no hay modo de escapar a la realidad. Incluso en La divina comedia, la época trabaja activamente. La obligación del poeta no es servir a una causa desde una ideología determinada sino ser consciente de qué sueños y pesadillas están hablando en él, en nombre de sus contemporáneos. En el caso de mi generación, nuestro drama ha sido la pérdida de la utopía. Aunque debo aclarar que, en mi caso, no la considero perdida sino en suspenso. Esto, claro, hoy no puedo decirlo desde la esperanza sino desde la desesperación”.

He tratado siempre de tender a la concisión. Aunque el poema sea largo, la tendencia tiene que ser a simplificar. Hay que matar una palabra por día. Pero, claro, el talento no tiene recetas. Y lo que sirve para un poema no nos ayuda en el poema siguiente. El secreto de la creación es insondable, como suele decirse. Si cada uno encuentra algo parecido a una "fórmula" para el poema, esa resolución no nace de la meditación sino de algo que le dicta a uno el poema. Antes yo creía que el  poema debía decir algo, una suerte de mensaje. No sabía muy bien qué quería significar con eso, pero me parecía que la poesía conceptual era más valiosa. Sin embargo, terminé por descubrir que esa pretensión no tiene sentido. La riqueza de los contenidos es algo bastante discutible, al menos en poesía.


La belleza la determina la forma. Incluso en los poemas aparentemente muy especulativos, siempre es la forma la que decide su suerte como poemas. Tomemos el caso de Francis Ponge y su poema "Un vaso de agua", por ejemplo. Esas polémicas, por suerte, ya han sido superadas, como aquel viejo asunto del arte comprometido. Hoy sabemos que el único compromiso de un poeta es el que asume con su propia lengua. La poesía misma es una garantía del lenguaje, lo hace posible. Esas postulaciones teóricas e ideológicas fueron un error, pero tal vez fueron necesarias. También se avanza a partir de los errores, ¿verdad? De modo que, a su manera, fueron un aporte. Ahora, hay tantas definiciones de la poesía como poetas.


Creo que la poesía es una fiesta del sentido, y también una eterna juventud. Debo decir, también, que yo tengo un sentimiento dramático de la poesía. Y digo dramático en su sentido religioso. Creo que todo arte debe ser encarado, sentido así. Yo escucho ciertos pasajes de Bach, por ejemplo, que me abren una puerta a lo desconocido. Ese misterio de la vida, de todo lo que es y existe es lo que el arte debe cantar, celebrar, decir. Creo que el arte es un modo de instalar una fe en lo desconocido, la presunción de que tanta belleza no pudo haber sido creada en vano. En fin, esos son mis planteos estéticos de hoy, a esta hora de la tarde. Mañana, no sé cuáles serán.

Todo empieza con un cosquilleo, con una mezcla de inquietud y placer, de zozobra y felicidad. Creo que existe aquello que antes se llamaba inspiración y hoy parece haber pasado de moda. Uno entra en un estado de gracia, si se me perdona la petulancia, un sentimiento intenso que sólo puede ser sobrellevado con la escritura. El poema, en todo caso, no es el resultado de una meditación sino un impulso que se me presenta de pronto, inesperadamente, supongo que como fruto de la actividad inconsciente.


Puede encarnarse en una imagen, en la visión de un objeto, en una situación humana, en un accidente, en una palabra... Hace poco, por ejemplo, quedé fascinado por la aparición de una palabra extraña para mí: hipálage. La emoción surgió de poder contemplarla sin conocer su significado, guardándola durante días en mi memoria para saborearla, para tocarla como una joya, preservándola de la servidumbre del sentido, hasta que finalmente surgió un poema. Y también están las obsesiones personales. En mi caso, la obsesión por las maniobras del azar, o por la muerte. Pero, claro, los grandes temas no hay que abordarlos en forma explícita porque se vuelven intratables. Para eso, está la filosofía.

Sin embargo, su poesía aborda con particular felicidad y recurrencia el tema de la caducidad, de la muerte, de la precariedad del mundo y de los seres que lo habitan.


Sí, en mis poemas aparecen con frecuencia la muerte y la degradación de las cosas. Creo que en final de las cosas siempre hay una especie de aura poética, una suerte de fracaso del universo en su conjunto, si pensamos, por ejemplo, en la entropía, ese gran fracaso cósmico. Y después, claro, el caso particular de nuestra existencia: la tragedia humana es la conciencia de su propia degradación. Pero yo soy un pesimista jovial. Y esa aparente paradoja se justifica porque, al espectáculo nada edificante de la Historia, tiendo a oponer mi entusiasmo de vivir.

Para mí, Kafka es un poeta y conozco de memoria largos párrafos de El proceso, de El castillo e incluso de sus Diarios y de su correspondencia, como si fueran poemas. Hay tal concentración, tal capacidad metafórica y tal variedad de sentidos posibles en su obra que podemos, por eso, considerarla esencialmente poética.

Cuando eso que llamo estado de gracia aparece, trato de conservarlo todo lo posible. Tomo notas que, en general, son provisorias pero sirven para que no se escape el impulso inicial. A veces, en medio de una situación baladí, puedo encontrar un elemento capaz de transformarse en material de un poema, y lo rescato, lo fijo en el papel. Hay días en que uno se siente rico y otros días en que uno se siente estéril. Yo no he intentado nunca forzar eso, no he tratado de ser un empleado de la poesía, con horario fijo de lunes a sábado. Luego, el poema se escribe imponiendo sus propios medios y sus propios tiempos: puede surgir de una sentada o demorar años. Cuando veo que la cosa marcha, insisto; cuando, al tercer o cuarto intento, no funciona, desisto porque sé que ese poema ha pasado de largo y, si intento escribirlo, será un fracaso.

Me dedico a eliminar, ante todo, lugares comunes, imágenes convencionales o cristalizadas del lenguaje. Lo que me guía a la hora de revisar lo que escribo es la idea de que cada palabra debe ser ubicada en el lugar que la estaba esperando. Tengo la intuición de que hay un lugar del poema que está esperando una palabra determinada, y entonces la busco. Por otra parte, intento que el verso, sea corto o largo, nunca pierda fluidez, así es que estoy atento a todo aquello que pueda entorpecer esa condición. De todos modos, no querría abundar en esta dirección porque podría dar la sensación de que estamos hablando de una gran obra y se trata sólo de mis poemas. En general, soy perfectamente consciente de mis errores, lo que nunca lograré del todo es saber cómo evitarlos.


Más allá de los resultados alcanzados por los poetas, hay una voluntad de belleza y una espiritualización del mundo en el hecho de escribir poesía. Y eso, en un momento en que el mundo está cada vez menos en contacto con lo espiritual, me parece muy rescatable.”



Entrevista a JG por Guillermo Saavedra.
Publicada en el número 2 de la edición impresa de La Estafeta del Viento, otoño-invierno de 2002.
Imagen: Rainer Maria Rilke
Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 - Salta, 2004).-


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

domingo, 5 de octubre de 2014

John Berger, La vista es una capacidad que introduce en nuestra vida un sinfín de complicaciones







LA OBRA DE ARTE, EL ARTISTA Y EL PODER

     La vista es una capacidad que introduce en nuestra vida un sinfín de complicaciones. En un lugar estamos nosotros observando la realidad que nos rodea, entramando sus interrelaciones y la relación de estas con nosotros, en otro encontramos esa realidad observándonos desde distintos ángulos, situación de la que también tomamos conciencia en nuestra observación. A través de este régimen de visión construimos nuestro modo de ver, la forma en que elaboramos las imágenes de las cosas que nos rodean, por tanto toda imagen posee un componente de subjetividad del individuo que la produce.

     El artista es un constructor de imágenes que son categorizadas como “obras de arte”, este es su mayor de problema, ya que entorno al arte existen numerosos presupuestos formados a lo largo de la historia que lo hacen rígido y alejado de su verdadera intencionalidad. Estos presupuestos han servido de apoyo para la subsistencia de las minorías ricas y poderosas, convirtiendo al arte en un privilegio exclusivo para su círculo y rodeándolo de un halo místico de carácter casi divino al que solo “ellos” eran capaces de llegar.

     En la actualidad con la invención de la cámara fotográfica y la posterior aparición de la cámara de video, se hizo evidente que aquello que vemos se encuentra siempre enmarcado en un contexto espacio-tiempo, pero también se rompió la unicidad de las imágenes, permitiendo conseguir infinitas reproducciones de cualquier imagen. De esta forma fue posible que la imagen fuera hasta el espectador y no al contrario, pero al mismo tiempo se trastocó el concepto de original de una imagen sustituyendo el significado por el material sobre el que se plasma ese significado. Esta materialización del concepto de original en una obra de arte hizo posible que este también fuera cuantificable, el valor de las obras de arte paso a ser un mero precio de mercado, aunque quienes manejan este comercio dicen que es un reflejo de su valor espiritual, así se vuelve a colocar al arte en un ámbito místico inexistente.

     La reproducción en masa es también responsable de que el significado de una obra de arte pierda su sentido original, inmersa en distintos contextos la obra adquiere diferentes significados. Esto beneficia y perjudica a la obra al mismo tiempo, por un lado le aporta flexibilidad y le da posibilidades de explotar todo su potencial, pero por otro lado la desintegra y deja de lado su sentido primigenio.

     La obra de arte permite dos formas de acercamiento, una vertiente más pura basada en los sentimos y sensaciones que provoca, y otra visión academicista y técnica que se asienta sobre los presupuestos tradicionales y estáticos. Esta última es la que busca la discriminación del individuo a través de la obra de arte, y se aprovecha de los medios de reproducción para mantenerse en pié. La primera es la forma verdadera del arte, un medio libre que esta al alcance de cualquier individuo.

     Es lamentable que aún se intente alejar al individuo corriente del arte, de este modo se coarta su libertad impidiendo el conocimiento de los testimonios de su historia y de su lugar dentro de ésta.

     En el caso del artista ocurre que se le atribuyen a éste connotaciones ajenas a él y absolutamente subjetivas al crítico academicista.

     Su obra debe ser analizada desde ella misma y no a través de consideraciones personales, además en algunos casos podemos comprender la intención del autor gracias a las similitudes de su contexto histórico y social con el nuestro. El proceso de mistificación del artista así como de su obra entorpece la compresión de ambos aspectos y nos aleja rotundamente de ella.



En: “Modos de ver”.
John Berger (Londres, 1926).-



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

viernes, 3 de octubre de 2014

Juan José Saer, Comí los alimentos del mundo








EL POETA SEPTUAGENARIO


     Comí los alimentos del mundo. Mi mano tocó piedras de ciudades famosas y mi cuerpo, reducido ahora, pero sano y salvaje, atravesó calles más numerosas que las arrugas de un río. ¿Qué hombres no conocí? ¿Qué libros no he leído? ¿Qué ha de haber en el almacén de lo visible y de lo invisible que se me pueda vender como novedad? En las mañanas del mes de octubre, llenas de sol y palomas, contemplo la explosión lenta de las flores del duraznero y me paseo tranquilo, gozando de buena digestión y de buena respiración, la lengua llena del gusto del café y un cigarrillo que humea entre mis dedos. Debí pasar por todo eso, es la larga noche del deseo y la posesión, para llegar hasta aquí. 

     En mi mente martillean versos férreos, ajenos. Resuenan en mí como la primera vez. La belleza, que para Platón era reminiscencia, para mí, indefenso y libre, no es más que actualidad. La misma música aliterada me estremece de nuevo, cada vez, con delicias flamantes. El café: una sombra en relación con su regusto, con esa pesadez perfumada que se irradia, sutil, desde la punta de mi lengua, ahora. Lo que nos salva a nosotros, los viejos, es ver arder detrás el mundo, depositado sobre un lecho de ceniza palpitante. Sobre ese colchón estoy parado contemplando mi propia sombra que encoge lentamente en la mañana.

     Que otros gocen hoy la maravilla del nacimiento y del sabor de la primera entrega perfumada del mundo, o de una muchedumbre de fiestas nocturnas. El sol de los ciegos es más negro que la noche y el nacimiento más perfecto es la muerte. Mi luz es única. No la puedo cambiar. Y el humo de mi cigarrillo es más sólido y más azul que un ramo de ciudades.



Juan José Saer nació en Serodino (provincia de Santa Fe) el 28 de junio de 1937, 
y murió en París, Francia, el 11 de junio de 2005.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.