ESCUELA O MOVIMIENTO AL
CUAL PERTENECE
Pertenezco
a la escuela o movimiento denominado “Repentismo”,
inventado por mí que por supuesto en este instante
no soy Huidobro ni menos aquel francés ladrón de fuego,
sino argentinamente (simplemente) un poeta repentista:
una especie de ebrio momentáneo que después corrige sus (alcoholes)
—lo que está entre paréntesis se puede intercambiar
y las comillas indican otro texto:
“la energía verbal de un hombre rechazado
por tus hermosas piernas de gata complicada”
un acuático camalote de la especie
en una gran laguna del Gran Chaco
que sinceramente les advierte:
no tiren sobre el agua ni una hoja del infierno
porque las ondas concéntricas son capaces de inventar un Paraíso, y ya verán
de pronto en esas selvas Roussonianas las razones por las cuales
la pareja es arrojada del Edén; así lo menos,
para no explicar ahora
a cuáles modos en el uso de las hojas pertenecen
los vestidos desnudos de ella y él, o el rapidísimo festín
de las imágenes que inventamos ahora en este cine.
Perplejos y abismáticos
espectros que la vida borra con el codo. Sí, yo también entre ellas
pertenezco
solamente al movimiento de las hojas.
inventado por mí que por supuesto en este instante
no soy Huidobro ni menos aquel francés ladrón de fuego,
sino argentinamente (simplemente) un poeta repentista:
una especie de ebrio momentáneo que después corrige sus (alcoholes)
—lo que está entre paréntesis se puede intercambiar
y las comillas indican otro texto:
“la energía verbal de un hombre rechazado
por tus hermosas piernas de gata complicada”
un acuático camalote de la especie
en una gran laguna del Gran Chaco
que sinceramente les advierte:
no tiren sobre el agua ni una hoja del infierno
porque las ondas concéntricas son capaces de inventar un Paraíso, y ya verán
de pronto en esas selvas Roussonianas las razones por las cuales
la pareja es arrojada del Edén; así lo menos,
para no explicar ahora
a cuáles modos en el uso de las hojas pertenecen
los vestidos desnudos de ella y él, o el rapidísimo festín
de las imágenes que inventamos ahora en este cine.
Perplejos y abismáticos
espectros que la vida borra con el codo. Sí, yo también entre ellas
pertenezco
solamente al movimiento de las hojas.
En: Radar en la tormenta, 1985.
Alfredo Veiravé (Gualeguay, Entre Ríos, 1928
– Resistencia, Chaco, 1991).
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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