LA TRAMA
Para que su horror sea perfecto, César,
acosado al pie de la estatua por lo impacientes puñales de sus amigos, descubre
entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y
ya no se defiende y exclama: ¡Tú
también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.
Al destino le agradan las repeticiones,
las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la
provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer,
reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa
(estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita
una escena.
Jorge Luis Borges (1899–1986)
En El hacedor (1960).
En El hacedor (1960).
Los textos forman
parte de estudio en ejercicios de taller.-
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