viernes, 27 de abril de 2018

César Amiel, A la memoria de Eduardo Cresta

















TALLER CÉSAR AMIEL
(Berisso, 1965)
EL GRAN FLACO

A la memoria de Eduardo Cresta


Era de asfalto,
de pradera,
de montaña…

Tenía mágico
el corazón,
y pantalones verdes.

Corría,
siempre corría,
no eran sus piernas,
eran sus pájaros…

El flaco,
su recuerdo,
nos presta el sol.


César Amiel, integrante Taller Mundo despierto.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

Adriana Romano, Reseña Amelia Biagioni













TALLER ADRIANA ROMANO
(La Plata, 1960)
AMELIA BIAGIONI, UNA MIRADA

Amelia Biagioni (1916-2000) es una escritora argentina, nacida en Santa Fe. Profesora en letras, pertenece a la llamada Generación del 40, al igual que su contemporánea Olga Orozco. Su primer maestro fue José Pedroni, de ahí la presencia de Dios en sus inicios. Publicó seis libros de poemas, en los que muestra cambios a través del tiempo. Pero es a partir de El humo, su tercer libro publicado en 1967, que rompe con todo lo anterior, complejiza su escritura y comienza a verse en sus producciones, la magia, el esoterismo, la numerología.

En El humo toma como impulso creativo La divina comedia, de Dante Alighieri, quien creía en las correspondencias místicas, el significado de los números, en los símbolos. Está armado como un viaje con una introducción (“Oh infierno”), siete partes y una conclusión (“Oh cielo”), estableciendo un ciclo completo.

Muestra paradojas extrañas al agradecer al infierno por ser el lugar donde encuentra la dicha y buscar el cielo, para finalmente hallarlo en el pecho del vacío. En el poema que le da título al libro, y del que en dos de sus versiones, una en 1962 y la otra en 1987, cuestiona con dureza la ideología cristiana, pero ofrece espacio para múltiples interpretaciones. Cada día, cada noche es un poema circular donde la autora no puede salir del sufrimiento que le provoca no encontrarse.

Pueden no entenderse muchos de sus conceptos, al romper con esquemas preexistentes, pero maneja de maravilla la destreza literaria, el tiempo del dolor, imprimiendo su acento personal.

Sus versos poseen una estructura sintáctica coherente, buena sonoridad e imágenes que se apoyan y refuerzan constantemente. En la complejidad se puede encontrar la claridad de los versos que abren puertas y ventanas.

Amelia Biagioni nos seduce por el misterio que imprime, su magia, lo musical de su lenguaje. Dice cosas terribles, pero de tal manera que el lector se hipnotiza y deslumbra ante ellas.


Adriana Romano, integrante Taller Mundo despierto.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

Marcelo Steblak, Reseña Amelia Biagioni

















TALLER MARCELO STEBLAK
(La Plata, 1965)
AMELIA BIAGIONI, UNA MIRADA


Amelia Biagioni, poeta santafesina, publicó el libro El humo en el año 1967. Admiradora  del Dante y su Divina Comedia dejó plasmada en estos cuatro poemas leídos y analizados en taller esa pasión (“Oh Infierno”, “El humo”, “Cada día, cada noche” y “Oh cielo”).

En “Oh Infierno”, la escritora agradece al infierno la causa perdida, la tiniebla entre los dientes como representación de la caída al abismo que revela el sufrimiento del hecho creativo en sí.

En “El humo” está presente la cadencia del tono y el yo poético que encuentra el poeta con sus palabras. En uno de sus versos hace referencia a las lenguas antiguas cuando dice “las lenguas bífidas rosadas / carmesíes”.

En “Cada día, cada noche” Biagioni habla de la creación como fenómeno circular. Se despierta poeta y en la noche le llega la iluminación. Al otro día comienza su eterno retorno de este infierno literario.

Por último, el poema “Oh Cielo” es la búsqueda de la realización poética que puede suceder o no.

Finalizo con una frase de una carta de Alejandra Pizarnik enviada a Amelia Biagioni:

“Hay que hablar menos y releer más”.   


Marcelo Steblak, integrante Taller Mundo Despierto

Fuentes:




Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

domingo, 8 de abril de 2018

ALEJANDRA PIZARNIK Carta a Amelia Biagioni













TALLER ALEJANDRA PIZARNIK
(Buenos Aires, 1936-1972)
CARTA A AMELIA BIAGIONI
(1916-2000)


Buenos Aires, 18/XI/67

Querida Amelia:

     Mil gracias por EL HUMO (1967). Vengo de él y no logro encontrar una frase para destinarle; digo una frase como un manto real que a la vez fuera un manto de arpillera, una frase vestida de princesa pero mendiga.

     Por cierto que el primer gesto, al acabar tu libro –hace un minuto- ha sido colocarlo entre los libros que voy a releer -no hay muchos- porque EL HUMO me sedujo tanto que siento, simultáneamente, deseos de conocer -es imposible, lo sé, pero justamente- por qué y cómo y de qué manera. Por otra parte, la seducción se despliega en diversas gamas: el poema de la pág. 51, por ejemplo, es la seducción del misterio musical del lenguaje, o mejor, la magia hipnótica que me obligó a leerlo en voz viva.

(“Y ardiendo / acuden / las lenguas bífidas, / las rojas sibilas / ardiendo guay, / consumen, / las sibilas púrpuras, / las lenguas miserere / consuman, / ardiendo amén, / las lenguas encarnadas, / las perversas y santas inocentes, / ardiendo azules, / mentidas hasta el gris, / hasta gris verídicas, / ardiendo...”)

No es el único dotado de ese poder pero sí el más extremo.
     Esta mención te hará sonreír, acaso. ¿Cómo frente a cosas tan terribles, hablo de seducción y me complazco en magias “externas” -según algunos-? Precisamente, porque son terribles, y porque el lenguaje se les resiste y las traiciona, e incluso las anula, por eso, justamente, me impresionó doblemente tu libro. Precisamente, porque cada verso y cada palabra han sido llevados –padecidos- hasta su máxima tensión, y con toda la carga de sus sentidos plurales, estos poemas son un lugar -o un espacio- de reunión. Por eso, imagino, invocas a la dura poesía

(poema “Oh tenebrosa fulgurante”, pág. 65, donde doce: “Oh tenebrosa fulgurante, impía / que reinas entre cábala y quimera, / oh dura poesía / que hiciste mi imprevista calavera.”)

con términos lujosos y trágicos como si fuera la muerte; y por eso, imagino, ser poeta es, entre otras cosas, poseer esta virtud -sinónimo de “la condena”

 (“La condena”, poema de pág. 63, Biagioni describe el destino de Sísifo del poeta solitario que finalmente escucha otra voz “…Y reanudamos / la condena, cantando en el infierno”),

naturalmente- de adueñarse de la máxima paradoja -aquella que el viejo amigo Kierkegaard considera un escándalo. Paradoja que consistiría en que el más solitario, por obra y gracia de “alados Discursos”, crea un lugar -el poema- en donde otros solitarios se reúnen, se reconocen -en tanto afuera llueve y es invierno-. Tus poemas fueron siempre para mí lugares pero nunca lo fueron como ahora, gracias por EL HUMO. Incluso llegué a preguntarme cómo mantenés la estructura perfecta y acabada si detrás, a tan pocos pasos, acecha el ángel de lo absoluto, opuesto al de los “ojos con límites”. No sé, por cierto, responder, pero celebro tener que preguntarlo. Tampoco quiero resumirte los temas porque no soy profesora -quizá sea una desgracia, lo digo en serio- y sobre todo porque me son demasiado entrañables. Hay alguno, quizá el más terrible o el más intimidante, que alude al doble o a la sombra o al espejo o al quién soy

(Las instancias de desdoblamiento son varias en este libro, por ejemplo en “la Soterrada”, pág. 67: “…De vez en cuando baja mi alma a darme / cucharadas de fuego”),

que aparece transfigurado como enorme valentía y hermosura (por supuesto que es facilísimo luchar en la guerra comparado con ese descenso al infernal encuentro con la otra o con las otras).
Y no continúo, porque hay que hablar menos y releer más. Dura poesía y duro oficio de servirla pero vos no necesitás temer aquella alusión de Mateo XXX, 25 -o acaso era XXV, 30-.

(Se trata, en efecto, del pasaje de Mateo, XXV, 30, que corresponde a la parábola del servidor desleal. Este, en vez de hacer fructificar el talento (suma de dinero) que su amo le deja antes de emprender un largo viaje, lo entierra y lo devuelve sin acrecentamiento. Por eso será castigado y arrojado a “la tiniebla exterior, donde se oye crujir y rechinar de dientes”, según el evangelista. Es muy probable que Pizarnik conociera esta cita evangélica a partir del famoso poema de Borges (1953) que se titula precisamente “Mateo, XXV, 30” donde el escritor transpone la noción del talento a la totalidad de dones que la vida a conferido al poeta y que sin embargo se han desperdiciado. Ahí concluye, de una manera a la vez terrible y melancólica: “En vano te hemos prodigado el océano, / En vano el sol, que vieron maravillados los ojos de Whitman: / Has gastado los años y te han gastado / Y todavía no has escrito el poema.”).

     Gracias de nuevo y recibí mi mucha admiración y abrazo.
Alejandra


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

miércoles, 4 de abril de 2018

JAMES JOYCE Del oscuro pasado nace un niño



















TALLER JAMES JOYCE
(2 de febrero de 1882 - 13 de enero de 1941)
ECCE PUER
(En este poema, escrito en 1932, Joyce hace referencia a la reciente muerte de su padre y al nacimiento de su nieto. Se editó por primera vez en 1936.)

ECCE PUER

Del oscuro pasado nace un niño;
alegría y tristeza
me desgarran el corazón.

Tranquilo en la cuna
vivo descansa.
Que amor y gracia
sus ojos abran.

La joven vida respira
sobre el cristal.
El mundo que no era
viene para irse.

Un niño duerme:
un viejo se marcha.
Oh, padre renegado,
perdona a tu hijo.


ECCE PUER
Of the dark past
A child is born;
With joy and grief
My heart is torn.

Calm in his cradle
The living lies.
May love and mercy
Unclose his eyes!

Young life is breathed
On the glass;
The world that was not
Comes to pass.

A child is sleeping:
An old man gone.
O, father forsaken,
Forgive your son!










Traducción: José María Martín Triana.
Foto: Jmp, Trieste. Mi pie sacrílego en la placa de Joyce y, como corresponde, detrás de la estatua.





Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-