miércoles, 25 de septiembre de 2019

ABEL ROBINO Si la carroña atrae las moscas















ABEL ROBINO (1952)
ACERCA DE GUY BOURDIN
(París, Francia, 2 de diciembre de 1928 - 29 de marzo de 1991).

Si la carroña atrae las moscas ¿por qué no darle a la belleza la misma posibilidad?


Y mandó a juntar moscas y mariposas muertas para pegarlos a sus modelos.


El inquietante Guy zangoloteo esos esqueletos gráciles de chicas que exhiben ropa, maniquíes hasta entonces percheros con vida.

Fue él quien cacheteó la época devolviéndoles sangre y transpiración en sus poses, provocándolas con asesorías, música y penumbras. Vascular hacia lo distinto, era donde apuntaba.


¿Cuánto pero cuánto le deben hoy las pasarelas a este innovador?


         Sutil copiador de momentos arrojadas a una pornografía suave de papel ilustración, princesas vienesas con aberturas de piernas exageradas más gesticulaciones forzadas, pilas de piernas con medias como en una inmensa ikebana de nilón calado.


         Vestía sus chicas y, el feminismo perdone la machirulada, con un cuidado de bodas de los pies a la cofia y tomaba solo la foto de una mano enguantada, sin duda la totalidad hace a la parcialidad sin lugar a duda.


         Gordito malicioso, mirada rozando la ironía, niñato provocador de los que hacen bromas pesadas pero sutiles y que se deja descubrir por la sonrisa.


         Guy Bourdin, fotógrafo de moda incorregible rechazó exposiciones, memorias sobre su obra, retrospectivas y cuánto honor franchute anduviese suelto y en este país donde siempre se admiró las noblezas (bajas), títulos, premios y cuánta otra distinción imite el reflejo de algo que ellos mismos le rebanaron la cabeza.


         Guy Bourdin disimuló su vida en una de las revistas más prestigiosas de moda, Vogue (mira qué lugar para que no lo descubriesen), donde todos plantan el ojo a ver si crecen sueños.


         Revolvió el color, pintó mares y en épocas donde el fotoshop no existía.


         Pero fue, también, vendedor en sus comienzos en las grandes tiendas, en el sector artículos funerarios, al lado justo donde estaba el sector fotos.


         De allí su curiosidad, allí comienza a interesarse por lo que el llamará el accidente:


“Una fotografía es ante todo un accidente.”


         Quiso ser pintor y el cuero le dio para unas poquitas Expo de muchacho, al fin se rindió a la foto de moda publicitaria e hizo su imperio pop, Hitchcockianí. Apiló piernas, tiró por la borda gente en cuclillas, bueno eso es lo que parece, lamió tacos y puso flores en el pubis juvenil de una Venus con porta ligas y lunar.


         Si, sin duda lo mató la misma casa Vogue que lo echó por ringard (traducción, algo así como ¿cursi?). Me cuestan estas palabras, poquitísimas, como la nota de Le Monde cuando murió, páginas últimas. Abandonado por ese mundo, ¿por qué no culparlos de sus dolores estomacales véase cáncer fulminante.

         ¿De tristeza también mueren los rebeldes?


         Vaya uno a saber…

         Un puntazo al ego no lo banca cualquiera aún rodeado de bellezas toda una vida.






Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

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