lunes, 11 de junio de 2018

ELVIRA SASTRE La soledad es mirar a unos ojos que no te miran













TALLER ELVIRA SASTRE
(Segovia, España, 1992)
EL AMOR EN UN BOTE DE CRISTAL

La soledad es mirar a unos ojos que no te miran.

Llega entonces ella, disfrazada
de pájaro, árbol y viento,
llega entonces ella, disfrazada,
atrapa una lágrima con el dedo
y la mete en un bote de cristal.

Añoro el mar,
alcanzo a decir.

No quedara hueco en el mundo en el que no existas,
me dice,
no existirá lugar alguno en el que
no te mire.
Montañas, sauces, telas de araña,
en todos tejo tu nombre,
en todos coloco tu cuerpo frente al daño.
Te llevaré, acaso,
ante el precipicio,
habré de empujarte y cogerte la mano
para que me creas.
Y solo entonces si desvío la mirada
hacia el fondo,
inquieta por lo que allí te espera,
te diré que no puedo compartir mi dolor,
que el viento me lleva a otro sitio,
que el silencio es el único lugar
en el que me quedan palabras,
que he de soltarte
para poder cogerme,
que me voy, amor,
que te quiero y que me voy queriéndote
para no quererte nunca más
y olvidar las montañas,
y los sauces,
y las telas de araña
y tu cuerpo frente al daño
que me espera ahora en otros lugares.

Y así, con el dolor de lo inevitable,
recogerás con el dedo la misma lágrima
que hoy me quitas
y volverás a dejarla sobre mi rostro,
esta vez
en la otra mejilla.

La soledad es mirar a unos ojos que no te miran.


ENSUEÑO

El tiempo sucede tranquilo.

Hay un latido en la alfombra
que descansa ajeno a su vida:
responde a cualquier nombre
que le hable con cariño.
Me pregunto si habrá respuestas en sus ojos,
si acaso piensa en quién es,
si sabrá que en su mirada
está mi vida completada.

Yo le hablo
y en él las horas son días.
Yo le miro
y él abre mi camino.
Él es mi baile y no sé si lo sabe.

Hay otro latido reposando aquí a mi lado
que no se llama rutina,
quizá ensueño se acerque
más a sus manos pequeñas.
Puede que no entienda que mi tarde descansa
cuando ella sueña,
que me bastan los balcones
o que me vuelve el sueño tan fácil
que me cuesta regresar a ese otro lugar.
Cuando la vida se vuelve tan sencilla
solo hay que imaginar la lluvia.

Aquí, el tiempo sucede tranquilo.
Ellos duermen.
Y yo imagino la lluvia
y dibujo dos rayos en los ojos.


LA PREGUNTA QUE TERMINA CON TODO

Me dijiste que debía
olvidar todo lo que me habías hecho
para que esto pudiera funcionar.

Y lo hice, amor, lo hice,
y olvidé también y sin querer
tu manera de acariciarme,
tu facilidad de hacerme reír,
tu espero al limpiarme,
el amor al cuidarme,
y te olvidé a ti entre un daño
y otro,
olvidé sin querer.

Esa pregunta que termina
con todo:
¿puedes seguir enamorada de alguien
que has dejado de querer?


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

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