LA OBRA DE ARTE, EL ARTISTA Y EL PODER
La vista es una capacidad que introduce en
nuestra vida un sinfín de complicaciones. En un lugar estamos nosotros
observando la realidad que nos rodea, entramando sus interrelaciones y la
relación de estas con nosotros, en otro encontramos esa realidad observándonos
desde distintos ángulos, situación de la que también tomamos conciencia en
nuestra observación. A través de este régimen de visión construimos nuestro
modo de ver, la forma en que elaboramos las imágenes de las cosas que nos
rodean, por tanto toda imagen posee un componente de subjetividad del individuo
que la produce.
El artista es un constructor de imágenes
que son categorizadas como “obras de arte”, este es su mayor de problema, ya
que entorno al arte existen numerosos presupuestos formados a lo largo de
la historia que lo hacen rígido y alejado de su verdadera intencionalidad.
Estos presupuestos han servido de apoyo para la subsistencia de las
minorías ricas y poderosas, convirtiendo al arte en un privilegio exclusivo
para su círculo y rodeándolo de un halo místico de carácter casi divino al que
solo “ellos” eran capaces de llegar.
En la actualidad con la invención de la
cámara fotográfica y la posterior aparición de la cámara de video, se hizo
evidente que aquello que vemos se encuentra siempre enmarcado en un
contexto espacio-tiempo, pero también se rompió la unicidad de las imágenes,
permitiendo conseguir infinitas reproducciones de cualquier imagen. De esta
forma fue posible que la imagen fuera hasta el espectador y no al contrario,
pero al mismo tiempo se trastocó el concepto de original de una
imagen sustituyendo el significado por el material sobre el que se plasma ese
significado. Esta materialización del concepto de original en
una obra de arte hizo posible que este también fuera cuantificable, el valor de
las obras de arte paso a ser un mero precio de mercado, aunque quienes manejan
este comercio dicen que es un reflejo de su valor espiritual, así se vuelve a
colocar al arte en un ámbito místico inexistente.
La reproducción en masa es también
responsable de que el significado de una obra de arte pierda su sentido
original, inmersa en distintos contextos la obra adquiere diferentes
significados. Esto beneficia y perjudica a la obra al mismo tiempo, por un lado
le aporta flexibilidad y le da posibilidades de explotar todo su potencial,
pero por otro lado la desintegra y deja de lado su sentido primigenio.
La obra de arte permite dos formas de
acercamiento, una vertiente más pura basada en los sentimos y sensaciones que
provoca, y otra visión academicista y técnica que se asienta sobre los presupuestos tradicionales
y estáticos. Esta última es la que busca la discriminación del individuo a
través de la obra de arte, y se aprovecha de los medios de reproducción para
mantenerse en pié. La primera es la forma verdadera del arte, un medio libre
que esta al alcance de cualquier individuo.
Es lamentable que aún se intente alejar al
individuo corriente del arte, de este modo se coarta su libertad impidiendo el
conocimiento de los testimonios de su historia y de su lugar dentro de ésta.
En el caso del artista ocurre que se le
atribuyen a éste connotaciones ajenas a él y absolutamente subjetivas al
crítico academicista.
Su obra debe ser analizada desde ella
misma y no a través de consideraciones personales, además en algunos casos
podemos comprender la intención del autor gracias a las similitudes de su
contexto histórico y social con el nuestro. El proceso de mistificación del
artista así como de su obra entorpece la compresión de ambos aspectos y nos
aleja rotundamente de ella.
En:
“Modos de ver”.
John
Berger (Londres, 1926).-
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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