TALLER GIORGIO AGAMBEN
(Roma,
Italia, 1942)
LOS
SEIS MINUTOS MÁS BELLOS
DE
LA HISTORIA DEL CINE
Sancho
Panza entra en un cine de una ciudad de provincia. Viene buscando a Don Quijote
y lo encuentra: está sentado aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está
casi llena, la galería -que es una especie de gallinero- está completamente
ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles de alcanzar a
Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la platea, junto a una niña
(¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección está empezada, es una
película de época, sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto
aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se pone de pie,
desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos empiezan a
lacerar la tela. Sobre la pantalla todavía aparecen la mujer y los caballeros,
pero el rasgón negro abierto por la espada de Don Quijote se extiende cada vez
más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no queda
casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la sostenía. El público
indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar
fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.
¿Qué
debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de
tener que destruir, falsificar (este es, quizás, el sentido del cine de Orson
Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando
muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio de
su verdad, entender que Dulcinea -a quien hemos salvado- no puede amarnos.
En Profanaciones
Traducción de Flavia Costa y
Edgardo Castro, Adriana Hidalgo editora, 2005
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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