"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

jueves, 25 de diciembre de 2014

EN TALLER, con Juan Octavio Prenz

      Desde pasaditas las 19 del martes 23 de diciembre hasta cerca de las 2 del nuevo día, un bello y nutritivo encuentro con el poeta, narrador, traductor y bailarín, Juan Octavio Prenz. 

      Pudimos ser de la partida: Laura Ceniceros, Carolina Cortazzo, Hermeto González, Justine Bevilacqua, Julián Trovero, Paula Gabriel, Bernabé Malacalza…, Juan Octavio Prenz y José María Pallaoro.
 En el antes
 


     Luego de las formalidades del taller, líquidos bendecidos por pájaros de infinita niebla...
      MUNDO DESPIERTO taller de lectura y escritura creativa. Gracias a todos por haber compartido este 2014 pleno de poesía.
 

viernes, 19 de diciembre de 2014

HUGO PADELETTI, En la punta de un árbol









UN PÁJARO SE PUEDE DETENER

en la punta de un árbol y abarcar
la inmensidad del cielo. Yo también,
sentado frente al muro,

me detengo en la punta
del álamo y contemplo
la inmensidad. La surcan pensamientos

involuntarios. ¡Cuántas nubes
fugaces, cuántas aves
sucesivas!

Y las dejo pasar… y son tragadas
por este espacio inmenso
que soy yo:

sereno, transparente, luminoso
¿quién soy
yo?

Hugo Padeletti (Alcorta, Provincia de Santa fe, 1928).
 


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

miércoles, 17 de diciembre de 2014

HUGO PADELETTI, Cómo se lee un poema





          Pido perdón por estas tres hojitas que voy a leer. Sé que la expresión improvisada es más vivida, aunque menos exacta, pero en estos siete años de alejamiento de los claustros universitarios he olvidado casi todo lo que aprendí y me cuesta extraer como de un pozo lo poco que sé. El tiempo elástico de la escritura me ayuda a lograrlo. No voy a hacer por lo tanto una exposición doctoral de cómo debe leerse un poema. Eso, como dije, ha quedado atrás. Actualmente me considero sólo un poeta. Además, he hecho ejercicios de origen budista para vaciar mi mente del exceso de conceptos, para tenerla disponible para lo que se presente en el momento. Ustedes conocerán probablemente la anécdota del erudito occidental que fue a visitar a un sabio budista para preguntarle por el sentido del budismo. Mientras el monje preparaba el té, el erudito se explayaba en la exposición de sus innumerables conocimientos. Cuando el té estuvo listo, el monje pidió al occidental que acercara su taza y fue vertiendo el té hasta que éste desbordó de la taza, llenó el platillo y amenazaba con chorrear sobre el suelo.


¿Qué pasa?, preguntó el erudito, ¿no ve usted que la taza está desbordando? Así está su mente, contestó el sabio. ¿Cómo podría entrar en ella el sentido del budismo? No sólo el sentido del budismo requiere una mente vacía -o vaciada- sino también el sentido de un poema.


Cuando voy a leer un poema me presento a él con la mente libre de pre-conceptos. Primero hago una lectura global no analítica para tener una primera impresión. Generalmente basta para saber si el poema es bueno o no. Cuando éste está escrito en una lengua extranjera que no domino completamente pero cuyas estructuras fundamentales conozco, como me ocurre con el inglés, lo primero que observo es la construcción sintáctica; es la armadura, el hueso del poema, su columna vertebral. Luego observo la constelación de imágenes; ésta me da el clima del poema. Finalmente hago una traducción, que es mi lectura de ese poema. Si éste está escrito en mi propia lengua, el proceso es el mismo, sólo que no tengo que hacer la traducción. Si la estructura sintáctica es coherente y animada, el poema tiene vida. Casi seguramente, también tiene una buena estructura sonora, porque la sintaxis determina el fraseo, que es -más allá de la métrica- el verdadero ritmo del poema. Luego veo si la constelación de imágenes es realmente una constelación; es decir, si es coherente, si las imágenes se apoyan y refuerzan mutuamente o si chocan y se neutralizan. En este último caso el poema es malo. Luego trato de ver si hay una ilación conceptual explícita o si el sentido está en la constelación imaginaria y sonora.


Hay tres clases básicas de poemas:
1)      los que tienen un hilo conductor conceptual, generalmente con disminución de los elementos imaginario y sonoro; 2) los que consisten esencialmente en imágenes, con probable disminución de los aspectos conceptual y sonoro; 3) los que ponen el acento en la música de las palabras: en la métrica, el ritmo, asonancias, consonancias y disonancias, paronomasias y juegos de vocablos en general, subordinando esto al sentido conceptual y en parte al imaginario.
 
De más está decir que estas tres categorías rara vez se dan puras sino combinadas. Los tres elementos fundamentales del lenguaje: concepto, imagen y sonido pueden entrar en combinaciones múltiples, como lo prueba la apabullante variedad de la poesía a través de las lenguas y los siglos.


Si se trata de un poema principalmente conceptual, los conceptos nos guían desde el principio hasta el fin, las imágenes ilustran los conceptos y el ritmo los va articulando.

Pero ojo, que un poema conceptual, pese su claridad, que a veces se complica en deliberada oscuridad y dificultad, puede ser muy poco poético. Si el poema está compuesto básicamente de imágenes, es importante ver si hay una buena organización o simplemente una acumulación de ellas, la acumulación incoherente de imágenes es el recurso favorito de los malos poetas. Si el poema es esencialmente sonoro hay que descubrir si es significante, si no es un mero juego de vocablos. Hay un tope que este último tipo de poesía no puede sobrepasar: la anulación del concepto y de la imagen; si esto ocurre no hay ya lenguaje y por lo tanto tampoco poesía; ciertas experiencias extremistas lo han probado. Si el poema, como ocurre en la mayoría de los casos, consiste en una dosificación variada de los tres elementos constitutivos, importa ver qué papel juega cada parte en el conjunto y saber apreciarlo.


Un problema que se plantea frecuentemente es el del hermetismo de cierta poesía. Un poema puede ser hermético porque es incoherente, o porque tiene una articulación muy compleja de concepto, imagen o sonido, o de las tres a la vez, o porque intenta comunicar experiencias inefables. Está el hermetismo sintáctico de Góngora, el hermetismo por elipsis de ciertos sonetos de Mallarmé, el hermetismo esotérico de Lubicz Milosz y el hermetismo transparente, al menos para el que tiene siquiera una vislumbre de la experiencia mística, de San Juan de la Cruz. Hay una clase de hermetismo que sólo se da, creo, en la poesía contemporánea: es el de los poetas que parecen esforzarse intencionalmente por no decir nada: construyen una textura verbal vacía en el vacío. En este último caso, especialmente, pero en todos los casos hasta cierto punto, un recurso muy efectivo es el de la familiarización: aprender de memoria el poema hasta que forme parte de nuestro propio ser.


Recuerdo una experiencia que hice cuando era estudiante de filosofía en la Facultad de Filosofía y Humanidades de Córdoba. La materia Metafísica consistía exclusivamente en la lectura de cuatro libros. Uno de ellos era la Introducción a la metafísica de Heidegger. Yo era alumno libre desde Rosario, y no contaba con la ayuda constante del profesor, que era excelente: nada menos que Juan Adolfo Vázquez, entonces director de la colección de filosofía de Sudamericana. Recuerdo que leí tres veces la traducción al castellano y copié en un cuaderno las partes más difíciles sin lograr ningún avance.

Conseguí entonces una versión francesa autorizada por el mismo Heidegger y continué mis lecturas con la ayuda de un amigo filósofo que había estudiado a Heidegger en Alemania y en alemán. Él me hizo la traducción literal de los pasajes más significativos. Aquí hay que recordar que Heidegger es un filósofo-poeta que crea de cabo a rabo su propio lenguaje aprovechando la ventaja de que el alemán, lengua aglutinante, permite formar siempre nuevas palabras por yuxtaposición de otras o partes de otras. Después de todo este esfuerzo, no puedo decir que haya logrado traducir a Heidegger a un lenguaje filosófico convencional, pero sí que la obra se abrió dentro de mí y toda ella me resultó luminosa. Fue casi una experiencia mística.


Éste es el esfuerzo que nos exigen los poetas auténticamente herméticos: que hagamos nuestra su poesía por la incansable relectura y, algunas veces, memorización. En ciertos casos también hace falta análisis, información, leer las notas del poeta y de sus exegetas y los libros que influyeron. Pero hay una clase de hermetismo que no se justifica estéticamente; es el hermetismo por exceso de individualidad: cuando el poeta, en vez de símbolos universales utiliza símbolos exclusivamente personales y alusiones a sus propias experiencias privadas que no se explican en ninguna parte. Éste, además de la abundancia de material no poético, es el defecto que hace ilegibles, salvo fragmentos, los Cantos de Ezra Pound, el más importante ejemplo de este tipo de hermetismo. Habría que leerlo con un diccionario explicativo, si pudiera hacerse, pero aún así sería muy engorroso.


A mí los poemas que más me gusta leer son los intensamente líricos y a la vez metafísicos, de forma más bien cerrada que invita a volver sobre ella. Me cuestan los poemas narrativos y los poemas-río, que empiezan en cualquier lado, fluyen largamente en cualquier dirección y terminan inesperadamente en cualquier momento. Siempre he considerado importante -como en los buenos cuentos- el final del poema, un final que lo cierra definitivamente pero que al mismo tiempo lo abre para la relectura, que nos reenvía al primer verso, haciéndonos recorrer innumerables circunferencias en torno a un centro, circunferencias que encierran la pulpa sabrosa que no se consume al comerla sino que cada vez tiene un sabor distinto y como enriquecido. Estos poemas esféricos que vuelven sobre sí mismos se mueven internamente, para decirlo con las palabras de Eliot, 'como se mueve un jarrón chino inmóvil / perpetuamente en su inmovilidad'.


Como habrán observado, he hecho hincapié en la lectura intuitiva del poema. Pero no ignoro que el análisis puede arrojarnos a la boca frutos sabrosísimos. Recuerdo que hace unos diez años yo dictaba en el Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional de Rosario una Integración Cultural de cuatro años que culminaba en un curso de Estética y que comprendía un año de Poética. Empezábamos con Bécquer y terminábamos con los Cuatro Cuartetos. Recuerdo la decepción de los alumnos cuando empecé con la lectura y análisis de 'Del salón en el ángulo obscuro...', un poema tan fácil, tan simple y resabido. Pero me llevó más de un mes analizar la riqueza de las sonoridades en relación con el sentido, las correspondencias entre concepto y concepto, imagen e imagen, concepto e imagen. Recuerdo también el asombro de los alumnos al ver convertirse la humilde semillita de mostaza en semilla del universo. Creo que no olvidarán en su vida que todo poema, como el Lázaro de la rima, necesita una voz que le diga: -Levántate y anda-. Lo único que no puede hacer, desgraciadamente, la buena lectura es transformar un poema malo en un poema bueno. Esto sólo puede hacerlo Berta Singerman (y no es broma).


Quiero recordar, por último, que un buen poema es una obra de arte. Que más allá de lo que el poeta dice -información, concepción del mundo, comunicación de experiencias, 'mensaje', como se decía antes- el poema es un objeto de belleza, la función de la belleza en la vida de un individuo y de una cultura es incomparable e irreemplazable.
Por eso quiero terminar recordando los versos del Endymion de Keats:

'A thing of beauty is a joy for ever; / its loveliness increases; it will never / pass into nothingness'.

Que más o menos puede interpretarse: 'Un objeto de belleza -una obra de arte- es un gozo para siempre; su encanto se acrecienta, nunca pasará a la nada. O, para decirlo con palabras de una poeta contemporánea (Marianne Moore):

'Beauty is everlasting and dust is for a time'.

La belleza es eterna; el polvo sólo por un tiempo.




Hugo Padeletti (Alcorta, Provincia de Santa fe, 1928).
Fuente: HP en FB. Texto leído en un encuentro de poesía.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

martes, 9 de diciembre de 2014

FRANZ KAFKA, Ordené que trajeran mi caballo del establo







LA PARTIDA

     Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó:

     -¿Adónde va el patrón?

     -No lo sé -le dije- simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.

     -¿Así que usted conoce su meta? -preguntó.

     -Sí -repliqué- te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta.



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

viernes, 5 de diciembre de 2014

ROBERTO BOLAÑO, Algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos










Como ya tengo 44 años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.

1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Roberto Arlt. A Rodolfo Walsh. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel.  Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de él a Borges.

9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

11. Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.

12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

Bajo licencia poética.
Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 28 de abril de 1953 - Barcelona, 15 de julio de 2003).


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

jueves, 4 de diciembre de 2014

JORGE LUIS BORGES, Para que se repita una escena







LA TRAMA

     Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por lo impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.
     Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.


Jorge Luis Borges (1899–1986)
En El hacedor (1960).


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

martes, 2 de diciembre de 2014

ROBERTO ARLT, ¿Quiere usted dejarse de macanear?












EL IDIOMA DE LOS ARGENTINOS

     El señor Monner Sans, en una entrevista concedida a un repórter de El Mercurio, de Chile, nos alacranea de la siguiente forma:

“En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defien­de a la Academia ni a su gramática. El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos… La moda del `gauchesco` pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el lunfardo’, léxico de origen es­purio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argenti­na. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos”.

     ¿Quiere usted dejarse de macanear? ¡Cómo son ustedes los gramáti­cos! Cuando yo he llegado al final de su reportaje, es decir, a esa fraseci­ta: “Felizmente se realiza una obra depuradora en la que se hallan empe­ñados altos valores intelectuales argentinos”, me he echado a reír de bue­nísima gana, porque me acordé que a esos “valores” ni la familia los lee, tan aburridores son.

     ¿Quiere que le diga otra cosa? Tenemos un escritor aquí -no recuerdo el nombre- que escribe en purísimo castellano y para decir que un señor se comió un sandwich, operación sencilla, agradable y nutritiva, tuvo que emplear todas estas palabras: “y llevó a su boca un emparedado de ja­món”. No me haga reír, ¿quiere? Esos valores, a los que usted se refiere, insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz grue­sa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Señores que escriben li­bros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando la dife­rencia que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto. Estos caballeros forman una colección pavorosa de “engrupidos” -¿me per­mite la palabreja?- que cuando se dejan retratar, para aparecer en un diario, tienen el buen cuidado de colocarse al lado de una pila de libros, para que se compruebe de visu que los libros que escribieron suman una altura mayor de la que miden sus cuerpos.

     Querido señor Monner Sans: La gramática se parece mucho al bo­xeo. Yo se lo explicaré:
Cuando un señor sin condiciones estudia boxeo, lo único que hace es repetir los golpes que le enseña el profesor. Cuando otro señor estudia boxeo, y tiene condiciones y hace una pelea magnífica, los críticos del pu­gilismo exclaman: “¡Este hombre saca golpes de `todos los ángulos’!” Es decir, que, como es inteligente, se le escapa por una tangente a la esco­lástica gramatical del boxeo. De más está decir que éste que se escapa de la gramática del boxeo, con sus golpes de “todos los ángulos”, le rompe el alma al otro, y de allí que ya haga camino esa frase nuestra de “boxeo europeo o de salón”, es decir, un boxeo que sirve perfectamente para ex­hibiciones, pero para pelear no sirve absolutamente nada, al menos fren­te a nuestros muchachos antigramaticalmente boxeadores.

     Con los pueblos y el idioma, señor Monner Sans, ocurre lo mismo. Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma, como que, no teniendo ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo europeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista. Eso sí; a mí me parece lógico que ustedes protesten. Tienen derecho a ello, ya que nadie les lleva el apunte, ya que ustedes tienen el tan poco discernimiento peda­gógico de no darse cuenta de que, en el país donde viven, no pueden obli­garnos a decir o escribir: “llevó a su boca un emparedado de jamón”, en vez de decir: “se comió un sandwich”. Yo me jugaría la cabeza que usted, en su vida cotidiana, no dice: “llevó a su boca un emparedado de jamón”, sino que, como todos diría: “se comió un sandwich”. De más está decir que todos sabemos que un sandwich se come con la boca, a menos que el autor de la frase haya descubierto que también se come con las orejas.

     Un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia. Nada más. Usted ve lo que pasa con Estados Unidos. Nos mandan sus artículos con leyendas en inglés, y muchos términos ingleses nos son familiares. En el Brasil, muchos términos argentinos (lunfardos) son populares. ¿Por qué? Por prepotencia. Por superioridad.


     Last Reason, Félix Lima, Fray Mocho y otros, han influido mucho más sobre nuestro idioma, que todos los macaneos filológicos y gramati­cales de un señor Cejador y Frauca, Benot y toda la pandilla polvorienta y malhumorada de ratones de biblioteca, que lo único que hacen es revolver archivos y escribir memorias, que ni ustedes mismos, gramáticos in­signes, se molestan en leer, porque tan aburridas son.

     Este fenómeno nos demuestra hasta la saciedad lo absurdo que es pretender enchalecar en una gramática canónica, las ideas siempre cam­biantes y nuevas de los pueblos. Cuando un malandrín que le va a dar una puñalada en el pecho a un consocio, le dice: “te voy a dar un punta­zo en la persiana”, es mucho más elocuente que si dijera: “voy a ubicar mi daga en su esternón”. Cuando un maleante exclama, al ver entrar a una pandilla de pesquisas: “¡los relojié de abanico!”, es mucho más grá­fico que si dijera: “al socaire examiné a los corchetes”.

     Señor Monner Sans: Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresi­va, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aque­llos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, ha­blaríamos todavía el idioma de las cavernas. Su modesto servidor.
Q.B.S.M.

Roberto Arlt (1940-1942).
"El idioma de los argentinos", El Mundo, 17 de enero de 1930.
De “Aguafuertes porteñas”.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.

viernes, 28 de noviembre de 2014

PIGLIA, En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota




TESIS SOBRE EL CUENTO

I
     En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota: "Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida". La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito
     Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse), la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.
     Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias.


II

     El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

     El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.


III

     Cada una de las dos historias se cuenta de un modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales del cuento tienen doble función y son usados de manera distinta en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción.


IV

     En "La muerte y la brújula", al comienzo del relato, un tendero se decide a publicar un libro. Ese libro está ahí porque es imprescindible en el armado de la historia secreta. ¿Cómo hacer para que un gángster como Red Scharlach esté al tanto de las complejas tradiciones judías y sea capaz de tenderle a Lönnrott una trampa mística y filosófica? El autor, Borges, le consigue ese libro para que se instruya. Al mismo tiempo utiliza la historia 1 para disimular esa función: el libro parece estar ahí por contigüidad con el asesinato de Yarmolinsky y responde a una casualidad irónica. "Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro publicó una edición popular de la Historia de la secta de Hasidim." Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra. El libro del tendero es un ejemplo (como el volumen de Las mil y una noches en "El Sur", como la cicatriz en "La forma de la espada") de la materia ambigua que hace funcionar la microscópica máquina narrativa de un cuento.


V

     El cuento es un relato que encierra un relato secreto.
No se trata de un sentido oculto que dependa de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento.
     Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento.


VI

     La versión moderna del cuento que viene de Chéjov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, el Joyce de Dublineses, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a lo Poe contaba una historia anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si fueran una sola.
La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.


VII

     "El gran río de los dos corazones", uno de los relatos fundamentales de Hemingway, cifra hasta tal punto la historia 2 (los efectos de la guerra en Nick Adams), que el cuento parece la descripción trivial de una excursión de pesca. Hemingway pone toda su pericia en la narración hermética de la historia secreta. Usa con tal maestría el arte de la elipsis que logra que se note la ausencia de otro relato.
     ¿Qué hubiera hecho Hemingway con la anécdota de Chejov? Narrar con detalles precisos la partida y el ambiente donde se desarrolla el juego, y la técnica que usa el jugador para apostar, y el tipo de bebida que toma. No decir nunca que ese hombre se va a suicidar, pero escribir el cuento como si el lector ya lo supiera.


VIII

     Kafka cuenta con claridad y sencillez la historia secreta y narra sigilosamente la historia visible hasta convertirla en algo enigmático y oscuro. Esa inversión funda lo "kafkiano".
     La historia del suicidio en la anécdota de Chejov sería narrada por Kafka en primer plano y con toda naturalidad. Lo terrible estaría centrado en la partida, narrada de un modo elíptico y amenazador.


IX

     Para Borges, la historia 1 es un género y la historia 2 es siempre la misma. Para atenuar o disimular la monotonía de esta historia secreta, Borges recurre a las variantes narrativas que le ofrecen los géneros. Todos los cuentos de Borges están construidos con ese procedimiento.
     La historia visible, el cuento, en la anécdota de Chejov, sería contada por Borges según los estereotipos (levemente parodiados) de una tradición o de un género. Una partida de taba entre gauchos perseguidos (digamos) en los fondos de un almacén, en la llanura entrerriana, contada por un viejo soldado de la caballería de Urquiza, amigo de Hilario Ascasubi. El relato del suicidio sería una historia construida con la duplicidad y la condensación de la vida de un hombre en una escena o acto único que define su destino.


X

     La variante fundamental que introdujo Borges en la historia del cuento consistió en hacer de la construcción cifrada de la historia 2 el tema del relato.

     Borges narra las maniobras de alguien que construye perversamente una trama secreta con los materiales de una historia visible. En "La muerte y la brújula", la historia 2 es una construcción deliberada de Scharlach. Lo mismo ocurre con Azevedo Bandeira en "El muerto", con Nolam en "Tema del traidor y del héroe".

     Borges (como Poe, como Kafka) sabía transformar en anécdota los problemas de la forma de narrar.


XI

     El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la búsqueda siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta. "La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato", decía Rimbaud.

     Esa iluminación profana se ha convertido en la forma del cuento.


Ricardo Piglia (Adrogué, 1940).
En. “Formas breves”, Temas Grupo Editorial, 1999.

Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

miércoles, 26 de noviembre de 2014

SARA GALLARDO, Vi los trenes de los muertos




LOS TRENES DE LOS MUERTOS

     El rápido a Bahía Blanca arrastró al hijo del capataz de la cuadrilla que reparaba las vías. Era un hombre triste desde la muerte de su mujer; con esto se dio a beber.
     El hijo estuvo un mes como dormido. Cuando volvió a su casa no era el mismo.
     Rengo. Pero sobre todo ausente.
     Se entregó a encender pequeñas fogatas.

     Las alimentaba de día, de noche.
     A veces levantaba los brazos dando un grito.
     Una tarde, su padre llegó del almacén y se puso a llorar. ¿Qué hacía con esos fuegos, por Dios Santo? Causaban la compasión de los vecinos.
     A la hora del accidente, dijo el niño, vi los trenes de los muertos.

     Cruzándose como rayos sobre el mundo. Unos venían y otros iban y otros subían o bajaban sin dirección y sin destino. Vio en las ventanillas las caras de los muertos de este mundo. Lívidas caras con sonrisa, caras dobladas. Caras sujetas por telas que asfixian, manos que cuelgan, pelos de colores, electricistas, amas de hogar, sacerdotes, presidentes de compañías. Muertos en vida. Pómulos cubiertos de polvillo de hueso. Zarandeándose.
     Vio conocidos. Vecinos.
     En trenes que refulgían como fantasmas que se levantan de pantanos. A cabezadas, rizos contra los vidrios, sin pedir ayuda, sin desearla. En una noche permanente, los trenes sin voz ni silbato, cruzándose. Sin señales, sin orden.

     Se superponían, se sucedían, se cambiaban. 
     Nadie los oye ni los ve, volando en todas partes sobre el mundo. 
     El dolor que había visto era alegre junto al dolor en esos trenes. Vio, como si los tocara, que el frío congelaba a esos viajeros, igual que a los que duermen para siempre en los Andes. Y dentro de esos témpanos los ojos llamaban sin llamado.

     Ponía señales para eso. Para los trenes de los muertos.



Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931-1988).

Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

martes, 25 de noviembre de 2014

SARA GALLARDO, Leyendo a Walter Scott











UN CAMALOTE


     Leyendo a Walter Scott se me ocurrió edificar un castillo frente al Paraná. Me hizo feliz con sus almenas, torres, puente levadizo. Un camalote trajo por el río a un tigre de la región del norte.
     Mató a mi mujer y a mis tres hijos.
     Leyendo a Walter Scott: olvidé dónde estaba.
     Ya no lo olvidaré.


Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931-1988).




Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

viernes, 21 de noviembre de 2014

ALFREDO VEIRAVÉ, Por tus hermosas piernas de gata complicada















ESCUELA O MOVIMIENTO AL CUAL PERTENECE

Pertenezco a la escuela o movimiento denominado “Repentismo”,
inventado por mí que por supuesto en este instante
no soy Huidobro ni menos aquel francés ladrón de fuego,
sino argentinamente (simplemente) un poeta repentista:
una especie de ebrio momentáneo que después corrige sus (alcoholes)
—lo que está entre paréntesis se puede intercambiar
y las comillas indican otro texto:
“la energía verbal de un hombre rechazado
por tus hermosas piernas de gata complicada”
                un acuático camalote de la especie
en una gran laguna del Gran Chaco
que sinceramente les advierte:
no tiren sobre el agua ni una hoja del infierno
porque las ondas concéntricas son capaces de inventar un Paraíso, y ya verán
de pronto en esas selvas Roussonianas las razones por las cuales
la pareja es arrojada del Edén; así lo menos,
para no explicar ahora
a cuáles modos en el uso de las hojas pertenecen
los vestidos desnudos de ella y él, o el rapidísimo festín
de las imágenes que inventamos ahora en este cine.
                Perplejos y abismáticos
espectros que la vida borra con el codo. Sí, yo también entre ellas
                pertenezco
solamente al movimiento de las hojas.


En: Radar en la tormenta, 1985.
Alfredo Veiravé (Gualeguay, Entre Ríos, 1928 – Resistencia, Chaco, 1991).




Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

jueves, 20 de noviembre de 2014

CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE, No












No hagas poemas con problemas personales.



Carlos Drummond de Andrade (Brasil, 1902 – 1987).


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

lunes, 17 de noviembre de 2014

JUAN JOSÉ SAER, el estado poético






EL ESTADO POÉTICO

Estás en la ventana y cuando creías
haber perdido todo olvidado todo
no ser nadie ni nada
sin cara o manos para tocar ninguna cosa
he aquí que el llamado suena y oyes la voz
y anochece en un cielo verde como un árbol

noviembre 21 de 1966


En: “Papeles de trabajo. Borradores inéditos”, Seix Barral, 2012.
Juan José Saer (Serodino, Santa Fe, 1937 – París, 2005).



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

jueves, 13 de noviembre de 2014

JUAN L. ORTIZ, El silencio del otoño entre la arboleda del crepúsculo






El silencio del otoño entre la arboleda del crepúsculo.
El pálido silencio del agua rameada, gris, bajo la última ceniza.
Apenas, muy apenas, la frágil despedida
de algunas hojas.

Por calles de sueños fuimos hacia la arboleda
en el anochecer del arrabal.
Angustia solitaria, casi trágica, la del anochecer del arrabal.

Y el silencio del otoño entró en el sueño,
en el duermevela prolongado.
Y surgiste, tú, rostro de madre,
surgiste del silencio del otoño,
de la no todavía muerte de la tierra.
De un silencio de árboles obscuros contra el crepúsculo
y de ramas hundidas en un más allá líquido, surgiste.
No, no, la tierra atraía todo el sueño del cielo
y me devolvía un rostro casi perdido.
La sonrisa iluminada no se había apagado en la noche de las raíces.
Y tu voz, madre mía, siempre sabia para la tristeza o la inquietud sin nombre.
Y tus ojos que veían cosas hostiles en torno de nosotros…

Me hablaste y no eras tú, madre, la que me hablaba.
Por qué en el sueño tu voz perdió de pronto los límites queridos?
Era la otra madre, sí, la que me hablaba con palabras sin formas y de una profundidad infinita pero a las cuales una íntima luz que nacía del sueño
iba dando su consentimiento y su adhesión.

Y fue el juramento luego de todo el ser:
la absoluta fidelidad al destino de esta madre,
iluminado como un arcoiris en el cielo del sueño,
en el cielo del sueño cerrado por el silencio del otoño.


De “El álamo y el viento” (1947), en “Obra Completa”, Centro de Publicaciones, 
Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1996.

Juan Laurentino Ortiz nació el 11 de junio de 1896 en Puerto Ruiz, cerca de Gualeguay (Entre Ríos), 
ciudad donde vivirá hasta 1942 cuando se muda a Paraná. Murió el 2 de septiembre de 1978.




Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

BORGES El ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones



     El ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones, no a merecer hallazgos. Nos revela nuestras imposibilidades, nuestros severos límites. Al cabo de los años, he comprendido que me está vedado ensayar la cadencia mágica, la curiosa metáfora, la interjección, la obra sabiamente gobernada o de largo aliento. Mi suerte es lo que suele denominarse poesía intelectual. La palabra es casi un oximoron; el intelecto (la vigilia) piensa por medio de abstracciones, la poesía (el sueño), por medio de imágenes, de mitos o de fábulas. La poesía intelectual debe entretejer gratamente esos dos procesos. Así lo hace Platón en sus diálogos; así lo hace también Francis Bacon en su enumeración de los ídolos de la tribu, del mercado de la caverna y del teatro. El maestro del género es, en mi opinión, Emerson; también lo han ensayado, con diversa felicidad, Browning y Frost, Unamuno y, me aseguran, Paul Valéry.

     Admirable ejemplo de una poesía puramente verbal es la siguiente estrofa de Jaimes Freyre:

                                               Peregrina paloma imaginaria 
                                               que enardeces los últimos amores; 

                                               alma de luz, de música y de flores, 
                                               peregrina paloma imaginara.


     No quiere decir nada y a la manera de la música dice todo.

     Ejemplo de poesía intelectual es aquella silva de Luis de León, que Poe sabía de memoria:

                                             Vivir quiero conmigo, 
                                             gozar quiero del bien que debo al Cielo, 

                                             a solas, sin testigo, 
                                             libre de amor, de celo, 
                                            de odio, de esperanza, de recelo.


     No hay una sola imagen. No hay una sola hermosa palabra, con la excepción dudosa de “testigo”, que no sea una abstracción.

     Estas páginas buscan, no sin incertidumbre, una vía media.


J.L.B.
Buenos Aires, 29 de abril de 1981

Prólogo a La cifra, 1981.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-