"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

viernes, 22 de agosto de 2014

Encuentro en el taller con Eduardo Bechara Navratilova

 Hermeto González, Carolina Cortazzo, José María Pallaoro, Eduardo Bechara, 
Laura Cristina Ceniceros, Justine Bevilacqua y Graciela Abal

 Mechi do Eyo, José María, Hermeto, Eduardo, Laura y Justine

Anoche, en el taller, nos visitó el trotamundo y escritor colombiano Eduado Bechara Navratilova (Bogotá, Colombia, 1972).


Diálogo, anécdotas, discusión acerca de la posición del escritor como artista e intelectual en el mundo. Lectura de poemas, como éste de Julio José Leite (Ushuaia, 1957):

YO MESA

En ésta,
mi memoria de árbol,
a pesar de la tortura
de la sierra
y del darme cuenta
que al caer
el cielo se me iba
para siempre,
me han quedado
ráfagas de nidos,
chisporroteos, digo,
que confundo
con viruta y garlopa
-lágrimas de madera-.
Pues bien,
ahora mi altura
se dispersa
en esta sala
de frondosas copas
que se posan
sobre la llanura
redonda de mi tabla.
He aguantado también
como mesa digna
el sueño delgado,
el sueño fértil
como vega,
sutil
de tanta rabia y amor
gatuno de acechanza.


Yo mesa,
madera elaborada,
antes árbol,
he aguantado
el diluvio del amor;
soy el Caleuche
y tengo ojos,
astillitas que miran,
y tengo niños
que aún se encaraman
por mis ramas,
poetas, músicos, chamanes,
pájaros tengo
que me habitan
y en mi casa,
en la casa del Carlos,
soy mesa, soy árbol
y vuelvo a tener cielos.

jueves, 21 de agosto de 2014

Taller Mundo despierto


Hoy en Taller nos despabilamos con: 
Thomas Merton. W. Wombrowicz. Idea Vilariño. Irina Bogdaschevski. César Fernández Moreno… 
Y nos visita Eduardo Bechara Navratilova 
(trotamundos y escritor colombiano). 

sábado, 16 de agosto de 2014

Joaquín Giannuzzi, La paz del torturador






LA PAZ DEL TORTURADOR

El torturador está cenando
con su sagrada familia.
Todo parece andar bien en este pequeño mundo.
Él está satisfecho con su trabajo
tan gratificante
que con 220 voltios es capaz de hacer maravillas
como arrancar de raíz
el más recóndito secreto de Dios.
La esposa no tiene porqué saber nada
acerca de estos asuntos
que por otra parte no le servirían
para hacer una buena sopa.
Sus dos hijitos admiran a papá
por su generosa manera
de llenar el mundo a su alrededor.
Cuando llega de la calle
el perro mueve felizmente la cola
y a los dos les da lo mismo
cualquier sistema social.



Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004).


Taller

No comparto, dice Garay

Juan José Saer
DISCUSIÓN SOBRE EL TÉRMINO ZONA

     Lugar: Un restaurant de nombre “El Dorado”, del otro lado del puente colgante, sobre el camino de la costa; en rigor, un cubículo desparejo de lata, dividido en dos por un tabique de madera, con una galería de madera que da sobre el camino y un patio trasero lleno de árboles, separado del río por una baranda de troncos. Después de la baranda viene un declive abrupto, la barranca, y en seguida el río. En la otra orilla, casas elevadas sobre pilares de madera dan sus fachadas frágiles al agua.


     Época: Un día de febrero de 1967, a las dos de la tarde.


     Temperatura: Treinta y siete grados a la sombra.


     Protagonistas: Lalo Lescano, y Pichón Garay. Han nacido el mismo día del mismo año, 1940, pero mientras que miembros de la familia Garay sostienen descender del fundador de la ciudad, Juan de Garay, el día en que Lalo Lescano nació unas vecinas tuvieron que hacer una colecta para mandar a la madre de Lalo al hospital, ya que su padre, que era mozo en un restaurant, se demoró muchas horas antes de volver a su casa, se supone que en las carreras de caballos.



     Circunstancias: Comida de despedida, porque Garay saldrá dentro de unos meses para Europa, donde se quedará a vivir unos años.



     La discusión comienza cuando Garay dice que va a extrañar y que un hombre debe ser siempre fiel a una región, a una zona. Garay habla mirando hacia el agua –están sentados a una mesa defendida del sol por la sombra de los árboles– mientras amasa con el índice y el pulgar un pedazo de papel de diario, que ha servido de envoltorio a los pescados a la parrilla. Ni Lescano ni Garay son sibaritas, pero van a ese restaurant (ninguno de los dos lo confiesa), porque saben que años atrás lo frecuentaban Higinio Gómez, César Rey, Marcos Rosemberg, Jorge Washington Noriega y otros que pasaban a ser la vanguardia literaria de la ciudad. Cuando el pedacito de papel está bien amasado, Garay lo tira en dirección al río, sin cuidarse de mirar donde cae. Lescano sigue la trayectoria de la bolita gris con la mirada, y dice entonces que no hay regiones, o que es más bien difícil precisar el límite de una región. Y explica: ¿Dónde empieza la costa? En ninguna parte. No hay ningún punto preciso en el que se pueda decir que empiece la costa. Pongamos por ejemplo dos regiones: la pampa gringa y la costa. Son regiones imaginarias. ¿Hay algún límite entre ellas, un límite real, aparte del que los manuales de geografía han inventado para manejarse más cómodamente? Ninguno. Él, Lescano, está dispuesto a admitir ciertos hechos: la tierra es diferente, tiene otro color, y en tanto que la pampa gringa se siembran trigo, lino, alfalfa, en la costa, en cambio, pareciera que la tierra es más apta para el arroz, el algodón, el tabaco. Pero, ¿cuál es el punto preciso en que se deja de sembrar trigo y se empieza a sembrar algodón? Étnicamente la pampa gringa está compuesta más bien por extranjeros, italianos sobre todo, en tanto que en la costa predominan las familias criollas. ¿Pero acaso no hay italianos en la costa y criollos en la pampa gringa? La pampa gringa es más fuerte desde el punto de vista económico, y sabemos con precisión que mientras que ella está más cerca de Córdoba, la costa en cambio limita con Entre Ríos y con Corrientes. Todo esto supone un principio de diferenciación, admitido. Pero, ¿no existe también la posibilidad de definir la pampa gringa como una costa que está más lejos de Entre Ríos (la parte de la costa más alejada de Entre Ríos, digamos), una costa en la que por las características de la tierra se siembra más trigo que algodón? Yo admitiría que se trata de una región diferente si hubiese la posibilidad de marcar un límite con precisión, pero esa posibilidad no existe. La proximidad del río no es un buen argumento, porque hay partes de la costa que no están en la proximidad del río, y se la llama sin embargo la costa. No hay ningún límite preciso: el último arrozal está ya en el interior de los campos de trigo, o viceversa. Pongamos, si te parece, otro ejemplo: la ciudad. ¿Dónde termina el centro y dónde empiezan los arrabales? La línea divisoria es convencional. El boulevard Gálvez, digamos. Pero cualquiera de nosotros sabe muy bien, porque ha nacido aquí y ha vivido aquí y conoce por lo tanto la ciudad de memoria, que al norte del Boulevard Gálvez hay muchísimas cosas que podrían estar, tranquilamente, en el centro: casas de varios pisos, monoblocs, negocios, buenas familias. Y la ciudad ¿dónde termina? No en la caminera, porque la gente que vive más allá de la caminera dice, cuando le preguntan dónde vive, que vive en la ciudad. Por lo tanto, no hay zonas. No entiendo, termina Lescano, cómo se puede ser fiel a una región, si no hay regiones.
     No comparto, dice Garay.



Taller

Miguel Ángel Bustos, los que se salven

EPÍSTOLA DE SAN PABLO A LOS MAYAS, 
INCAS Y AZTECAS

     Tendréis que esperar. Errar en sombras. Renacer en toscos cielos de jaspe y herrumbre. Pero en el decimoquinto siglo de nuestra era caeremos sobre vosotros.
     Vuestros templos de oro atravesarán el mar. Todo vigor será castrado. Cada amanecer será pecado mortal. Diezmaremos vuestro pueblo, los que se salven serán bautizados.



Taller

miércoles, 13 de agosto de 2014

César Fernández Moreno y las palabras


LAS PALABRAS

tienen cuerpo las palabras tocan y son tocadas
son caramelos se las puede lamer chupar mamar
hierven como peces en un estanque tropical
tienen tantas formas como las valvas según las rocas a que se adhieran
pero importa mucho más lo que contiene su nacarado seno
la vida deliciosa frágil del ser que las habita
son transparentes para que resplandezca su contenido
son crisálidas clavos ardiendo
granadas que revientan en la mano si no se arrojan a tiempo
sólo viven para morir
son pilotos suicidas
perecen al tocar su objetivo

la poesía es uno de esos objetivos
uno de los nombres del hombre
su respuesta al canto del gallo
toda expresión equívoca que aclara las cosas
la parte en blanco de los formularios
el himno de libertad de un libre o de un esclavo
un balbuceo muy bien impostado
un abuso del lenguaje
cualquier cosa natural para decir después de hacer el amor
un lenguaje todo el tiempo tan intenso como una despedida
el halo que circunda ese lenguaje
cuando se llega al borde sólo hay un modo de hablar
la metáfora decir que una cosa es otra
en el límite todas las cosas son otras
todo es todo la verdad radica en soplos
la poesía la dice no hay otra ciencia exacta
la dice en cierto modo en cierto estilo con ciertas palabras
confunde esas palabras las calienta para impedir que la vida se entumezca en ellas
hace convergir la vida en las palabras
bosques vecinos uniendo sus incendios
el poeta nace se hace se deshace
se rehace renace
es el inspector más general
un contemplativo sin contemplaciones
todas las cosas le interesan por igual pero a algunas les presta demasiada atención
a otras demasiado poca
es un científico cuya mente funciona sin datos
es un deslenguado
es una cruza de perro y dactilógrafo
para ser poeta basta con saber oler y escribir
su conducta nunca es absurda
nunca sabe en qué recodo encontrará las palabras
siempre está naufragando en la libertad
atravesando de piedra en palabra el río del tiempo
todo el tiempo siente cómo pasa el tiempo
cambia gente por soledad a través de angustia
las estrellas volatilizan a esa gente
pero ese hombre tiene que contarle cómo son esas estrellas
está prisionero en una fortaleza no puede comunicarse sino parabólicamente
por medio de obuses palomas mensajeras silbatos supersónicos
es decir palabras
montado en ellas vuelve de su soledad a la gente
ustedes qué harían si vieran descender un plato volador
correrían a contárselo a todos
cualquier cosa que ve el poeta le parece un plato volador
todas lo son
ustedes escuchen o no pero él debe hablar
no le importa que a ustedes no les importe

mentiras le importa mucho y a ustedes también debería importarles
no piensen en él como poeta sino como hombre
de un tajo él se da cuenta cómo es alguna cosa
relaciones estrechísimas entre cosas al parecer remotísimas
él pone poética la realidad
la pone como es
o tal vez al contrario la realidad es la que se pone poética
las cosas se enternecen se desequilibran trascienden peligrosamente sus límites
otra vez un bosque pero de otoño con todos sus árboles vibrantes de balsámicas hojas
un movimiento se inicia alrededor del poeta lo arrastra a girar
para no caer debe aferrarse a las palabras
para flotar en ese vacío hace falta una balsa o un puente colgante de palabras
o escala de seda o palabras por donde tal vez subir
la situación exige no perecer asumir una forma estable
no tiene otra salida que las palabras así como el atardecer no tiene otra que las campanas
el poeta está obligado a descubrir y pronunciar esas palabras
una fisura se oscurece en la pulimentada superficie del mundo
donde él introduce la arista más delgada de su cuña verbal
a medida que los hechos pasan a palabras se va apaciguando el vórtice de realidad
enardeciéndose el de palabras
hasta que el poeta entrega su confesión por escrito

la poesía es el arte de no escribir*
dígalo con palabras como si no lo dijera con palabras
cualquier cosa puede concentrarse en una palabra o extenderse en mil
hay que encontrar la cantidad exacta que resulte poética
cada palabra tiene mil sentidos
dos juntas multiplican un millón
con el correr del tiempo las precisiones se van desgastando como templos abandonados en la selva
el poeta quiso fabricar una llave pero le salió una ganzúa
ya no sabe qué puertas abrirá pero las abrirá
admiremos al noble ladrón que sólo roba puertas cerradas
ha aceptado ser un sicario pero de la poesía
ha decidido gastar su tiempo en eso
está dispuesto a consumir un año en una e
a escribir con su sangre letreros luminosos
a escribir con bordes de monedas con lapiceras explosivas
con guantes con la zurda
aunque los dedos se le agarroten o se le derritan
a la madrugada levantándose o acostándose
con el deseo con el hartazgo
él estaba escribiendo
se quedó ciego y siguió escribiendo

el poema es el arma perfecta
complejo aceitado compacto
todo poeta vive como un pistolero
con el corazón en la boca
las palabras le ordenan el mundo pero le desordenan la vida
él no compra un espejo para adornar el dormitorio de su amante
compra la palabra espejo para adornar el verso donde su amante lo abandona
y se queda solo frente a ese espejo
las balas rebotan en la blindada imagen
el arma funciona contra su portador pero él no quiere soltarla
se agarra del mundo por donde puede
su hacer es lo único que puede oponer al tiempo

el tiempo procura absorberme
integrarme a sí desintegrarme a mí
imposible evitar la lucha entre él y yo
yo lo voy a llenar de mí mismo de cosas en que me transformo
escribir como amar son órganos por donde me vuelco
me lanzo a ser en el tiempo bajo una forma nueva
hasta que me vacíe del todo ya lo sé
pero el tiempo no puede quedar así
hay que ponerlo overo de palabras


* Esta definición sólo es válida para poetas.


En: “Argentino hasta la muerte” (primera edición 1963, 
corregida en ediciones sucesivas), CEAL, 1982.

César Fernández Moreno (Buenos Aires, 1919 – París, 1985).

Ilustración: Fati. Dibujo tinta.