"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

sábado, 16 de agosto de 2014

No comparto, dice Garay

Juan José Saer
DISCUSIÓN SOBRE EL TÉRMINO ZONA

     Lugar: Un restaurant de nombre “El Dorado”, del otro lado del puente colgante, sobre el camino de la costa; en rigor, un cubículo desparejo de lata, dividido en dos por un tabique de madera, con una galería de madera que da sobre el camino y un patio trasero lleno de árboles, separado del río por una baranda de troncos. Después de la baranda viene un declive abrupto, la barranca, y en seguida el río. En la otra orilla, casas elevadas sobre pilares de madera dan sus fachadas frágiles al agua.


     Época: Un día de febrero de 1967, a las dos de la tarde.


     Temperatura: Treinta y siete grados a la sombra.


     Protagonistas: Lalo Lescano, y Pichón Garay. Han nacido el mismo día del mismo año, 1940, pero mientras que miembros de la familia Garay sostienen descender del fundador de la ciudad, Juan de Garay, el día en que Lalo Lescano nació unas vecinas tuvieron que hacer una colecta para mandar a la madre de Lalo al hospital, ya que su padre, que era mozo en un restaurant, se demoró muchas horas antes de volver a su casa, se supone que en las carreras de caballos.



     Circunstancias: Comida de despedida, porque Garay saldrá dentro de unos meses para Europa, donde se quedará a vivir unos años.



     La discusión comienza cuando Garay dice que va a extrañar y que un hombre debe ser siempre fiel a una región, a una zona. Garay habla mirando hacia el agua –están sentados a una mesa defendida del sol por la sombra de los árboles– mientras amasa con el índice y el pulgar un pedazo de papel de diario, que ha servido de envoltorio a los pescados a la parrilla. Ni Lescano ni Garay son sibaritas, pero van a ese restaurant (ninguno de los dos lo confiesa), porque saben que años atrás lo frecuentaban Higinio Gómez, César Rey, Marcos Rosemberg, Jorge Washington Noriega y otros que pasaban a ser la vanguardia literaria de la ciudad. Cuando el pedacito de papel está bien amasado, Garay lo tira en dirección al río, sin cuidarse de mirar donde cae. Lescano sigue la trayectoria de la bolita gris con la mirada, y dice entonces que no hay regiones, o que es más bien difícil precisar el límite de una región. Y explica: ¿Dónde empieza la costa? En ninguna parte. No hay ningún punto preciso en el que se pueda decir que empiece la costa. Pongamos por ejemplo dos regiones: la pampa gringa y la costa. Son regiones imaginarias. ¿Hay algún límite entre ellas, un límite real, aparte del que los manuales de geografía han inventado para manejarse más cómodamente? Ninguno. Él, Lescano, está dispuesto a admitir ciertos hechos: la tierra es diferente, tiene otro color, y en tanto que la pampa gringa se siembran trigo, lino, alfalfa, en la costa, en cambio, pareciera que la tierra es más apta para el arroz, el algodón, el tabaco. Pero, ¿cuál es el punto preciso en que se deja de sembrar trigo y se empieza a sembrar algodón? Étnicamente la pampa gringa está compuesta más bien por extranjeros, italianos sobre todo, en tanto que en la costa predominan las familias criollas. ¿Pero acaso no hay italianos en la costa y criollos en la pampa gringa? La pampa gringa es más fuerte desde el punto de vista económico, y sabemos con precisión que mientras que ella está más cerca de Córdoba, la costa en cambio limita con Entre Ríos y con Corrientes. Todo esto supone un principio de diferenciación, admitido. Pero, ¿no existe también la posibilidad de definir la pampa gringa como una costa que está más lejos de Entre Ríos (la parte de la costa más alejada de Entre Ríos, digamos), una costa en la que por las características de la tierra se siembra más trigo que algodón? Yo admitiría que se trata de una región diferente si hubiese la posibilidad de marcar un límite con precisión, pero esa posibilidad no existe. La proximidad del río no es un buen argumento, porque hay partes de la costa que no están en la proximidad del río, y se la llama sin embargo la costa. No hay ningún límite preciso: el último arrozal está ya en el interior de los campos de trigo, o viceversa. Pongamos, si te parece, otro ejemplo: la ciudad. ¿Dónde termina el centro y dónde empiezan los arrabales? La línea divisoria es convencional. El boulevard Gálvez, digamos. Pero cualquiera de nosotros sabe muy bien, porque ha nacido aquí y ha vivido aquí y conoce por lo tanto la ciudad de memoria, que al norte del Boulevard Gálvez hay muchísimas cosas que podrían estar, tranquilamente, en el centro: casas de varios pisos, monoblocs, negocios, buenas familias. Y la ciudad ¿dónde termina? No en la caminera, porque la gente que vive más allá de la caminera dice, cuando le preguntan dónde vive, que vive en la ciudad. Por lo tanto, no hay zonas. No entiendo, termina Lescano, cómo se puede ser fiel a una región, si no hay regiones.
     No comparto, dice Garay.



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