"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

domingo, 24 de diciembre de 2023

Dentro y fuera de casa 2023

Casa Roja / Taller La Plata

Y NUESTROS ROSTROS, MI VIDA, BREVES COMO FOTOS




Casa Verde / Taller City Bell

















Libros


Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, 
y su destino es solo para este objetivo.- 
#JoséMaríaPallaoro / 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual /

NÉSTOR MUX en Taller La Plata viernes 27 de octubre de 2023 /

sábado, 28 de octubre de 2023

NÉSTOR MUX en Taller La Plata viernes 27 de octubre de 2023

Diego Caviglia, Josefa Lombardo, Susana Siveau, Graciela Tsioulis, Soledad Gutierrez Eguía, José María Pallaoro,
Néstor Mux, Mirta del Pino, Eduardo Sabbione, Juan Pedro


Encuentro en Taller La Plata con Néstor Mux viernes 27 de octubre de 2023 /
VIERNES DE LA ETERNIDAD 
Ayer viernes 27 de octubre encuentro en TALLER LA PLATA con Néstor Mux / 
"Necesito creer / que la luz de su lámpara / lo alcance, lo acompañe y lo alumbre" /


Con Graciela Falbo


Con Darío Marchini


Casa Verde / Taller City Bell, unos días antes del encuentro /
Con Soledad Gutierrez Eguía, Juan Pedro y Julieta Sanguinetti /


Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 
#JoséMaríaPallaoro / 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual / 
Fotos: Archivo de La talita dorada / Darío / Soledad / 

lunes, 24 de julio de 2023

El arrabal del universo




JUAN JOSÉ SAER 
(Serodino, provincia de Santa Fe, 28 de junio de 1937 - París, Francia, 11 de junio de 2005) / 
AL ABRIGO 

     Un comerciante de muebles que acababa de comprar un sillón de segunda mano descubrió que en un hueco del respaldo una de sus antiguas propietarias había ocultado su diario íntimo. Por alguna razón -muerte, olvido, fuga precipitada, embargo- el diario había quedado ahí, y el comerciante, experto en construcción de muebles, lo había encontrado por casualidad al palpar el respaldo para probar su solidez. Ese día se quedó hasta tarde en el negocio abarrotado de camas, sillas, mesas y roperos, leyendo en la trastienda el diario íntimo a la luz de la lámpara, inclinado sobre el escritorio. El diario revelaba, día a día, los problemas sentimentales de su autora y el mueblero, que era un hombre inteligente y discreto, comprendió enseguida que la mujer había vivido disimulando su verdadera personalidad y que por un azar inconcebible, él la conocía mucho mejor que las personas que habían vivido junto a ella y que aparecían mencionadas en el diario. El mueblero se quedó pensativo. Durante un buen rato, la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo del mundo, algo escondido -un diario, o lo que fuese-, le parecía extraña, casi imposible, hasta que unos minutos después, en el momento en que se levantaba y empezaba a poner en orden su escritorio antes de irse para su casa, se percató, no sin estupor, de que él mismo tenía, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundo ignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una caja de lata desimulada entre revistas viejas y trastos inútiles, el mueblero tenía guardado un rollo de billetes, que iba engrosando de tanto en tanto, y cuya existencia hasta su mujer y sus hijos desconocían; el mueblero no podía decir de un modo preciso con qué objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando la desagradable certidumbre de que su vida entera se definía no por sus actividades cotidianas ejercidas a la luz del día, sino por ese rollo de billetes que se carcomía en el desván. Y que de todos los actos, el fundamental era, sin duda, el de agregar de vez en cuando un billete al rollo carcomido. Mientras encendía el letrero luminoso que llenaba de una luz violeta el aire negro por encima de la vereda, el mueblero fue asaltado por otro recuerdo: buscando un sacapuntas en la pieza de su hijo mayor, había encontrado por casualidad una serie de fotografías pornográficas que su hijo escondía en el cajón de la cómoda. El mueblero las había vuelto a dejar rápidamente en su lugar, menos por pudor que por el temor de que su hijo pensase que él tenía la costumbre de hurgar en sus cosas. Durante la cena, el mueblero se puso a observar a su mujer: por primera vez después de treinta años le venía a la cabeza la idea de que también ella debía guardar algo oculto, algo tan propio y tan profundamente hundido que, aunque ella misma lo quisiese, ni siquiera la tortura podría hacérselo confesar. El mueblero sintió una especie de vértigo. No era el miedo banal a ser traicionado o estafado lo que le hacía dar vueltas en la cabeza como un vino que sube, sino la certidumbre de que, justo cuando estaba en el umbral de la vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones más elementales que constituían su vida. O lo que él había llamado su vida: porque su vida, su verdadera vida, según su nueva intuición, transcurría en alguna parte, en lo negro, al abrigo de los acontecimientos, y parecía más inalcanzable que el arrabal del universo.


Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual / 
Foto: jmp / Archivo de La talita dorada / 

sábado, 24 de junio de 2023

VINICIUS DE MORAES Para realizarse en medio del amor y la paz


Para que me guardes siempre dentro de tu piel



TALLER VINICIUS DE MORAES
(Río de Janeiro, Brasil, 19 de octubre de 1913 - 9 de julio de 1980) 

SOBRE POESÍA

     No han sido pocas las tentativas de definir lo que es la poesía. Desde Platón y Aristóteles hasta los semánticos y concretos modernos, filósofos, críticos y así mismo los propios poetas en dar una definición del arte de expresarse en versos, viejo como la humanidad. Yo también, en artículos y críticas que ya van largos, no me pude sustraer a la vanidad de hacer mis mots de finesse (mis palabras sutiles o de agudeza) en causa propia -cosa que hoy me parece, si no irresponsable, por lo menos bastante literaria. 

     Un obrero parte de un montón de ladrillos sin significación especial sino serán ladrillos para -bajo la orientación de un constructor que a su vez sigue los cálculos de un ingeniero obediente al proyecto de un arquitecto- levantar una casa. Un montón de ladrillos es un montón de ladrillos. No existe en la belleza específica. Mas una casa puede ser bella, si el proyecto de un buen arquitecto tiene para estructurarla con los cálculos de un buen ingeniero y en la vigilancia de un buen constructor, por un buen obrero, del trabajo en ejecución. 

     Cámbiense ladrillos por palabras, póngase al poeta, subjetivamente, en la cuádruple función de arquitecto, ingeniero, constructor y obrero, y ahí tienes lo que es poesía. La comparación puede parecer orgullosa, del punto de vista del poeta, mas, muy por el contrario, ello me parece colocar a la poesía en su real posición delante de otras artes: la de verdadera humildad. El material del poeta es la vida, y sólo la vida con todo lo que ella tiene de sórdido y sublime. Su instrumento es la palabra. Su función es la de ser expresión verbal rítmica en el mundo informe de sensaciones, sentimientos y presentimientos de los otros con relación a todo lo que existe o es susceptible de existencia en el mundo mágico de la imaginación. Su único deber es hacerlo de la manera más bella, simple y comunicativa posible, de lo contrario él no será nunca un buen poeta, sino un mero lucubrador de versos. 

     El material del poeta es la vida, dijimos. Por eso me parece que la poesía es la más humilde de las artes. Y, como tal, la más heroica, pues esa circunstancia determina que el poeta constituya la leña preferida para el hogar de lo distinto, aunque lo que se muestre de salida a las visitas sea el cuadro encima de ella, o la escultura en el zaguán, o el último long-play en alta fidelidad, o la propia casa si ella fuera obra de un arquitecto de renombre. Y yo les diré el porqué de esa actitud en que no hay en eso ningún misterio, ni cualquier demérito para la poesía. Es que la vida es para todos un hecho cotidiano. Ella lo es por la dinámica misma de sus contradicciones, por el equilibrio mismo de sus polos contrarios. El hombre no podría vivir bajo el sentimiento permanente de esas contradicciones y de esos contrarios, que procura constantemente olvidar para poder mover la máquina del mundo, de la cual es el único creador y obrero, y para no perder su razón de ser dentro de una naturaleza en que constituye al mismo tiempo la nota más bella y más desarmónica. O mejor: para no perder la razón tout court (a secas). 

     Mas para el poeta la vida es eterna. Él vive en el torbellino de esas contradicciones, en el eje de esos contrarios. De no vivir así, se transformaría seguramente, dentro de un mundo en carne viva, en un jardinero, en un floricultor de especímenes que, por más bellos que sean, pertenecen antes a los invernaderos que a los hombres que viven en las calles y en las casas. Esto es al menos para mí. Y no es otra la razón por la cual la poesía ha dado a la historia, dentro del cuadro de las artes, el mayor, a gran distancia, el mayor número de santos y de mártires. Pues, individualmente, el poeta es, ay de él, un ser en constante búsqueda del absoluto y, socialmente, un permanente sublevado. De ahí que no hay por qué extrañarse del hecho de ser la poesía, para efectos domésticos, la hija pobre en la familia de las artes, y un elemento de perturbación del orden dentro de la sociedad tal como está constituida. 

     Se afirma que el poeta es un creador, o mejor, un estructurador de lenguas y, siendo así, de civilizaciones. Homero, Virgilio, Dante, Chaucer, Shakespeare, Camões, los poetas anónimos del Cantar del Mío Cid viven a base de esas afirmaciones. Puede ser. Mas para un burgués común la poesía no es cosa que se pueda cambiar usualmente por dinero, colgar en la pared como un cuadro, colocar en un jardín como una escultura, poner en un tocadiscos como una sinfonía, transportar a la tela como un cuento, una novela o un romance, ni poner en escena como un guion cinematográfico, un ballet o una pieza de teatro. Modigliani -que si estuviese vivo sería multimillonario como Picasso- podía, en la época en que moría de hambre, cambiar una tela por un plato de comida: muchos artistas plásticos lo hicieron antes y después de él. Mas yo hallo difícil que un poeta pueda jamás conseguir su deseo a cambio de un soneto o una balada. Por eso me parece que la mayor belleza de este arte modesto y heroico sea su aparente inutilidad. Eso da al verdadero poeta fuerzas para jamás comprometerse con los dueños de la vida. Su único patrón es la propia vida: la vida de los hombres en su larga lucha contra la naturaleza y contra sí mismos para realizarse en medio del amor y la paz


En Para vivir un gran amor, Ediciones De La Flor, 1968 / Traducción de crónicas: René Palacios More / Traducción de poemas: Mario Trejo / Fotos: jmp / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-

martes, 13 de junio de 2023

TALLER VIRTUAL


Taller de los jueves a las 15 horas / 1 de junio de 2023


JOSÉ MARÍA PALLAORO 
UNO HACE LOS DÍAS MÁS BELLOS

     Uno hace los días más bellos. Uno, si quiere, los hace. A pesar de la tristeza. A pesar del frío que recorre, siempre, el cuerpo. A pesar de la distancia, la que no nos hace ver. Hoy me siento bien. Es cierto, crecen, nutro mis cosas, de a poco, con esfuerzo y deseos. Pienso. Pienso bastante. Dos meses desde que dejé de soñar. Duermo, cuando puedo, en blanco. Al despertar, la sombra de vos se proyecta en el piso, se extiende a la pared, y si estiro el cuello está en el techo. En esa orilla, arriba estás vos, retorna la sed. En ese balanceo el despertar de nuestras miradas, y los besos y las caricias sin saciarse nunca de las aguas que, a veces, calman la sed por un instante. ¿Qué haríamos sin sed? ¿Vos y yo, qué haríamos sin jugos que nos calmen y nos despierten? El blanco del sueño, sombras de cuerpos abrazados, fundidos, en todos sus sentidos. En un día más bello, y entero en la sombra de los dos. 

Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 
#JoséMaríaPallaoro / 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual / 
Fotos: Sabrina Avellaneda / Archivo de La talita dorada / 

sábado, 3 de junio de 2023

LEER A NÉSTOR MUX

Lucas Trevisiol, Graciela Tsioulis, José María Pallaoro,
Josefa Lombardo y Alejandra Rodríguez


NADIE NOS IMPIDE QUE LEAMOS / 

LOS VIERNES DE LA ETERNIDAD / 
Taller presencial en La Plata / 2 de junio de 2023 / 

Parte del grupo que comenzamos la lectura del libro 
“Nadie le pide que escriba” de Néstor Mux: 
Lucas Trevisiol, Graciela Tsioulis, José María Pallaoro, 
Josefa Lombardo y Alejandra Rodríguez / 



Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

#JoséMaríaPallaoro / 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual / 

Fotos: Archivo de La talita dorada / 

Casa Roja / Taller presencial La Plata / 

sábado, 20 de mayo de 2023

BETINA PRENZ Encuentro en Taller La Plata viernes 19 de mayo de 2023


LOS VIERNES DE LA ETERNIDAD / Taller presencial en La Plata / 
Viernes 19 de mayo / Visita de BETINA PRENZ / 

ITALO SVEVO (Trieste, 1861 - Motta di Livenza, 1928) escribe en su diario 
“No es necesario publicar, pero sí se debe (leer y) escribir”. 


Casa Roja / Taller La Plata



Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-

lunes, 24 de abril de 2023

EDUARDO GALEANO La que lo rodea





BORGES 
(1935, Buenos Aires) 

          Le horroriza todo lo que reúne a la gente, como el fútbol o la política, y todo lo que la multiplica, como el espejo o el acto del amor. No reconoce otra realidad que la que existe en el pasado, en el pasado de sus antepasados, y en los libros escritos por quienes supieron nombrarla. El resto es humo. 

          Con alta finura y filoso ingenio, Jorge Luis Borges cuenta la Historia universal de la infamia. De la infamia nacional, la que lo rodea, ni se entera.



En Memoria del fuego III: El siglo del viento / Siglo Veintiuno Editores (primera edición 1986), 2013 / Fotos: jmp / 
Eduardo Galeano (Montevideo, Uruguay, 3 de septiembre de 1940 – 13 de abril de 2015) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

lunes, 10 de abril de 2023

LUISA VALENZUELA Acá hay muchas como yo




LA LLAVE 

     Una muere mil muertes. Yo, sin ir más lejos, muero casi cotidianamente, pero reconozco que si todavía estoy acá para contar el cuento (o para que el cuento sea contado) se lo debo a aquello por lo cual tantas veces he sido y todavía soy condenada. Confieso que me salvé gracias a esa virtud, como aprendí a llamarla aunque todos la llamaban feo vicio, y gracias a cierta capacidad deductiva que me permite ver a través de las trampas y hasta transmitir lo visto, lo comprendido.
     Ay, todo era tan difícil en aquel entonces. Dicen que sólo Dios pudo salvarme, mejor dicho mis hermanos -mandados por Dios seguramente-, que me liberaron del ogro.
     Me lo dijeron desde un principio. Ni un mérito propio supieron reconocerme, más bien todo lo contrario.
     Los tiempos han cambiado y si he logrado llegar hasta las postrimerías del siglo XX algo bueno habré hecho, me digo y me repito, aunque cada dos por tres traten de desprestigiarme nuevamente.
     Tan buena no serás si ahora te estás presentando en la Argentina, ese arrabal del mundo, me dicen los resentidos (argentinos, ellos).
     Aun así, aun aquí, la vida me la gano honradamente aprovechando mis condiciones innatas. Me lo debo repetir a menudo, porque suelen desvalorizarme tanto que acabo perdiéndome confianza, yo, que tan bien supe sacar fuerzas de la flaqueza.
     De esto sobre todo hablo en mis seminarios: cómo desatender las voces que vienen desde fuera y la condenan a una. Hay que ser fuerte para lograrlo, pero si lo logré yo que era una muchachita inocente, una niña de su casa, mimada, agraciada, cuidada, cepillada, siempre vestida con largas faldas de puntilla clara, lo pueden lograr muchas. Y más en estos tiempos que producen seres tan aguerridos.
     Dicto mis seminarios con importante afluencia de público, casi todo femenino, como siempre casi todo femenino. Pero al menos ahora se podría decir que arrastro multitudes. Me siento necesaria. Y eso que, como dije al principio, una muere mil veces y yo he muerto mil veces mil; con cada nueva versión de mi historia muero un poco más o muero de manera diferente.
     Pero hay que reconocer que empecé con suerte, a pesar de aquello que llegó a ser llamado mi defecto por culpa de un tal Perrault -que en paz descanse- el primero en narrarme.
     Ahora me narro sola.
     Pero en aquel entonces yo era apenas una dulce muchachita, dulcísima, ni tiempo tuve de dejar atrás el codo de la infancia cuando ya me tenían casada con el hombre grandote y poderoso. Dicen que yo lo elegí a mi señor y él era tan rudo, con su barba de color tan extraño... Quizás hasta logró enternecerme: nadie parecía quererlo.
     Cierto es que él no hacía esfuerzos para que lo quisieran. Quizá por eso mismo me enterneció un poco.
     No trato este delicado tema en mis seminarios. Al amor no lo entiendo demasiado por haberlo rozado apenas con la yema de un dedo. En cambio de lo otro entiendo mucho. Se puede decir que soy una verdadera experta, y quizá por eso mismo el amor se me escapa y los hombres me huyen, a los largo de siglos me huyen los hombres porque he hecho de pecado virtud y eso no lo perdonan.
     Son ellos quienes nos señalan el pecado. Es cosa de mujeres, dicen (pero tampoco quiero meterme por estos vericuetos, hay sobre el tema tanta especialista, hoy día).
     Digamos que sólo intento darles vuelta la taba, como se dice por estas latitudes; o más bien invertir el punto de vista.
     Desde siempre, repito, se me ha acusado de un defecto que si bien pareció llevarme en un principio al borde de la muerte acabó salvándome, a la larga. Un "defecto" que aprendí -con gran esfuerzo y bastante dolor y sacrificio- a defender a costa de mi vida.
     De esto sí hablo en mis grupos de reflexión y seminarios, y también en los talleres de fin de semana.
     Prefiero los talleres. Los conduzco con sencillez y método. A saber:
     El viernes a última hora, durante el primer encuentro, narro simplemente mi historia. Describo las diversas versiones que se han ido gestando a lo largo de siglos y aclaro por supuesto que la primera es la cierta: me casé muy muy joven, me tendieron lo que algunos podrían considerar la trampa, caí en la trampa si se la ve de ese punto de vista, me salvé, sí, quizá para salvarlas un poquitito a todas.
     Hacia el fin de la noche, según la inspiración, lo agrando más y más al ogro de mi ex marido y le pinto la barba de tonos aterradores. No creo exagerar, de todos modos. Ni siquiera cuando describo su vastísima fortuna.
     No fue su fortuna la que me ayudó a llegar hasta acá, me ayudó este mismo talento que tantos me critican. La fortuna de mi marido, que naturalmente heredé, la repartí entre mis familiares más cercanos y entre los pobres. Al castillo lo dejé para museo aunque sabía que nadie lo iba a cuidar y que finalmente se derrumbaría, como en realidad ocurrió. No me importa, yo no quise ensuciarme más las manos. Preferí pasar hambre. Me llevó siglos perfeccionar el entendimiento gracias al cual realizo este trabajo de concientización, como se dice ahora.
     El viernes por lo tanto sólo empleo material introductorio, pero las dejo a todas motivadas para los trabajos que las esperan durante el fin de semana.
     El sábado por la mañana, después de unos ejercicios de respiración y relajamiento que fui incorporando a mi técnica cuando dictaba cursos en California, paso a leerles la moraleja que hacia fines del 1600 el tal Perrault escribió de mi historia:
     “A pesar de todos sus encantos, la curiosidad causa a menudo mucho dolor. Miles de ejemplos se ven todos los días. Que no se enfade el sexo bello, pero es un efímero placer. En cuanto se lo goza ya deja de ser tal y siempre cuesta demasiado caro”.
     ¡La sagrada curiosidad, un efímero placer! Repito indignada, y mi indignación permanece intacta a lo largo de siglos. Un efímero placer, esa curiosidad que me salvó para siempre al impulsar en aquel entonces -cuando mi señor se fue de viaje dejándome el enorme manojo de llaves y la rotunda interdicción de usar la más pequeña- a develar el misterio del cuarto cerrado.
     ¿Y nadie se pregunta qué habría sido de mí, en un castillo donde había una pieza llena de mujeres degolladas y colgadas de ganchos en las paredes, conviviendo con el hombre que había sido el esposo de dichas mujeres y las había matado seguramente de propia mano?
     Algunas mujeres de los seminarios todavía no entienden. Que cuántas piezas tenía en total el castillo, preguntan, y yo les contesto como si no supiera hacia dónde apuntan y ellas me dicen qué puede hacernos una pieza cerrada ante tantas y tantas abiertas y llenas de tesoros y yo las dejo nomás hablar porque sé que la respuesta se las darán ellas mismas antes de concluir el seminario.
     Las hay que insisten. Ellas en principio hubieran optado por una vida sin curiosidad, callada, a cambio de tantas comodidades.
     ¿Comodidades? pregunto yo, retóricamente, ¿comodidades, frente a la puerta cerrada de una pieza que tiene el piso cubierto de sangre, una pieza llena de mujeres muertas, desangradas, colgadas de ganchos y seguramente un gancho allí, limpito, esperándome a mí?
     Todas ellas fueron víctimas de su propia curiosidad, me dicen los manuales y muchas veces también me lo señala la gente que participa en los talleres.
     ¿Y la primera? les pregunto tratando de conservar la calma. ¿Curiosidad de qué tendría la primera, y qué habrá visto?
     En mis épocas de joven castellana prisionera -sin saberlo- del ogro, la suerte, mejor llamada mi curiosidad, me ayudó a romper el círculo. De otro forma tengan por seguro que habría ido a integrar el círculo. La sola existencia de ese cuarto secreto hacía invivible la vida en el castillo.
     Se genera mucha discusión a esta altura. Porque yo presento las opciones, y entre todas escarbamos en las opciones, y curioseamos, y nos entregamos a actividades bellamente femeninas: desgarramos velos y destapamos ollas y hacemos trizas al mal llamado manto de olvido, el muy piadoso según dice la gente.
      Antes de terminar el trabajo del sábado retomo el tema de la llave, y así como mi ex esposo me entregó cierto remoto día un gran manojo de grandes llaves, yo les entrego a las participantes un gran manojo de grandes llaves imaginarias y dejo que se las lleven a sus casas y duerman con las llaves y sueñen con las llaves, y que entre las grandes llaves permitidas encuentren la llavecita prohibida, la de oro, y descubran qué habitación prohibida cierra esa llavecita, y descubran sobre todo si con la llave en la mano le dan la espalda a la habitación prohibida o la encaran de frente.
     El domingo transcurre generalmente en un clima cargado de espera. Las mujeres del grupo me cuentan sus historias, el momento de la llavecita prohibida se demora, aparecen primero las puertas abiertas con las llaves permitidas, las ajenas. Hasta que alguna por fin se anima y así una por una empiezan a mostrar su llavecita de oro: está siempre manchada de sangre.
     Hasta yo a veces me asusto. A menudo afloran muertos inesperados en estas exploraciones, pero lo que nunca falta es el miedo. Como me sucedió a mí hace tantísimo tiempo, como les sucede a todas las que se animan a usarla, la llavecita se les cae al suelo y queda manchada, estigmatizada para siempre. Esa mancha de sangre. En mi momento yo, para salvarme, para que el ogro de mi señor marido no supiera de mi desobediencia, traté de lavarla con lejía, con agua hirviendo, con vinagre, con los alcoholes más pesados de la bodega del castillo. Traté de pulirla con arenisca, y nada. Esa mancha es sangre para siempre. Yo traté de limpiar la llavecita de oro que con tantos reparos me había sido encomendada, todas las mujeres que he encontrado hasta ahora en mis talleres han hecho también lo imposible por lavarla, tratando de ocultar su trasgresión. ¡No usar esta llave! Es la orden terminante que yo retransmito el sábado no sin antes haber azuzado a las mujeres. No usar esta llave... aunque ellas saben que sí, que conviene usarla. Pero nunca están dispuestas a pagar el precio. Y tratan a su vez de limpiar su llavecita de oro, o de perderla, niegan el haberla usado o tratan de ocultármela por miedo a las represalias.
     Todas siempre igual en todas partes. Menos esta mujer, hoy en Buenos Aires, ésta tan serena con la cabeza envuelta en un pañuelo blanco. Levanta en alto el brazo como un mástil y en su mano la sangre de su llave luce más reluciente que la propia llave. La mujer la muestra con un orgullo no exento de tristeza, y no puedo contener el aplauso y una lágrima.
     Acá hay muchas como yo, algunos todavía nos llaman locas aunque está demostrado que los locos son ellos, dice la mujer del pañuelo blanco en la cabeza.
     Yo la aplaudo y río, aliviada por fin: la lección parece haber cundido. Mi señor Barbazul debe de estar retorciéndose en su tumba.



En Cuentos completos y uno más, Alfaguara, Ministerio de Educación Presidencia de la Nación, 2010 / De Simetrías, 1993 / Fotos: jmp / 
Luisa Valenzuela (Buenos Aires, Argentina, 26 de noviembre de 1938) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-

martes, 4 de abril de 2023

2023 TALLER PRESENCIAL en LA PLATA y en CITY BELL, TALLER VIRTUAL por ZOOM

Taller presencial City Bell

2023 TALLER PRESENCIAL en LA PLATA y en CITY BELL
TALLER VIRTUAL por ZOOM

     “Dos Poetas peleaban por la Manzana de la Discordia y el Hueso de la Disputa, pues tenían mucha hambre. 
     —Hijos míos —dijo Apolo—, repartiré los premios entre los dos. Tú —le dijo al Primer Poeta— sobresales en Arte: toma la Manzana. Y tú —le dijo al Segundo Poeta — en Imaginación: toma el Hueso. 
     —¡Al Arte el mejor premio! —dijo el Primer Poeta, con voz triunfal, y al intentar devorar su premio se rompió todos los dientes. La Manzana era una obra de Arte. 
     —Eso demuestra el desprecio de nuestro Amo por el mero Arte —dijo el Segundo Poeta, sonriendo.  
     Entonces intentó roer su Hueso, pero los dientes lo atravesaron sin encontrar resistencia. Era un Hueso Imaginario.” /

(AB, 1842-¿1914) / 

Dylan

TALLERES DE LECTURA Y ESCRITURA
PRESENCIAL en LA PLATA Viernes a las 18 horas / 4 encuentros al mes / 
VIRTUAL POR ZOOM Jueves a las 15 horas / 4 encuentros al mes / 2 bloques de 40´
PRESENCIAL en CITY BELL Jueves a las 18 horas / 4 encuentros al mes / 
/ #TallerLiterarioLaPlataCityBell / 

martes, 7 de marzo de 2023

TALLER PRESENCIAL EN LA PLATA Y EN CITY BELL INICIA MARZO 2023

Taller Casa Verde / City Bell


Taller Casa Verde / City Bell


TALLER PRESENCIAL EN LA PLATA Y EN CITY BELL 


Taller Casa Roja / La Plata

INICIA en MARZO 2023


Taller Casa Roja / La Plata