"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

domingo, 27 de mayo de 2018

SANDRA RUSSO Ser leonas con los dientes apretados, hembras resistentes que salen a ganarse su alegría












TALLER SANDRA RUSSO
(Buenos Aires, 1959)
LA MUJER SABIA ES LA MUJER ALEGRE


NOSOTRAS PARIMOS EL BUEN DÍA

     Viene de adentro, no cabe duda. Se hace paso desmalezando el camino, salta como un atleta en esa carrera llena de los obstáculos que somos nosotras mismas. Se impone y despeja el cielo que tenemos grabado en la retina. Nos permite mirar a nuestro alrededor con ojos infantiles, con ojos invencibles. Es esa fuerza que puede recibir distintos nombres pero no tiene ninguno. Es esa gracia que no obedece a la voluntad, que baila sola. Es el deseo de aprovechar las horas. Es nuestra parte más clara y más blanda. En esa zona amurallada por todos los devenires y pertrechada contra todos los rayos, esa fuerza germina y se hace fuerte, y se hace música sencilla. Es la alegría de estar aquí y ahora, de ser quienes somos, de aceptarnos y conocernos y aún así desear ser distintas. Es la alegría la que mueve montañas dentro de nosotras, la que es fe, la que es gratis, la que es digna de ser defendida contra todo. Lo menos que podemos hacer por ella es defenderla contra todo. Ser leonas con los dientes apretados, hembras resistentes que salen a ganarse su alegría. Esa es la presa de las cazadoras. La alegría. La luz que baña todo lo que toca con su color: encanta los panes de los desayunos, los saludos al vecino, el café de la media mañana, el paseo solitario, las arrugas, la amarra del amor. La alegría es lo que nos consuela por las cosas a las que hemos renunciado y también lo que nos permite volver a elegir las cosas que hemos elegido. La mujer sabia es la mujer alegre.


EL BAÑO CALIENTE DESPUÉS DEL TRABAJO

     Fue un día largo, espinoso. Hubiésemos preferido ir de aquí para allá en cámara lenta, o en todo caso quedarnos quietas, porque hoy estamos frágiles, víctimas de una de esas gripes del alma que atacan sin aviso. Pero hemos sucumbido a la tormenta de sucesos, peregrinaciones y rituales que ejercemos porque somos adultas, y una mujer adulta es alguien que no obedece a su impulso sino a su agenda. Hemos librado nuestras batallas ínfimas en bancos, en oficinas, en comercios, en subterráneos, en colectivos, y hemos vuelto, por fin hemos vuelto a casa. Pero nos huele mal en la ropa y en el cuerpo todo lo no elegido. Nos desnudamos y abrimos la canilla. El concierto del agua se abre paso hacia nuestros oídos mientras los ojos se dejan nublar por el vapor. Ahí vamos, desprovistas de todo menos de nuestra naturaleza, a bautizarnos en el baño caliente. ¿Será posible este renacer hoy, recuperar este día? Bajo el agua caliente es que queremos borrar lo que hemos hecho sin convicción, y rehacernos un poco más convincentes. Nos quedamos inmóviles bajo el agua. Buscábamos esto. La dulce inmovilidad en la pecera, este otro tipo de limpieza.


DORMIR SOLAS

     La cama es un mundo que es nuestro. Somos dueñas esta noche de sus leyes. Somos soberanas con laureles de esta sábana blanca que huele a azahar. Antes de dejarnos doblegar por el sueño, somos felices. Brevemente. Discretamente. Nadie nos obedece, no obedecemos a nadie. En esta cama no hay ningún juego de poder. Qué bella manera de descansar.


DORMIR ACOMPAÑADAS

     Sumergirse de a poco en el agua del sueño. Pero antes, o mientras tanto, mientras nos sumergimos, los pies buscan sus pies. La piel de los dedos de los pies empieza a acariciar la superficie tibia de otra piel. Este abrazo comienza de abajo para arriba. Y sube. Nos entregamos a esa deriva. Y cuando el sueño comienza a masticarnos, nos dejamos masticar porque no muerde. Nos dormimos abrazadas a él. Así está bien. 



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

1 comentario: