"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

viernes, 19 de junio de 2015

JUAN JOSÉ SAER, Otros, ellos, antes, podían










TALLER JUAN JOSÉ SAER (1937 – 2005)  
“La mayor” (Fragmento)

     “Otros, ellos, antes, podían. Mojaban, despacio, en la cocina, en el atardecer, en invierno, la galletita, sopando, y subían, después, la mano, de un solo movimiento, a la boca, mordían y dejaban, por un momento, la pasta azucarada sobre la punta de la lengua, para que subiese, desde ella, de su disolución, como un relente, el recuerdo, masticaban despacio y estaban, de golpe ahora, fuera de sí, en otro lugar, conservado mientras hubiese, en primer lugar, la lengua, la galletita, el té que humea, los años: mojaban, en la cocina, en invierno, la galletita en la taza de té, y sabían, inmediatamente, al probar, que estaban llenos, dentro de algo y trayendo, dentro, algo, que habían, en otros años, porque había años, dejado, fuera, en el mundo, algo, que se podía, de una u otra manera, por decir así, recuperar, y que había, por lo tanto, en alguna parte, lo que llamaban o lo que creían que debía ser, ¿no es cierto?, un mundo. Y yo ahora, me llevo a la boca, por segunda vez, la galletita empapada en el té y no saco, al probarla, nada, lo que se dice nada. Sopo la galletita en la taza de té, en la cocina, en invierno, y alzo, rápido, la mano, hacia la boca, dejo la pasta azucarada, tibia, en la punta de la lengua, por un momento, y empiezo a masticar, despacio, y ahora que trago, ahora que no queda ni rastro de sabor, sé, decididamente, que no saco nada, pero nada, lo que se dice nada. Ahora no hay nada, ni rastro, ni recuerdo, de sabor: nada (...). Y como si fuese posible saber, si es de verdad recuerdo, de que, nítidamente, es recuerdo: o lo que puede haber de común, por decirlo de algún modo, entre la bufanda amarilla, y el recuerdo que sube, ¿de qué mundo?, amarillo, en forma de bufanda que se extiende, ahora, de las esquinas hasta el centro. No pareciera, no, que hubiese, o que debiera haber, mejor, común a las dos manchas amarillas, la que recuerdo, la que recuerdo que recuerdo, o la que creo, más bien, al verla aparecer, recordar, que ha estado, fuera, en alguna otra parte, en otro momento, ningún puente, ninguna, por llamarla de algún modo, relación. Y de los hombres que, creo haber dicho, parecieran estar, en la semipenumbra matinal del Gran Doria, fumando, tomando un café, no sé, verdaderamente, por decirlo de algún modo, nada: no podría decir, probablemente, a esta distancia si toman, de verdad, café, o si fuman, o si son, verdaderamente, hombres, a menos que pegue, por decir así, en ese vacío, recuerdos que no son, en el fondo, recuerdos de nada, de nada en particular, y de los que no podría decirse, ni siquiera, que son verdaderamente, en el preciso sentido de la palabra, si una palabra, ha de tener, obligatoriamente, un sentido preciso, recuerdos. La taza, por otra parte, de café que, se supondría, habría estado subiendo, en ese momento, a los labios, no sería, en realidad, en el recuerdo, ninguna taza, y el café, ningún café, ninguna cantidad de líquido negro, humeante, cubierto de espuma dorada, que no ha ocupado, en ninguna parte, y nunca, ningún lugar, ni pasado, después de no haber sido tomado por nadie, amargo, indiferente, por ninguna garganta: no, no hay, en el recuerdo de ese café, ningún café, y la bufanda amarilla, de la que debiera nacer la mancha amarilla que sube, ahora, sola, del pantano, flota, desintegrándose, ¿en qué mundo, o en qué mundos?”


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

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