TALLER Roberto Arlt (1900-1942)
Prólogo
a Los lanzallamas, 1931
PALABRAS DEL AUTOR
Con “Los lanzallamas” finaliza
la novela de “Los siete locos”.
Estoy contento de haber tenido la
voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una
obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones
estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para estimular a los
principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento
técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier
parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo
están junto a uno dictándole inefables palabras.
Orgullosamente afirmo que escribir, para
mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o
sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo.
Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación
de buscarse distracciones les produce surmenage.
Pasando a otra cosa: se dice de mí que
escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a
numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros
de su familia.
Para hacer estilo son necesarias
comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta
de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara
como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad.
Me atrae ardientemente la belleza.
¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela, que como las de Flaubert, se
compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio
social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El
estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me
ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez
años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez
años en escribir cien razonables páginas discretas.
Variando, otras personas se escandalizan
de la brutalidad con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a
las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad
me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco. Ello provenía del
deleite espiritual que les ocasionaba cierto personaje de Ulises, un señor que
se desayuna más o menos aromáticamente aspirando con la nariz, en un inodoro,
el hedor de los excrementos que ha defecado un minuto antes.
Pero James Joyce es inglés. James Joyce no
ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando
de él. El día que James Joyce esté al alcance de todos los bolsillos, las
columnas de la sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino
media docena de iniciados.
En realidad, uno no sabe qué pensar de la
gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que
representan en todas las horas de sus días y sus noches.
De cualquier manera, como primera
providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica
literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre
el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de las
personas honorables:
"El señor Roberto Arlt persiste
aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc."
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es
nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no
conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad
libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí,
un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y
rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos
fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza
de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se
titulará “El Amor” brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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