"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

viernes, 3 de mayo de 2024

PAUL AUSTER El día de la fiesta

La habitación cerrada / 


TALLER PAUL AUSTER 
(Newark, Nueva Jersey, el 3 de febrero de 1947 - Nueva York, 30 de abril de 2024) /

El día de la fiesta / 


(Fragmento


(…) 
     Hay un incidente que se conserva especialmente vívido para mí. Está relacionado con una fiesta de cumpleaños a la que Fanshawe y yo fuimos invitados cuando estábamos en primero o segundo grado, lo cual significa que ocurrió al comienzo del periodo del que puedo hablar con cierta precisión. Era un sábado por la tarde, en primavera, y fuimos a la fiesta con otro chico, un amigo nuestro que se llamaba Dennis Walden. Dennis tenía una vida mucho más dura que la nuestra: una madre alcohólica, un padre que se mataba a trabajar, un montón de hermanos y hermanas. Yo había estado en su casa dos o tres veces -una ruina grande y oscura-, y recuerdo que su madre me daba miedo, me parecía una bruja de cuento. Se pasaba el día detrás de la puerta cerrada de su cuarto, siempre en bata, la cara pálida una pesadilla de arrugas, asomando la cabeza de vez en cuando para gritarle algo a los niños. El día de la fiesta, Fanshawe y yo habíamos sido debidamente provistos de regalos para el niño que cumplía años, bien envueltos en papeles de colores y atados con cintas. Dennis, sin embargo, no llevaba nada, y se sentía mal por ello. Recuerdo que traté de consolarle con alguna frase vacía: daba igual, en realidad a nadie le importaba, con toda la confusión no se darían cuenta. Pero a Dennis sí le importaba, y eso fue lo que Fanshawe comprendió inmediatamente. Sin ninguna explicación, se volvió a Dennis y le dio su regalo. Toma, dijo, quédate con éste, yo les diré que me he dejado el mío en casa. Mi primera reacción fue pensar que a Dennis le molestaría el gesto, que se sentiría insultado por la compasión de Fanshawe, pero estaba equivocado. Vaciló un momento, tratando de asimilar aquel repentino cambio de fortuna, y luego asintió con la cabeza, como reconociendo la sensatez de lo que Fanshawe había hecho. No era tanto un acto de caridad como un acto de justicia, y por esa razón Dennis pudo aceptarlo sin humillarse. Una cosa se había convertido en la otra. Era un acto de magia, una combinación de .desenfado y total convicción, y dudo que nadie que no fuera Fanshawe hubiese podido lograrlo. 
     Después de la fiesta volvimos con Fanshawe a su casa. Su madre estaba allí, sentada en la cocina, y nos preguntó por la fiesta y si al niño del cumpleaños le había gustado el regalo que ella le había comprado. Antes de que Fanshawe tuviera la oportunidad de decir nada, solté la historia de lo que había hecho. No tenía ninguna intención de meterle en un lío, pero me resultaba imposible callármelo. El gesto de Fanshawe me había abierto todo un mundo nuevo: el hecho de que alguien pudiera entrar en los sentimientos de otro y asumirlos tan completamente que los suyos propios ya no tuvieran importancia. Era el primer acto verdaderamente moral que yo había presenciado y me parecía que no valía la pena hablar de ninguna otra cosa. La madre de Fanshawe, sin embargo, no se mostró tan entusiasta. Sí, dijo, era algo amable y generoso, pero también estaba mal. El regalo le había costado a ella su dinero, y, al dárselo a otro, Fanshawe en cierto sentido le había robado ese dinero. Además, Fanshawe había actuado de un modo descortés al presentarse en la fiesta sin un regalo, lo cual la hacía quedar mal a ella, puesto que ella era la responsable de los actos de su hijo. Fanshawe escuchó atentamente a su madre y no dijo una palabra. Cuando ella terminó, él seguía sin decir nada y ella le preguntó si había comprendido. Sí, dijo él, había comprendido. Probablemente la cosa habría quedado ahí, pero luego, tras una breve pausa, Fanshawe añadió que seguía pensando que había hecho bien. No le impor taba lo que ella pensara: volvería a hacer lo mismo la próxima vez. A esta afirmación siguió una escena. La señora Fanshawe se enfadó por su impertinencia, pero Fanshawe se mantuvo firme, negándose a ceder bajo la andanada de su reprimenda. Finalmente, ella le ordenó que se fuera a su cuarto y a mí me dijo que me marchara. Yo estaba horrorizado por la injusticia de su madre, pero cuando traté de hablar en su defensa, Fanshawe me indicó con un gesto que me fuese. En lugar de continuar protestando, aceptó su castigo en silencio y se metió en su cuarto. 
     Todo el episodio fue puro Fanshawe: el acto espontáneo de bondad, la inmutable fe en lo que había hecho y el mudo, casi pasivo, sometimiento a sus consecuencias. Por muy extraordinario que fuera su comportamiento, siempre te parecía que él se distanciaba del mismo. Ésta, más que nada, era la característica que a veces me asustaba y hacía que me apartase de él. Me sentía muy próximo a Fanshawe, le admiraba intensamente, deseaba desesperadamente estar a su altura, y luego, de pronto, llegaba un momento en que me daba cuenta de que me era ajeno, de que la forma en que vivía dentro de sí nunca se correspondería con la forma en que yo necesitaba vivir. Yo quería demasiado de la vida, tenía demasiados deseos, vivía demasiado dominado por lo inmediato para alcanzar nunca tal indiferencia. A mí me importaba tener éxito, impresionar a la gente con los signos vacíos de mi ambición: buenas notas, cartas de la universidad, premios por lo que fuera que aquella semana tocara. Fanshawe permanecía indiferente a todo eso, tranquilamente apartado en su rincón, sin hacer el menor caso. Si triunfaba, era siempre en contra de su voluntad, sin ninguna lucha, sin ningún esfuerzo, sin jugarse nada en lo que había hecho. Esta postura podía resultar irritante, y yo tardé mucho tiempo en aprender que lo que era bueno para Fanshawe no necesariamente era bueno para mí. 
(…) 



En La habitación cerrada, Editorial Anagrama, Barcelona, 1997 (primera edición en Los Ángeles, EEUU, 1987) / Traducción de Maribel De Juan / Fotos: jmp / 
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, el 3 de febrero de 1947 - Nueva York, 30 de abril de 2024) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-

miércoles, 24 de abril de 2024

LILIANA HEKER El proceso creativo

"Amo a los gatos"



LILIANA HEKER A LOS 81 AÑOS / 
Acerca de su última novela Noticias sobre el iceberg / 

     Periodista: Los años 60, la liberación sexual, el compromiso político, el boom de la literatura latinoamericana, ¿marcaron la vida de Greta, la protagonista de su novela?

     Haber sido adolescente en los ’60, comenta Greta, fue muy singular, pasaban tantas cosas que una se sentía protagonista de la Historia.

     Igual que Greta usted es escritora y vivió los 60, ¿qué hay de autobiográfico en “Noticias sobre el iceberg”?

     Me interesó tomar un personaje que de alguna manera se parece a mí, pero le ocurren cosas diferentes. Mi vida está muy marcada por veintiséis años en una revista literaria, algo fundamental en mí y en mi creación. Algo que a Greta no le pasa. Tiene una vida distinta de la mía. Publicó sólo dos novelas, con una a los veintidós años tuvo elogios, y con la siguiente fama y prestigio. Después pasó a silencio, a no dar entrevistas, a renunciar a la vida pública.

     Eso lleva a Marcos, un estudiante de periodismo, y a Albertina una chica intrigada por la vida secreta de Greta, a entrevistarla.

     Y ella acepta. La entrevista -que no se cuenta porque me pareció un plomazo una novela que fuera una entrevista- la lleva a remover su historia, ir al encuentro de todo lo que estuvo tapando durante mucho tiempo. Hay preguntas que contesta en parte, otras que piensa, pero no responde, y cosas que no se dicen nunca.

     Ese encuentro generacional, separado por medio siglo, ¿le permitió momentos disparatados, humorísticos, nostálgicos?

     La novela está recorrida por el humor; hay cosas duras y conmovedoras, pero no hay nostalgias. Greta no las tiene porque vivió hasta el carozo su época, tan intensamente que no siente nostalgias, y no quisiera volver a vivir lo que ya vivió.

     ¿Su novela revisa y homenajea una teoría de Hemingway?

     A todos los que escribimos cuentos nos ha fascinado la teoría del iceberg que planteó Hemingway, que es absolutamente cierta. De un buen cuento emerge un treinta por ciento, pero su consistencia la toma del setenta por ciento que está sumergido. Greta descubre algo nuevo que le dice el iceberg, de ahí el título “Noticias sobre el iceberg”. El iceberg puede otras cosas, no es solo lo sumergido. Eso lo supe, se me apareció en El Calafate, cuando estaba escribiendo la novela. Para Greta fue una revelación. Y a mí me dio el final de su historia.

     ¿Contar la vida secreta de una colega imaginaria le dio libertades o restricciones?

     Una enorme libertad. Me permitió contar sus conflictos, que no son iguales a los míos. Lo que más me fascinó fue contar las novelas que Greta escribió, “Hilda Wangel”, “La memoria de Uma Harán” y la detenida “Vera y el optimismo”, que no existen, En mi libro “La trastienda de la escritura” conté el proceso creador de varios de mis cuentos y de mis novelas. Algo que hice mucho en los talleres que dicté. Fue un desafío estimulante contar el proceso de obras ajenas que no existen.

     Prascovia es un personaje importante en la novela. ¿Los gatos son fetiches y amuletos del escritor?

     Amo a los gatos. Y mi gata Prascovia es una importante protagonista en “Noticias sobre el iceberg”, en donde hay otro gato, Illich, que también fue un gato mío. Hoy en mi casa, junto a Prascovia, está Brando, que no aparece en esta novela. Para mí, y para muchos escritores, el gato tiene que ver con el proceso creativo. La compañía del gato es algo muy importante para alguien que escribe, por supuesto, si ama a los gatos.

     En la novela se habla del proceso de creación literaria, ¿eso surgió del trabajo en sus talleres, donde surgieron destacados autores?

     Hoy grandes escritores, grandes colegas y grandes amigos. Greta hace referencias concretas a “Solness, el constructor” de Ibsen y a “Confesiones del estafador Félix Krull” de Thomas Mann. Escritores que fueron fundamentales para mí en la adolescencia. Me ayudaron, junto con Jean-Paul Sartre, a conformar mi visión del mundo. En los talleres no hablé de esos libros. Sugerí autores que muestran modos de escritura, de dialogar, de cómo el gesto de un personaje puede alumbrar lo que le está pasando. Autores que enseñan recursos, como Salinger.

     ¿Por qué hay hoy más literatura escrita por mujeres que por hombres?

      Es algo que fue cambiando, no es que hubo un cambio violento en los últimos años. Lo notaba cada vez más en los talleres. El primer taller que di fue en el teatro IFT en la época de la dictadura. Siete varones y una sola mujer. Y fue la única escritora de ese grupo, Silvia Schujer. Poco a poco en los talleres se fue igualando el número. Ya no importaba si el texto era de una mujer o un hombre sino la calidad. Eso cada vez más empezó a tener peso. Desapareció el subgrupo “literatura femenina”. Hoy hay autores notables, ya no importa el género sino la literatura, valen por los libros que escriben.

     Ha sido elegida como personalidad relevante de nuestra cultura, para dar el discurso inaugural de la Feria del Libro en un momento complejo para el libro y la cultura…

     Un momento muy particular… y, por supuesto, voy a aludir de manera muy clara al ataque que se está haciendo a toda la cultura.

     ¿Que está escribiendo ahora?

     Después de esta vorágine, tengo dos proyectos: un libro de cuentos y uno de textos narrativos de otra índole.




Entrevista de Máximo Soto para Ámbito / Liliana Heker (Buenos Aires, 9 de febrero de 1943) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

martes, 16 de abril de 2024

JUAN GELMAN Pareciera que están lavando el mundo

Casa Roja / Taller La Plata 


     En la memoria hay palabras que no se pueden decir. Duran, y hacen mal y hacen bien, como un caballo loco. Correr por esos campos sin tapar los ojos del recuerdo para que se detenga. Respetar el deseo que no fue. Contestarse con nada y mostrar valor ante el desastre. 

Casa Verde / Taller City Bell 


     La poesía tiene aceites para limpiar la palabra. Es más grasosa que la vida y deja manchas que llevamos sin merecer. Quema. Es movimiento de su obra y devuelve el pasado a su pasado. 



Juan Gelman (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930 – Ciudad de México, 14 de enero de 2014) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-

Juan Gelman / Lluvia


martes, 13 de febrero de 2024

COQUE MALLA Y LEONOR WATLING Voy a empezar

Casa Verde / Taller City Bell / 2024


VOY A EMPEZAR

(Ella) 
Hoy voy a empezar a construir 
la casa donde estaré 
para toda la vida

Voy a recorrer esta ciudad 
voy a llegar hasta el mar 
El mar me cura la herida 

Y voy a saltar 
voy a nadar hacia otro lugar 
para toda la vida 

(Él)
Veo la pared donde colgué 
las fotos que acumulé 
durante toda la vida 

No reconozco a nadie y sin embargo 
cuando pienso que eran rostros que ayer 
eran toda mi vida 

Sé que ya no estoy 
y que no quiero mirar la pared 
nunca más en la vida 

(Ella y él)
Hoy voy a empezar a construir 
la casa donde estaré 
para toda la vida 

Voy a recorrer esta ciudad 
voy a quedarme en Berlín 
para toda la vida


“Berlín” (Un homenaje a Lou Reed) / Coque Malla y Leonor Watling / Del disco de Malla Mujeres (2014) / Coque Malla: guitarra acústica y voz / Mac Hernández: bajo y coros / Charlie Bautista: guitarra y coros / Gabriel Marijuan: batería / David Lads: piano, Rhodes, Hammond /



domingo, 24 de diciembre de 2023

Dentro y fuera de casa 2023

Casa Roja / Taller La Plata

Y NUESTROS ROSTROS, MI VIDA, BREVES COMO FOTOS




Casa Verde / Taller City Bell

















Libros


Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, 
y su destino es solo para este objetivo.- 
#JoséMaríaPallaoro / 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual /

NÉSTOR MUX en Taller La Plata viernes 27 de octubre de 2023 /

sábado, 28 de octubre de 2023

NÉSTOR MUX en Taller La Plata viernes 27 de octubre de 2023

Diego Caviglia, Josefa Lombardo, Susana Siveau, Graciela Tsioulis, Soledad Gutierrez Eguía, José María Pallaoro,
Néstor Mux, Mirta del Pino, Eduardo Sabbione, Juan Pedro


Encuentro en Taller La Plata con Néstor Mux viernes 27 de octubre de 2023 /
VIERNES DE LA ETERNIDAD 
Ayer viernes 27 de octubre encuentro en TALLER LA PLATA con Néstor Mux / 
"Necesito creer / que la luz de su lámpara / lo alcance, lo acompañe y lo alumbre" /


Con Graciela Falbo


Con Darío Marchini


Casa Verde / Taller City Bell, unos días antes del encuentro /
Con Soledad Gutierrez Eguía, Juan Pedro y Julieta Sanguinetti /


Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 
#JoséMaríaPallaoro / 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual / 
Fotos: Archivo de La talita dorada / Darío / Soledad / 

lunes, 24 de julio de 2023

El arrabal del universo




JUAN JOSÉ SAER 
(Serodino, provincia de Santa Fe, 28 de junio de 1937 - París, Francia, 11 de junio de 2005) / 
AL ABRIGO 

     Un comerciante de muebles que acababa de comprar un sillón de segunda mano descubrió que en un hueco del respaldo una de sus antiguas propietarias había ocultado su diario íntimo. Por alguna razón -muerte, olvido, fuga precipitada, embargo- el diario había quedado ahí, y el comerciante, experto en construcción de muebles, lo había encontrado por casualidad al palpar el respaldo para probar su solidez. Ese día se quedó hasta tarde en el negocio abarrotado de camas, sillas, mesas y roperos, leyendo en la trastienda el diario íntimo a la luz de la lámpara, inclinado sobre el escritorio. El diario revelaba, día a día, los problemas sentimentales de su autora y el mueblero, que era un hombre inteligente y discreto, comprendió enseguida que la mujer había vivido disimulando su verdadera personalidad y que por un azar inconcebible, él la conocía mucho mejor que las personas que habían vivido junto a ella y que aparecían mencionadas en el diario. El mueblero se quedó pensativo. Durante un buen rato, la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo del mundo, algo escondido -un diario, o lo que fuese-, le parecía extraña, casi imposible, hasta que unos minutos después, en el momento en que se levantaba y empezaba a poner en orden su escritorio antes de irse para su casa, se percató, no sin estupor, de que él mismo tenía, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundo ignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una caja de lata desimulada entre revistas viejas y trastos inútiles, el mueblero tenía guardado un rollo de billetes, que iba engrosando de tanto en tanto, y cuya existencia hasta su mujer y sus hijos desconocían; el mueblero no podía decir de un modo preciso con qué objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando la desagradable certidumbre de que su vida entera se definía no por sus actividades cotidianas ejercidas a la luz del día, sino por ese rollo de billetes que se carcomía en el desván. Y que de todos los actos, el fundamental era, sin duda, el de agregar de vez en cuando un billete al rollo carcomido. Mientras encendía el letrero luminoso que llenaba de una luz violeta el aire negro por encima de la vereda, el mueblero fue asaltado por otro recuerdo: buscando un sacapuntas en la pieza de su hijo mayor, había encontrado por casualidad una serie de fotografías pornográficas que su hijo escondía en el cajón de la cómoda. El mueblero las había vuelto a dejar rápidamente en su lugar, menos por pudor que por el temor de que su hijo pensase que él tenía la costumbre de hurgar en sus cosas. Durante la cena, el mueblero se puso a observar a su mujer: por primera vez después de treinta años le venía a la cabeza la idea de que también ella debía guardar algo oculto, algo tan propio y tan profundamente hundido que, aunque ella misma lo quisiese, ni siquiera la tortura podría hacérselo confesar. El mueblero sintió una especie de vértigo. No era el miedo banal a ser traicionado o estafado lo que le hacía dar vueltas en la cabeza como un vino que sube, sino la certidumbre de que, justo cuando estaba en el umbral de la vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones más elementales que constituían su vida. O lo que él había llamado su vida: porque su vida, su verdadera vida, según su nueva intuición, transcurría en alguna parte, en lo negro, al abrigo de los acontecimientos, y parecía más inalcanzable que el arrabal del universo.


Los autores y textos seleccionados forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 
#TallerLiterarioLaPlataCityBellPresencialVirtual / 
Foto: jmp / Archivo de La talita dorada /