"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

martes, 17 de diciembre de 2019

viernes, 18 de octubre de 2019

GIORGIO AGAMBEN Sancho Panza entra en un cine












TALLER GIORGIO AGAMBEN
(Roma, Italia, 1942)
LOS SEIS MINUTOS MÁS BELLOS
DE LA HISTORIA DEL CINE


Sancho Panza entra en un cine de una ciudad de provincia. Viene buscando a Don Quijote y lo encuentra: está sentado aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está casi llena, la galería -que es una especie de gallinero- está completamente ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles de alcanzar a Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la platea, junto a una niña (¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección está empezada, es una película de época, sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se pone de pie, desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos empiezan a lacerar la tela. Sobre la pantalla todavía aparecen la mujer y los caballeros, pero el rasgón negro abierto por la espada de Don Quijote se extiende cada vez más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no queda casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la sostenía. El público indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.

¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de tener que destruir, falsificar (este es, quizás, el sentido del cine de Orson Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio de su verdad, entender que Dulcinea -a quien hemos salvado- no puede amarnos.

En Profanaciones
Traducción de Flavia Costa y Edgardo Castro, Adriana Hidalgo editora, 2005


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

jueves, 10 de octubre de 2019

PETER HANDKE Cuando el niño era niño
















TALLER PETER HANDKE
(Griffen, Austria, 6 de diciembre de 1942)
LAS ALAS DEL DESEO
(Der Himmel über Berlin)



Cuando el niño era niño
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente
y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño
no sabía que era niño
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué no allí?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo, oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad son los malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que yo soy,
no fuera antes de devenir; y que un día yo,
el que yo soy, no seré más ese que soy?




Cuando el niño era niño
no podía pasar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor saltado.
Ahora se lo come todo
y no porque lo obliguen.
Cuando el niño era niño
despertó una vez en una cama extraña
y ahora, una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora sólo con suerte.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora esta idea lo estremece.

Cuando el niño era niño
jugaba con entusiasmo,
y ahora se mete en sus cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

sábado, 28 de septiembre de 2019

ANDRÉS RIVERA Un tumor me pudre la lengua











TALLER ANDRÉS RIVERA
(Marcos Ribak, Buenos Aires, 12 de diciembre de 1928
– Córdoba, 23 de diciembre de 2916)
LA REVOLUCIÓN ES UN SUEÑO ETERNO



CUADERNO 1

          I

          Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa lentitud de un verdugo de pesadilla.
¿Yo escribí eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche? Escribí: mi lengua se pudre. ¿Yo escribí eso, hoy, un día de junio, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche?
          Y ahora escribo: me llamaron –¿importa cuándo?– el orador de la Revolución. Escribo: una risa larga y trastornada se enrosca en el vientre de quien fue llamado el orador de la Revolución. Escribo: mi boca no ríe. La podredumbre prohíbe, a mi boca, la risa.
          Yo, Juan José Castelli, que escribí que un tumor me pudre la lengua, ¿sé, todavía, que una risa larga y trastornada cruje en mi vientre, que hoy es la noche de un día de junio, y que llueve, y que el invierno llega a las puertas de una ciudad que exterminó la utopía pero no su memoria?


          III

          Yo, ¿quién soy?
          Yo, que me pregunto quién soy, miro mi mano, esta mano, y la pluma que sostiene esta mano, y la letra apretada y aún firme que traza, con la pluma, esta mano, en las hojas de un cuaderno de tapas rojas.
          Miro la mesa en la que apoyé el cuaderno de tapas rojas, y miro, en la mesa, un tintero con base de piedra, y la vela, gruesa, que alumbra el cuaderno, la mesa y, creo, mi frente, mi boca y la mano que escribe. Y una silla vacía, del otro lado de la mesa, entre la vela y yo.
¿Qué soy? ¿Un actor que levanta sus ojos de un cuaderno de tapas rojas, y mira la transparente penumbra de una habitación sin ventanas, de techo alto, y que sugiere, desde ese escenario, al público que lo contempla, que el invierno llegó a la ciudad? (A la izquierda del escenario, un catre de soldado. A los pies del catre de soldado –para que yo no olvide, sea yo quien sea–, una manta color humo, limpia, doblada con prolijidad. En la cabecera del catre de soldado, enrollada, una capa azul, que huele a bosta y sangre. Entre la manta y la capa, un tablero de ajedrez: las treinta y dos piezas del juego son de peltre. El rey blanco y el rey negro parecen muy altos ÿ muy encorvados, como si hubieran cargado un mundo sobre sus espaldas. Tienen cara, supongo, porque están encapuchados.)
          ¿Soy un actor que, mudo, mira, desde el escenario, al público que lo contempla, y se ríe? (Sea quien sea el que está en el escenario, no habla. Se ríe sin abrir la boca, sin mover la lengua, y la risa que le sacude el vientre suena como un cajón que se cierra). ¿De qué ríe el que está en el escenario, sea quien sea el que está en el escenario?
          ¿Soy un actor que escribe que se ríe de él y de las vidas que vivió: que se ríe de la historia –un escenario tan irreal como el que él, ahora, ocupa– y de los hombres que lo cruzan, de los papeles que encarnan y de los que renuncian a encarnar? ¿De las marionetas que proliferan tenaces en el escenario de la historia, y que mastican ceniza? (Se ríe, sea quien sea el que se ríe, sin abrir la boca, sin mover la lengua, y la risa suena en su vientre como un cajón que se cierra: acaba de escribir marionetas, acaba de escribir, por segunda vez, escenario, y marionetas y escenario proponen una metáfora ultrajada por el uso y la trivialidad.)
          ¿Soy el público que contempla a un actor mudo, y que le devuelve, con las simetrías implacables de un espejo, sus representaciones; y que, sin embargo, a veces celebra la risa de viejo ventrílocuo que le emerge –espasmódica, sigilosa y fría– del centro del cuerpo?
          Yo, ¿quién soy?

          IV

          Angela, por favor, deme zapallo. Puedo masticar zapallo. ¿Lee lo que escribí? Acerque la vela. ¿Lee? ¿Sí? Zapallo, Angela. Y una empanada. Y vino. Un vaso de vino.


          VIII

          Ríase, ríase, Angela. Así se reía su madre cuando la conocí. ¿Castelli le parece un viejito ensopando la galleta en el té con leche? Ese mozo, el doctor Cufré, dice que tengo el vigor y el pulso de un muchacho de veinte años.
Ángela, ¿qué haría Castelli sin usted?


          XI

          Castelli, ¿Qué soñaste?, le preguntó, anoche, María Rosa.
          Castelli, boca arriba en la cama, abrió los ojos a la oscuridad del dormitorio, y llevó su mano, la que no escribe, hasta la entrepierna desnuda de María Rosa: La sintió húmeda y tibia.
          ¿Soñé?, preguntó Castelli, la mano que no escribe, húmeda y tibia, en el vientre desnudo de María Rosa, allí donde, para las yemas de los dedos, para la piel de la palma de la mano, todo era sumiso y previsto.
          Hablaste. Hablaste mucho. María Rosa sonrió en la oscuridad.
          Castelli pasó su lengua, herida, por la boca que habló:

          ¿Soñé? ¿Es verdad que hablé mucho?
           Soñaste. Y hablaste mucho. Le recé a Santa Rita, Castelli, para que te cure. Y para que seas sólo mío, suspiró María Rosa.
          Castelli, sobre ella, que se hundía en ella, se pasó la lengua, herida, por los labios.
          ¿Es verdad que soñé y que, en el sueño, hablé?
          Hablaste, Castelli, hablaste, dijo, húmeda, la boca de María Rosa. Y te vas a curar.
          ¿Me voy a curar? La boca de Castelli besó los ojos de la mujer que, debajo de él, se movía, húmeda, cálida, sumisa, previsible, insaciable.
          Te vas a curar, y a ser sólo mío, como ahora, dijo María Rosa, la voz pastosa, repentinamente inmóvil debajo de él.
          ¿Me voy a curar? La lengua le ardió, a Castelli, en la boca que olía a putrefacción.
          Le hice una promesa a Santa Rita, dijo María Rosa, que se reía como se reía cuando terminaban de copular.
          Castelli la abrazó, y ella, dormida casi, su lengua, ensalivada y quieta en la boca de él, murmuró, con la placidez irreductible de la hembra satisfecha:
          Santa Rita es la patrona de los imposibles.

          XII

          ¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía? ¿Por qué, con la suficiencia pedante de los conversos, muchos de los que estuvieron de nuestro lado, en los días de mayo, traicionan la utopía? ¿Escribo de causas o escribo de efectos? ¿Escribo de efectos y no describo las causas? ¿Escribo de causas y no describo los efectos?
          Escribo la historia de una carencia, no la carencia de una historia.


          XXI

          ¿Quién escribe las preguntas que escribe esta mano? ¿El orador de la Revolución? ¿El representante de la Primera Junta en el ejército del Alto Perú? ¿El lengua cortada? ¿Quién de ellos dicta estos signos? ¿Acaso alguien que no es ninguno de ellos?


          XXV

          Angela miró el cuaderno abierto, miró las dos últimas páginas escritas del cuaderno, y puso sus manos en la mía, en la que sostenía, todavía, la pluma. Acercó sus labios a mi frente, y dijo que yo tenía fiebre. Dijo que iba a buscar al doctor Cufré. La retuve unos segundos, di vuelta las dos últimas páginas escritas del cuaderno, y en la página en blanco que seguía a las dos últimas páginas escritas del cuaderno, escribí tres palabras.
          Ella leyó las tres palabras que mi mano escribió, y besó la mano que escribió: Angela, llámeme Castelli.



CUADERNO II

          XII

          Entre tantas preguntas sin responder, una será respondida: ¿Qué revolución compensará las penas de los hombres?


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

miércoles, 25 de septiembre de 2019

ABEL ROBINO Si la carroña atrae las moscas















ABEL ROBINO (1952)
ACERCA DE GUY BOURDIN
(París, Francia, 2 de diciembre de 1928 - 29 de marzo de 1991).

Si la carroña atrae las moscas ¿por qué no darle a la belleza la misma posibilidad?


Y mandó a juntar moscas y mariposas muertas para pegarlos a sus modelos.


El inquietante Guy zangoloteo esos esqueletos gráciles de chicas que exhiben ropa, maniquíes hasta entonces percheros con vida.

Fue él quien cacheteó la época devolviéndoles sangre y transpiración en sus poses, provocándolas con asesorías, música y penumbras. Vascular hacia lo distinto, era donde apuntaba.


¿Cuánto pero cuánto le deben hoy las pasarelas a este innovador?


         Sutil copiador de momentos arrojadas a una pornografía suave de papel ilustración, princesas vienesas con aberturas de piernas exageradas más gesticulaciones forzadas, pilas de piernas con medias como en una inmensa ikebana de nilón calado.


         Vestía sus chicas y, el feminismo perdone la machirulada, con un cuidado de bodas de los pies a la cofia y tomaba solo la foto de una mano enguantada, sin duda la totalidad hace a la parcialidad sin lugar a duda.


         Gordito malicioso, mirada rozando la ironía, niñato provocador de los que hacen bromas pesadas pero sutiles y que se deja descubrir por la sonrisa.


         Guy Bourdin, fotógrafo de moda incorregible rechazó exposiciones, memorias sobre su obra, retrospectivas y cuánto honor franchute anduviese suelto y en este país donde siempre se admiró las noblezas (bajas), títulos, premios y cuánta otra distinción imite el reflejo de algo que ellos mismos le rebanaron la cabeza.


         Guy Bourdin disimuló su vida en una de las revistas más prestigiosas de moda, Vogue (mira qué lugar para que no lo descubriesen), donde todos plantan el ojo a ver si crecen sueños.


         Revolvió el color, pintó mares y en épocas donde el fotoshop no existía.


         Pero fue, también, vendedor en sus comienzos en las grandes tiendas, en el sector artículos funerarios, al lado justo donde estaba el sector fotos.


         De allí su curiosidad, allí comienza a interesarse por lo que el llamará el accidente:


“Una fotografía es ante todo un accidente.”


         Quiso ser pintor y el cuero le dio para unas poquitas Expo de muchacho, al fin se rindió a la foto de moda publicitaria e hizo su imperio pop, Hitchcockianí. Apiló piernas, tiró por la borda gente en cuclillas, bueno eso es lo que parece, lamió tacos y puso flores en el pubis juvenil de una Venus con porta ligas y lunar.


         Si, sin duda lo mató la misma casa Vogue que lo echó por ringard (traducción, algo así como ¿cursi?). Me cuestan estas palabras, poquitísimas, como la nota de Le Monde cuando murió, páginas últimas. Abandonado por ese mundo, ¿por qué no culparlos de sus dolores estomacales véase cáncer fulminante.

         ¿De tristeza también mueren los rebeldes?


         Vaya uno a saber…

         Un puntazo al ego no lo banca cualquiera aún rodeado de bellezas toda una vida.






Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

martes, 16 de julio de 2019

NÉSTOR MUX Nadie le pide que escriba


Nuevo libro de NÉSTOR MUX 

NADIE LE PIDE QUE ESCRIBA 
50 años de poesía (1968-2018)

jueves, 6 de junio de 2019

Carolina Campoamor, un cuento

















TALLER CAROLINA CAMPOAMOR
(La Plata, 1960)
LA CARPA DE ARACONTES

       Ella ya había visto el demonio en mí. Cuando me conoció tuvo un sueño en el que yo me aparecía en su casa atravesando las paredes con descarada impunidad, mostrándome con mi verdadera imagen roja de fuego y azufre.
       Fue una visión tan aterradora y espeluznante, que al día siguiente fue muy perturbada a consultarle la situación al Pastor, ya que ella había imaginado ser mi amiga y ahora surgía la duda siniestra acerca de mi verdadera identidad.
       En nuestras jerarquías consideramos que no hay nada más maléfico y aberrante que la ignorancia. Es bien conocido el refrán que dice que más sabemos por viejos que por diablos, ya que la eternidad nos ha concedido una sabiduría exquisita y una experiencia gloriosa.
       Sin embargo ella insistió en querer rescatarme de las llamas del inframundo y todavía pensaba que yo podía ser una buena compañía de mate y galletitas. Conocía la Biblia a la perfección y citaba versículos que interpretaba de manera dogmática y absoluta y que le permitían fundamentar su visión del mundo y de las categorías del bien y del mal. Pero como yo soy una herejía caminando siempre cuestionaba su hermenéutica por encontrarla ilógica e inconsistente. Esto no hizo más que profundizar su desconfianza y recelo hacia mí y entonces decidió que había que practicarme algo así como un exorcismo que me impidiera seguir blasfemando. Había que extirpar de raíz tanto demonio putrefacto acumulado en mi interior, vaciar esta alma contaminada y pecaminosa y por fin reprogramarme para ser una fiel discípula suya en el camino de la fe.
       Así fui llevada a otra Iglesia más combativa y guerrera, diríamos que fui derivada, ya que mi maldad crepitaba acorralándolos en los límites de la ignominia. Fue un trámite express en el que me sacaron unos cuantos espíritus inmundos entre los que figuraron: el pensamiento crítico y el relativismo, el cuestionamiento y la disidencia, la libertad de expresión entre otros, todos ellos, por supuesto muy bien escondidos y camuflados detrás de la desobediencia, la falta de fe, la soberbia , el orgullo y la arrogancia. También lucharon con gritos estruendosos contra  todos aquellos otros espíritus que atentaran con su magnífica y bien aceitada estructura de poder. Ella pensó que ahora seguramente todo se encaminaría y finalmente podrían sumergirme en las aguas de la purificación. En realidad no fue así porque yo dejé lentamente de concurrir a todos los oficios.
       Una noche oscura y sin estrellas, fría como la desesperanza, me presenté ante ella en la carpa de Aracontes, famoso pastor y taumaturgo de reconocidos poderes sanadores, y  la desafié diciéndole que no iba a acatar sus reglas e imposiciones. Mi naturaleza era la de tentar a la humanidad de todas la formas posibles y de ninguna manera iba a conseguir que yo abandonara hábitos tan arraigados desde tiempos remotos. Se puso furibunda ahora que mi causa estaba perdida y me amenazó advirtiéndome que si no obedecía, iba a ocurrirme lo mismo que a María de Magdala, la famosa prostituta de los Evangelios que después de haber sido exorcizada, su casa, es decir su alma, había sido repoblada ya no por simples espíritus inmundos sino por verdaderas huestes del mal, reinos, potestades, principados… jerarquías maléficas que claman en los abismos de la eternidad.
       Fue entonces, al escuchar el resonar y la cadencia de esas maravillosas categorías celestes tan injustamente devaluadas después de la Caída y sintiéndome una vez más poderosa en mi excelso dominio del mundo le dije: “Vos me estás extorsionando…”.
       Y pensé que volveríamos, yo y todas mis legiones, a visitarla algún día, a recordarle que no se debe tentar al diablo, y mucho menos buscando recursos en el miedo. Sería una visita de tarde, justo a la hora del mate. No necesitaba cerrar la casa con llave porque ella bien conocía mi capacidad de bilocación y que podía poner la pava en el fuego a una temperatura más bien alta, casi infernal.

Carolina Campoamor
Integrante Taller Mundo despierto de José María Pallaoro
Foto: Archivo de La Talita Dorada

Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

jueves, 30 de mayo de 2019

AZUCENA SALPETER No sé por qué siempre espero a alguien

Azucena Salpeter. Lorna,
pintura de pared 90 x 89 cm























TALLER AZUCENA SALPETER
(Formosa, 1942. Reside en Tolosa)
LA PRÓXIMA VEZ LO HAREMOS MEJOR

Encendió los bordes
caminó en el aire
yo, claro, tan terrenal
como cualquiera que escribe sobre lo escrito
le convido chocolate debajo de las escaleras
me calzó los guantes
que tejió a propósito
la primera vez
cuando huimos de la eternidad
no sé tu nombre
cómo hiciste para encontrarme
con la pollera atada al cuello
cómo te sostenés
velloncito
caminás en el aire
saludable y victoriosa
como un salmo
yo me pierdo
no sé por qué siempre espero a alguien
y ese alguien también me imagina
nunca leo ángeles inmóviles
me vienen pueblos a los ojos
repican en el sueño
dónde están las redes de pescador
dos para los que salen por un rato
y almuerzan con nosotros
la otra me enlaza a tu cintura
me cubre los ojos
tal vez porque no se puede vivir sin besar
la muerte no se deja ver
la próxima vez lo haremos mejor, querida.




Hoy nos visita en TALLER LA PLATA. Azucena Salpeter nació en Formosa el 9 de noviembre de 1942. Desde 1957 reside en La Plata. Es médica, poeta, narradora y pintora. Publicó: El pescador de sombras (poesía, 1979, sello de honor de la SADE), Y el cielo sonrió (poesía, 1989), Las puertas del cielo (poesía, 1996, premio bienal profesor Dr. Pedro Laín Entralgo) y La mitad del cielo (novela, 1998, premio Mercosur).


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

lunes, 27 de mayo de 2019

ALBERTO SZPUNBERG El poema vuelve a ser un juego inocente












TALLER ALBERTO SZPUNBERG
(Buenos Aires, 1940)
POEMA III


"Como si te dijera", o sea, todo esto es un decir, también este poema.

Por ejemplo: esta mañana pude descubrir en el perfil de la montaña un gesto que es tuyo, sobre todo cuando observo tu rostro contra el cielo, y ambos tan inasibles.

Pero no pensaba en ti, sino en la montaña, allá arriba donde el cielo también es inasible,

allá en lo alto de esa ola que no deja de avanzar en su tiempo, el mismo que empuja en el fondo de todos nuestros días.

Pero detenida para nosotros en el horizonte, podemos encontrar nuestro camino en relación con ella, su soledad,

o sea, con tu gesto que tampoco deja de empujar y empujar en el fondo de todos mis días, mis mañanas, mis silencios.

Como si te dijera: no pensando en ti sino en la montaña pude pensar que te encontraré y
hablaremos,

aun sabiendo que tu voz me distrae de todo lo que dices.

Como si te dijera: entre palabra y palabra, el poema vuelve a ser un juego inocente.



Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

martes, 7 de mayo de 2019

EVITA Ha llegado la hora de la mujer
















EVA DUARTE de PERÓN
HA LLEGADO LA HORA DE LA MUJER…

     Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad.


     Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar.

     Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima.

     Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la más precaria tangencia con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna.


12 de marzo de 1947

Eva María Duarte (Junín o área rural del Partido de General Viamonte, 7 de mayo de 1919 - Buenos Aires, 26 de julio de 1952)


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

viernes, 12 de abril de 2019

GRACIELA ABAL ¿Y si fuera verdad que Dios existe?

Graciela Abal

Hermeto, Carolina, JM, Bechara, Laura, Justine y Graciela

HOMENAJE 

DIOS

¿Y si fuera verdad que Dios existe?
¿Y si me perdiera de algo trascendente y vital
por tener esta bendita cabeza sobre mis hombros?
¿Me perdería realmente el poder de su palabra divina? 
“Las divinas palabras no existen” le dijo él desinteresadamente
como quien no le diera importancia
al extraño y pequeño comentario.
No habló más. Todo se diluyó
en el aire de la tarde vacía.

Graciela lee, Hermeto y Mechi escuchan concentrados

NO ES

Si la angustia
ésta que siento
fuera evanescente
pesaría lo que un colibrí
Pero no
tiene peso
tanto que cae
la escucho latir
moverse debajo de la piel
acomodarse

Es una lástima que no sea evanescente


SUS ANTEOJOS

Quedaron sobre la pequeña mesa de madera
Inertes
Opacos
Vacíos

Olvidando el reflejo de esa mirada que ya no está del otro lado
Olvidando esos ojos que detrás fueron su razón
¿Alguien los encontrará?

Otros seguro
No sabrán
no podrán
con ese objeto inerte
vacío y opaco
que quedó olvidado
sobre la pequeña
mesa
de
madera

09 2014

Graciela, Mux, Hermeto, Justine, JM, Carolina y Laura

Leo literatura por necesidad. Busco respuestas, salidas, miradas que expliquen, que muestren otros mundos, otras vidas. Así desde que aprendí a leer. Desde Alicia en el país de las maravillas a Rayuela.

Nunca pensé en la literatura como otro diferente a mí, pero interpretando y jugando con esto me animo a decir que es la relación más larga, intensa y posesiva que tuve nunca. Escribir esto ya me hizo recordar porque también aprendí a leer.

Me gusta mucho la narrativa porque me lleva a recorrer, a caminar y entrar en lugares, en historias, a imaginar personas, sensibilidades, deseos. Eso me da placer.

Con la poesía, no sé, por su forma, su intensidad, por esa manera de hacerme sentir rara, por todo eso, la siento imponente, avasallante, certera y peligrosa. Como si leer poesía ya me pusiera en jaque, interpelada por esas palabras ordenadas, precisas que me interrogan. No sé, una sensación. Desde José Sebastián Tallón en la infancia con su “Canción de las preguntas”;  o con los versos de Lorca que me leía mi abuela en la Casada Infiel, o “Silencio de cal y mirto” (si ahora sin más parece que la escucho) hasta con Circe Maia en implacables palabras “De tanto imaginar conversaciones…” ¿Quién puede no sentirse tocado cuando un poema comienza así?

En cuanto al taller, me interesa despertarme un poco, imaginar y aprender a escribir lo que me sale perfecto con las palabras pensadas, condensar pensamientos intensos. Decir, encontrar esa palabra que signifique un conjunto de otras que no se ven pero se sienten. Esta sería mi primera vez con la poesía.

Últimos cinco  libros leídos: El aliento del Cielo (Carson McCullers); Cuentos Completos (Flannery O Connor); Obra poética (Circe Maia); La hora de la estrella (Clarice Lispector);Campo de Sangre (Dulce María Cardoso); Nueve Noches (Bernardo Carvahlo).

Todos me gustaron muchísimo, pero vibré con Lispector. Dominante, frontal, frágil y terriblemente intensa su narrativa. La introspección, esa descripción tan exacta de sentimientos tan complejos que se activan y florecen con situaciones tan simples como comenzar a dar clases o tomar un café con alguien. Me conmueve.

Los libros que leí alguna vez y no me gustan  para nada: Diario de un mal año (J. M. Coetzee); “El niño proletario” (Osvaldo Lamborghini). Alberto Laiseca en cualquiera de sus formas. Intenté varios y no me gusta nada, nada.

GA, 06 2014


Graciela Abal (City Bell, 9 de junio de 1964 – 10 de abril de 2019)
Fotos: de la talita dorada

sábado, 9 de marzo de 2019

INGEBORG BACHMANN Por qué tengo una idea o imaginación de un país utópico














TALLER INGEBORG BACHMANN 
(Klagenfurt, Austria, 1926 - Roma, Italia, 1973)
LLEGARÁ EL DÍA

   Me han preguntado a veces por qué tengo una idea o imaginación de un país utópico, un mundo utópico, en el que todo se arreglará, en el que todos serán buenos. (...) Yo no creo en este materialismo, en esta sociedad de consumo, en este capitalismo, en esta monstruosidad, que pasa aquí; en este enriquecerse de la gente que no tiene ningún derecho a enriquecerse a costa nuestra. Yo creo de verdad en algo que llamo "llegará el día". Y llegará algún día. Probablemente no llegará, porque siempre nos lo han destruido, desde hace tantos miles de años siempre nos lo han destruido. No llegará pero sin embargo creo en ello. Porque si ya no  pudiera creer más, tampoco podría escribir más.


Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

viernes, 8 de marzo de 2019

TALLER ALGUNOS DE LOS TEXTOS LEÍDOS EL JUEVES 7 DE MARZO


Mirta Pérez, Carolina Cortazzo, Adriana Romano, Marcelo Steblak,
Romina Torchio y José María Pallaoro
  
   AYER EN TALLER LEÍMOS POEMAS DE GRANDES POETAS ARGENTINAS y, como siempre, hablamos  de poesía y literatura, que es hablar, me parece, es una intuición, de todos los temas. Comparto parte de lo leído.

AZUCENA SALPETER
   UNO NO SABE NUNCA POR QUÉ ESCRIBE (Fragmento)

Uno no sabe nunca por qué escribe. Se sienta al borde de los mundos como escuchándose más lejos. Dibuja palotes, cuerdas. Los nudos no llegan al cielo pero forman una red cada vez más extensa como las rayitas de tu mano o cartas de gorrión en países de tranvías.


CONCEPCIÓN BERTONE
   INVIERNO

La mujer de la bata gastada
barre las hojas de la vereda
ajena a la mirada que la desnuda. Barre
una llamarada de hojas de fresno
y enciende un fósforo
para que el fuego
la apague.


DIANA BELLESSI
   HE CONSTRUÍDO UN JARDÍN…

   He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

   Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.

   Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here
amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.


MARÍA DEL CARMEN COLOMBO
   TO SEE I
       al compás de ese blues la mujer
se desnuda
        le sale de la voz un viejo armiño
turbio
          y deshuesado
                              el sol de algún zapato
            brilla
                       como seno de lava
revolverá la noche con un pubis violáceo
frente al pezón opaco de su espejo

   TO SEE II
del espejo
              a su cuerpo
los ojos caen como frutos
                                      dormidos
en su cuna de sangre no verán
dónde arroja la piedra
   en qué tiempo penetra su imagen
         o quién
                     (por favor quién)
la llama desde un pozo


MARÍA ROSA LOJO
   BELLEZAS

   La belleza es una rosa pálida que alguien te ha obligado a morder. Separas los pétalos rotos, uno a uno, y los arrojas a esa sopa de letras que toman todos los niños obedientes. Hay una forma, un pájaro detrás de la ventana, un alado alud. Sin vacilación, rompes el vidrio con una furia blanca y lo abrazas a través de la sangre. Tienes miedo de mirarlo y cuando abres los ojos no lo ves. Pero las alas crecen en tu mano y se confunden con tu propio cuerpo. Ya no tienes rostro en los espejos. Alguien te ha hecho de belleza Otra, clandestina y terrible.


MIRTHA DEFILPO
   NATURALEZA MUERTA

Texto original para un segundo
el presente
sobresalta poco a poco.
Rehabilita signarse por el antes?
Entrever que los ayeres son ubicuos?
Tan escaso de estar
no veo el día:
saludo al insepulto continente
a toda su ambición
guijarro, polvo.
Transcribiendo a lo largo del disturbio
la erosión común de aducir algo.
Desde el comienzo lo he pensado todo.


ESTELA FIGUEROA
   NATURALEZA MUERTA

Tomates rojos
con una hendidura negra.
Limones amarillos
con pezones verdes.
Zanahorias erectas
papas ovales
bananas que yacen arqueadas.

Sexo sobre la mesa
donde amaso el pan.


MÓNICA TRACEY
   LA LENGUA DEL CUERPO

Perderse en el otro
es perderse
soltar la flecha
el arco el cuerpo
tensa
desaparece
ya no está
sino en la flecha
que desaparece
así el amor
abandona la mirada
en otros cuerpos
las manos en otro cuerpo
la dulce miel de los labios.





Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-