2020 Abierta la inscripción a los talleres de City Bell y La Plata |
"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"
martes, 17 de diciembre de 2019
viernes, 18 de octubre de 2019
GIORGIO AGAMBEN Sancho Panza entra en un cine
TALLER GIORGIO AGAMBEN
(Roma,
Italia, 1942)
LOS
SEIS MINUTOS MÁS BELLOS
DE
LA HISTORIA DEL CINE
Sancho
Panza entra en un cine de una ciudad de provincia. Viene buscando a Don Quijote
y lo encuentra: está sentado aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está
casi llena, la galería -que es una especie de gallinero- está completamente
ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles de alcanzar a
Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la platea, junto a una niña
(¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección está empezada, es una
película de época, sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto
aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se pone de pie,
desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos empiezan a
lacerar la tela. Sobre la pantalla todavía aparecen la mujer y los caballeros,
pero el rasgón negro abierto por la espada de Don Quijote se extiende cada vez
más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no queda
casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la sostenía. El público
indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar
fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.
¿Qué
debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de
tener que destruir, falsificar (este es, quizás, el sentido del cine de Orson
Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando
muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio de
su verdad, entender que Dulcinea -a quien hemos salvado- no puede amarnos.
En Profanaciones
Traducción de Flavia Costa y
Edgardo Castro, Adriana Hidalgo editora, 2005
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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4 Narrativa otras orillas,
Giorgio Agamben
jueves, 10 de octubre de 2019
PETER HANDKE Cuando el niño era niño
TALLER PETER HANDKE
(Griffen,
Austria, 6 de diciembre de 1942)
LAS ALAS DEL
DESEO
(Der
Himmel über Berlin)
Cuando
el niño era niño
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente
y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño
no sabía que era niño
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué no allí?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo, oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad son los malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que yo soy,
no fuera antes de devenir; y que un día yo,
el que yo soy, no seré más ese que soy?
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente
y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño
no sabía que era niño
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué no allí?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo, oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad son los malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que yo soy,
no fuera antes de devenir; y que un día yo,
el que yo soy, no seré más ese que soy?
…
Cuando
el niño era niño
no podía pasar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor saltado.
Ahora se lo come todo
y no porque lo obliguen.
Cuando el niño era niño
despertó una vez en una cama extraña
y ahora, una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora sólo con suerte.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora esta idea lo estremece.
Cuando el niño era niño
jugaba con entusiasmo,
y ahora se mete en sus cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.
no podía pasar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor saltado.
Ahora se lo come todo
y no porque lo obliguen.
Cuando el niño era niño
despertó una vez en una cama extraña
y ahora, una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora sólo con suerte.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora esta idea lo estremece.
Cuando el niño era niño
jugaba con entusiasmo,
y ahora se mete en sus cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.
Los textos forman parte de
estudio en ejercicios de taller.-
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3 Poesía otras orillas,
Peter Handke
sábado, 28 de septiembre de 2019
ANDRÉS RIVERA Un tumor me pudre la lengua
TALLER ANDRÉS RIVERA
(Marcos
Ribak, Buenos Aires, 12 de diciembre de 1928
–
Córdoba, 23 de diciembre de 2916)
LA REVOLUCIÓN
ES UN SUEÑO ETERNO
CUADERNO 1
I
Escribo: un tumor me pudre la lengua.
Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa lentitud de un verdugo de
pesadilla.
¿Yo escribí eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar la lluvia, el
invierno, la noche? Escribí: mi lengua se pudre. ¿Yo escribí eso, hoy, un día
de junio, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche?
Y
ahora escribo: me llamaron –¿importa cuándo?– el orador de la Revolución.
Escribo: una risa larga y trastornada se enrosca en el vientre de quien fue
llamado el orador de la Revolución. Escribo: mi boca no ríe. La podredumbre
prohíbe, a mi boca, la risa.
Yo, Juan José Castelli, que
escribí que un tumor me pudre la lengua, ¿sé, todavía, que una risa larga y
trastornada cruje en mi vientre, que hoy es la noche de un día de junio, y que
llueve, y que el invierno llega a las puertas de una ciudad que exterminó la
utopía pero no su memoria?
III
Yo, ¿quién soy?
Yo, que me pregunto quién soy,
miro mi mano, esta mano, y la pluma que sostiene esta mano, y la letra apretada
y aún firme que traza, con la pluma, esta mano, en las hojas de un cuaderno de
tapas rojas.
Miro la mesa en la que apoyé el
cuaderno de tapas rojas, y miro, en la mesa, un tintero con base de piedra, y
la vela, gruesa, que alumbra el cuaderno, la mesa y, creo, mi frente, mi boca y
la mano que escribe. Y una silla vacía, del otro lado de la mesa, entre la vela
y yo.
¿Qué soy? ¿Un actor que levanta sus ojos de un cuaderno de tapas rojas, y mira
la transparente penumbra de una habitación sin ventanas, de techo alto, y que
sugiere, desde ese escenario, al público que lo contempla, que el invierno
llegó a la ciudad? (A la izquierda del escenario, un catre de soldado. A los
pies del catre de soldado –para que yo no olvide, sea yo quien sea–, una manta
color humo, limpia, doblada con prolijidad. En la cabecera del catre de
soldado, enrollada, una capa azul, que huele a bosta y sangre. Entre la manta y
la capa, un tablero de ajedrez: las treinta y dos piezas del juego son de
peltre. El rey blanco y el rey negro parecen muy altos ÿ muy encorvados, como
si hubieran cargado un mundo sobre sus espaldas. Tienen cara, supongo, porque
están encapuchados.)
¿Soy un actor que, mudo, mira,
desde el escenario, al público que lo contempla, y se ríe? (Sea quien sea el
que está en el escenario, no habla. Se ríe sin abrir la boca, sin mover la
lengua, y la risa que le sacude el vientre suena como un cajón que se cierra).
¿De qué ríe el que está en el escenario, sea quien sea el que está en el
escenario?
¿Soy un actor que escribe que
se ríe de él y de las vidas que vivió: que se ríe de la historia –un escenario
tan irreal como el que él, ahora, ocupa– y de los hombres que lo cruzan, de los
papeles que encarnan y de los que renuncian a encarnar? ¿De las marionetas que
proliferan tenaces en el escenario de la historia, y que mastican ceniza? (Se
ríe, sea quien sea el que se ríe, sin abrir la boca, sin mover la lengua, y la
risa suena en su vientre como un cajón que se cierra: acaba de escribir
marionetas, acaba de escribir, por segunda vez, escenario, y marionetas y
escenario proponen una metáfora ultrajada por el uso y la trivialidad.)
¿Soy el público que contempla a
un actor mudo, y que le devuelve, con las simetrías implacables de un espejo,
sus representaciones; y que, sin embargo, a veces celebra la risa de viejo ventrílocuo
que le emerge –espasmódica, sigilosa y fría– del centro del cuerpo?
Yo, ¿quién soy?
IV
Angela, por favor, deme
zapallo. Puedo masticar zapallo. ¿Lee lo que escribí? Acerque la vela. ¿Lee?
¿Sí? Zapallo, Angela. Y una empanada. Y vino. Un vaso de vino.
VIII
Ríase, ríase, Angela. Así se
reía su madre cuando la conocí. ¿Castelli le parece un viejito ensopando la
galleta en el té con leche? Ese mozo, el doctor Cufré, dice que tengo el vigor
y el pulso de un muchacho de veinte años.
Ángela, ¿qué haría Castelli sin usted?
XI
Castelli,
¿Qué soñaste?, le preguntó, anoche, María Rosa.
Castelli, boca arriba en la
cama, abrió los ojos a la oscuridad del dormitorio, y llevó su mano, la que no
escribe, hasta la entrepierna desnuda de María Rosa: La sintió húmeda y tibia.
¿Soñé?,
preguntó Castelli, la mano que no escribe, húmeda y tibia, en el vientre
desnudo de María Rosa, allí donde, para las yemas de los dedos, para la piel de
la palma de la mano, todo era sumiso y previsto.
Hablaste. Hablaste mucho. María
Rosa sonrió en la oscuridad.
Castelli pasó su lengua,
herida, por la boca que habló:
¿Soñé? ¿Es verdad que hablé mucho?
Soñaste. Y hablaste mucho. Le
recé a Santa Rita, Castelli, para que te cure. Y para que seas sólo mío,
suspiró María Rosa.
Castelli, sobre ella, que se
hundía en ella, se pasó la lengua, herida, por los labios.
¿Es verdad que soñé y que, en
el sueño, hablé?
Hablaste, Castelli, hablaste,
dijo, húmeda, la boca de María Rosa. Y te vas a curar.
¿Me voy a curar? La boca de
Castelli besó los ojos de la mujer que, debajo de él, se movía, húmeda, cálida,
sumisa, previsible, insaciable.
Te vas a curar, y a ser sólo
mío, como ahora, dijo María Rosa, la voz pastosa, repentinamente inmóvil debajo
de él.
¿Me voy a curar? La lengua le
ardió, a Castelli, en la boca que olía a putrefacción.
Le hice una promesa a Santa
Rita, dijo María Rosa, que se reía como se reía cuando terminaban de copular.
Castelli la abrazó, y ella,
dormida casi, su lengua, ensalivada y quieta en la boca de él, murmuró, con la
placidez irreductible de la hembra satisfecha:
Santa Rita es la patrona de los
imposibles.
XII
¿Qué nos faltó para que la
utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía? ¿Por qué, con la
suficiencia pedante de los conversos, muchos de los que estuvieron de nuestro
lado, en los días de mayo, traicionan la utopía? ¿Escribo de causas o escribo
de efectos? ¿Escribo de efectos y no describo las causas? ¿Escribo de causas y
no describo los efectos?
Escribo la historia de una
carencia, no la carencia de una historia.
XXI
¿Quién escribe las preguntas
que escribe esta mano? ¿El orador de la Revolución? ¿El representante de la
Primera Junta en el ejército del Alto Perú? ¿El lengua cortada? ¿Quién de ellos
dicta estos signos? ¿Acaso alguien que no es ninguno de ellos?
XXV
Angela miró el cuaderno
abierto, miró las dos últimas páginas escritas del cuaderno, y puso sus manos
en la mía, en la que sostenía, todavía, la pluma. Acercó sus labios a mi
frente, y dijo que yo tenía fiebre. Dijo que iba a buscar al doctor Cufré. La
retuve unos segundos, di vuelta las dos últimas páginas escritas del cuaderno,
y en la página en blanco que seguía a las dos últimas páginas escritas del
cuaderno, escribí tres palabras.
Ella leyó las tres palabras que
mi mano escribió, y besó la mano que escribió: Angela, llámeme Castelli.
CUADERNO II
XII
Entre tantas preguntas sin responder,
una será respondida: ¿Qué revolución compensará las penas de los hombres?
Los textos forman parte de
estudio en ejercicios de taller.-
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2 Narrativa argentina,
Andrés Rivera
miércoles, 25 de septiembre de 2019
ABEL ROBINO Si la carroña atrae las moscas
ABEL
ROBINO (1952)
ACERCA
DE GUY BOURDIN
(París,
Francia, 2 de diciembre de 1928 - 29 de marzo de 1991).
Si la carroña atrae las moscas ¿por qué no darle a
la belleza la misma posibilidad?
Y mandó a juntar moscas y mariposas muertas para
pegarlos a sus modelos.
El inquietante Guy zangoloteo esos esqueletos
gráciles de chicas que exhiben ropa, maniquíes hasta entonces percheros con
vida.
Fue él quien cacheteó la época devolviéndoles sangre y transpiración en sus
poses, provocándolas con asesorías, música y penumbras. Vascular hacia lo
distinto, era donde apuntaba.
¿Cuánto pero cuánto le deben hoy las pasarelas a este innovador?
Sutil copiador de momentos
arrojadas a una pornografía suave de papel ilustración, princesas vienesas con
aberturas de piernas exageradas más gesticulaciones forzadas, pilas de piernas
con medias como en una inmensa ikebana de nilón calado.
Vestía sus chicas y, el
feminismo perdone la machirulada, con un cuidado de bodas de los pies a la
cofia y tomaba solo la foto de una mano enguantada, sin duda la totalidad hace
a la parcialidad sin lugar a duda.
Gordito malicioso, mirada
rozando la ironía, niñato provocador de los que hacen bromas pesadas pero
sutiles y que se deja descubrir por la sonrisa.
Guy Bourdin, fotógrafo de moda
incorregible rechazó exposiciones, memorias sobre su obra, retrospectivas y
cuánto honor franchute anduviese suelto y en este país donde siempre se admiró
las noblezas (bajas), títulos, premios y cuánta otra distinción imite el
reflejo de algo que ellos mismos le rebanaron la cabeza.
Guy Bourdin disimuló su vida en una
de las revistas más prestigiosas de moda, Vogue (mira qué lugar para que no lo
descubriesen), donde todos plantan el ojo a ver si crecen sueños.
Revolvió el color, pintó mares y
en épocas donde el fotoshop no existía.
Pero fue, también, vendedor en
sus comienzos en las grandes tiendas, en el sector artículos funerarios, al
lado justo donde estaba el sector fotos.
De allí su curiosidad, allí
comienza a interesarse por lo que el llamará el accidente:
“Una fotografía es ante todo un accidente.”
Quiso ser pintor y el cuero le dio
para unas poquitas Expo de muchacho, al fin se rindió a la foto de moda
publicitaria e hizo su imperio pop, Hitchcockianí. Apiló piernas, tiró por la
borda gente en cuclillas, bueno eso es lo que parece, lamió tacos y puso flores
en el pubis juvenil de una Venus con porta ligas y lunar.
Si, sin duda lo mató la misma casa
Vogue que lo echó por ringard (traducción,
algo así como ¿cursi?). Me cuestan
estas palabras, poquitísimas, como la nota de Le Monde cuando murió, páginas
últimas. Abandonado por ese mundo, ¿por qué no culparlos de sus dolores
estomacales véase cáncer fulminante.
¿De tristeza también mueren los rebeldes?
Vaya uno a saber…
Un puntazo al ego no lo banca
cualquiera aún rodeado de bellezas toda una vida.
Los textos forman parte de estudio en ejercicios de
taller.-
martes, 16 de julio de 2019
jueves, 6 de junio de 2019
Carolina Campoamor, un cuento
TALLER CAROLINA
CAMPOAMOR
(La Plata, 1960)
LA
CARPA DE ARACONTES
Ella ya había visto el demonio en mí.
Cuando me conoció tuvo un sueño en el que yo me aparecía en su casa atravesando
las paredes con descarada impunidad, mostrándome con mi verdadera imagen roja
de fuego y azufre.
Fue una visión tan aterradora y
espeluznante, que al día siguiente fue muy perturbada a consultarle la
situación al Pastor, ya que ella había imaginado ser mi amiga y ahora surgía la
duda siniestra acerca de mi verdadera identidad.
En nuestras jerarquías consideramos que
no hay nada más maléfico y aberrante que la ignorancia. Es bien conocido el
refrán que dice que más sabemos por viejos que por diablos, ya que la eternidad
nos ha concedido una sabiduría exquisita y una experiencia gloriosa.
Sin embargo ella insistió en querer
rescatarme de las llamas del inframundo y todavía pensaba que yo podía ser una
buena compañía de mate y galletitas. Conocía la Biblia a la perfección y citaba
versículos que interpretaba de manera dogmática y absoluta y que le permitían
fundamentar su visión del mundo y de las categorías del bien y del mal. Pero
como yo soy una herejía caminando siempre cuestionaba su hermenéutica por
encontrarla ilógica e inconsistente. Esto no hizo más que profundizar su
desconfianza y recelo hacia mí y entonces decidió que había que practicarme
algo así como un exorcismo que me impidiera seguir blasfemando. Había que
extirpar de raíz tanto demonio putrefacto acumulado en mi interior, vaciar esta
alma contaminada y pecaminosa y por fin reprogramarme para ser una fiel
discípula suya en el camino de la fe.
Así fui llevada a otra Iglesia más
combativa y guerrera, diríamos que fui derivada, ya que mi maldad crepitaba
acorralándolos en los límites de la ignominia. Fue un trámite express en el que me sacaron unos
cuantos espíritus inmundos entre los que figuraron: el pensamiento crítico y el
relativismo, el cuestionamiento y la disidencia, la libertad de expresión entre
otros, todos ellos, por supuesto muy bien escondidos y camuflados detrás de la
desobediencia, la falta de fe, la soberbia , el orgullo y la arrogancia.
También lucharon con gritos estruendosos contra
todos aquellos otros espíritus que atentaran con su magnífica y bien
aceitada estructura de poder. Ella pensó que ahora seguramente todo se
encaminaría y finalmente podrían sumergirme en las aguas de la purificación. En
realidad no fue así porque yo dejé lentamente de concurrir a todos los oficios.
Una noche oscura y sin estrellas, fría
como la desesperanza, me presenté ante ella en la carpa de Aracontes, famoso
pastor y taumaturgo de reconocidos poderes sanadores, y la desafié diciéndole que no iba a acatar sus
reglas e imposiciones. Mi naturaleza era la de tentar a la humanidad de todas
la formas posibles y de ninguna manera iba a conseguir que yo abandonara
hábitos tan arraigados desde tiempos remotos. Se puso furibunda ahora que mi
causa estaba perdida y me amenazó advirtiéndome que si no obedecía, iba a
ocurrirme lo mismo que a María de Magdala, la famosa prostituta de los Evangelios
que después de haber sido exorcizada, su casa, es decir su alma, había sido
repoblada ya no por simples espíritus inmundos sino por verdaderas huestes del
mal, reinos, potestades, principados… jerarquías maléficas que claman en los
abismos de la eternidad.
Fue entonces, al escuchar el resonar y
la cadencia de esas maravillosas categorías celestes tan injustamente
devaluadas después de la Caída y sintiéndome una vez más poderosa en mi excelso
dominio del mundo le dije: “Vos me estás extorsionando…”.
Y pensé que volveríamos, yo y todas mis
legiones, a visitarla algún día, a recordarle que no se debe tentar al diablo,
y mucho menos buscando recursos en el miedo. Sería una visita de tarde, justo a
la hora del mate. No necesitaba cerrar la casa con llave porque ella bien
conocía mi capacidad de bilocación y que podía poner la pava en el fuego a una
temperatura más bien alta, casi infernal.
Carolina Campoamor
Integrante Taller Mundo
despierto de José María Pallaoro
Foto: Archivo de La Talita
Dorada
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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2 Narrativa argentina,
z Carolina Campoamor
jueves, 30 de mayo de 2019
AZUCENA SALPETER No sé por qué siempre espero a alguien
Azucena Salpeter. Lorna, pintura de pared 90 x 89 cm |
TALLER AZUCENA
SALPETER
(Formosa,
1942. Reside en Tolosa)
LA PRÓXIMA VEZ LO HAREMOS MEJOR
Encendió los bordes
caminó en el aire
yo, claro, tan terrenal
como cualquiera que escribe sobre lo escrito
le convido chocolate debajo de las escaleras
me calzó los guantes
que tejió a propósito
la primera vez
cuando huimos de la eternidad
no sé tu nombre
cómo hiciste para encontrarme
con la pollera atada al cuello
cómo te sostenés
velloncito
caminás en el aire
saludable y victoriosa
como un salmo
yo me pierdo
no sé por qué siempre espero a alguien
y ese alguien también me imagina
nunca leo ángeles inmóviles
me vienen pueblos a los ojos
repican en el sueño
dónde están las redes de pescador
dos para los que salen por un rato
y almuerzan con nosotros
la otra me enlaza a tu cintura
me cubre los ojos
tal vez porque no se puede vivir sin besar
la muerte no se deja ver
la próxima vez lo haremos mejor, querida.
Encendió los bordes
caminó en el aire
yo, claro, tan terrenal
como cualquiera que escribe sobre lo escrito
le convido chocolate debajo de las escaleras
me calzó los guantes
que tejió a propósito
la primera vez
cuando huimos de la eternidad
no sé tu nombre
cómo hiciste para encontrarme
con la pollera atada al cuello
cómo te sostenés
velloncito
caminás en el aire
saludable y victoriosa
como un salmo
yo me pierdo
no sé por qué siempre espero a alguien
y ese alguien también me imagina
nunca leo ángeles inmóviles
me vienen pueblos a los ojos
repican en el sueño
dónde están las redes de pescador
dos para los que salen por un rato
y almuerzan con nosotros
la otra me enlaza a tu cintura
me cubre los ojos
tal vez porque no se puede vivir sin besar
la muerte no se deja ver
la próxima vez lo haremos mejor, querida.
Hoy nos visita en TALLER LA PLATA. Azucena
Salpeter nació en Formosa el 9 de noviembre de 1942. Desde 1957 reside en
La Plata. Es médica, poeta, narradora y pintora. Publicó: El pescador de sombras (poesía,
1979, sello de honor de la SADE), Y
el cielo sonrió (poesía, 1989), Las puertas del cielo (poesía, 1996, premio bienal profesor
Dr. Pedro Laín Entralgo) y La mitad
del cielo (novela, 1998, premio Mercosur).
Los textos forman parte de
estudio en ejercicios de taller.-
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1 Poesía argentina,
Azucena Salpeter
lunes, 27 de mayo de 2019
ALBERTO SZPUNBERG El poema vuelve a ser un juego inocente
TALLER ALBERTO SZPUNBERG
(Buenos
Aires, 1940)
POEMA III
"Como
si te dijera", o sea, todo esto es un decir, también este poema.
Por
ejemplo: esta mañana pude descubrir en el perfil de la montaña un gesto que es
tuyo, sobre todo cuando observo tu rostro contra el cielo, y ambos tan
inasibles.
Pero
no pensaba en ti, sino en la montaña, allá arriba donde el cielo también es
inasible,
allá
en lo alto de esa ola que no deja de avanzar en su tiempo, el mismo que empuja
en el fondo de todos nuestros días.
Pero
detenida para nosotros en el horizonte, podemos encontrar nuestro camino en
relación con ella, su soledad,
o sea,
con tu gesto que tampoco deja de empujar y empujar en el fondo de todos mis
días, mis mañanas, mis silencios.
Como
si te dijera: no pensando en ti sino en la montaña pude pensar que te
encontraré y
hablaremos,
hablaremos,
aun
sabiendo que tu voz me distrae de todo lo que dices.
Como
si te dijera: entre palabra y palabra, el poema vuelve a ser un juego inocente.
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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1 Poesía argentina,
Alberto Szpunberg
martes, 7 de mayo de 2019
EVITA Ha llegado la hora de la mujer
EVA DUARTE de
PERÓN
HA LLEGADO LA
HORA DE LA MUJER…
Ha llegado la hora de la mujer que
comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y
numérico dentro de la sociedad.
Ha llegado la hora de la mujer que piensa,
juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e
impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que
es, en definitiva, el destino de su hogar.
Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima.
Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la más precaria tangencia con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna.
Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima.
Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la más precaria tangencia con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna.
12 de marzo de 1947
Eva María Duarte (Junín o área
rural del Partido de General Viamonte, 7 de mayo de 1919 - Buenos Aires, 26
de julio de 1952)
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
viernes, 12 de abril de 2019
GRACIELA ABAL ¿Y si fuera verdad que Dios existe?
Graciela Abal |
Hermeto, Carolina, JM, Bechara, Laura, Justine y Graciela |
DIOS
¿Y
si fuera verdad que Dios existe?
¿Y
si me perdiera de algo trascendente y vital
por
tener esta bendita cabeza sobre mis hombros?
¿Me
perdería realmente el poder de su palabra divina?
“Las
divinas palabras no existen” le dijo él desinteresadamente
como
quien no le diera importancia
al
extraño y pequeño comentario.
No
habló más. Todo se diluyó
en
el aire de la tarde vacía.
Graciela lee, Hermeto y Mechi escuchan concentrados |
NO ES
Si la
angustia
ésta
que siento
fuera
evanescente
pesaría
lo que un colibrí
Pero
no
tiene
peso
tanto
que cae
la
escucho latir
moverse
debajo de la piel
acomodarse
Es una
lástima que no sea evanescente
SUS ANTEOJOS
Quedaron
sobre la pequeña mesa de madera
Inertes
Opacos
Vacíos
Olvidando
el reflejo de esa mirada que ya no está del otro lado
Olvidando
esos ojos que detrás fueron su razón
¿Alguien
los encontrará?
Otros
seguro
No
sabrán
no
podrán
con
ese objeto inerte
vacío
y opaco
que
quedó olvidado
sobre
la pequeña
mesa
de
madera
09 2014
Graciela, Mux, Hermeto, Justine, JM, Carolina y Laura |
Leo literatura
por necesidad. Busco respuestas, salidas, miradas que expliquen, que muestren
otros mundos, otras vidas. Así desde que aprendí a leer. Desde Alicia en el país de las maravillas a Rayuela.
Nunca pensé en
la literatura como otro diferente a mí, pero interpretando y jugando con esto
me animo a decir que es la relación más larga, intensa y posesiva que tuve
nunca. Escribir esto ya me hizo recordar porque también aprendí a leer.
Me gusta mucho
la narrativa porque me lleva a recorrer, a caminar y entrar en lugares, en
historias, a imaginar personas, sensibilidades, deseos. Eso me da placer.
Con la poesía,
no sé, por su forma, su intensidad, por esa manera de hacerme sentir rara, por
todo eso, la siento imponente, avasallante, certera y peligrosa. Como si leer
poesía ya me pusiera en jaque, interpelada por esas palabras ordenadas,
precisas que me interrogan. No sé, una sensación. Desde José Sebastián Tallón
en la infancia con su “Canción de las preguntas”; o con los versos de Lorca que me leía mi
abuela en la Casada Infiel, o “Silencio de cal y mirto” (si ahora sin más
parece que la escucho) hasta con Circe Maia en implacables palabras “De tanto
imaginar conversaciones…” ¿Quién puede no sentirse tocado cuando un poema
comienza así?
En cuanto al
taller, me interesa despertarme un poco, imaginar y aprender a escribir lo que
me sale perfecto con las palabras pensadas, condensar pensamientos intensos.
Decir, encontrar esa palabra que signifique un conjunto de otras que no se ven
pero se sienten. Esta sería mi primera vez con la poesía.
Últimos
cinco libros leídos: El aliento del Cielo (Carson McCullers);
Cuentos Completos (Flannery O Connor);
Obra poética (Circe Maia); La hora de la estrella (Clarice
Lispector);Campo
de Sangre
(Dulce María Cardoso); Nueve Noches (Bernardo
Carvahlo).
Todos me
gustaron muchísimo, pero vibré con Lispector. Dominante, frontal, frágil y
terriblemente intensa su narrativa. La introspección, esa descripción tan
exacta de sentimientos tan complejos que se activan y florecen con situaciones
tan simples como comenzar a dar clases o tomar un café con alguien. Me
conmueve.
Los libros que
leí alguna vez y no me gustan para nada:
Diario de un mal año (J. M. Coetzee);
“El niño proletario” (Osvaldo Lamborghini). Alberto Laiseca en cualquiera de
sus formas. Intenté varios y no me gusta nada, nada.
GA, 06 2014
Fotos: de la talita dorada
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z Poesía y Narrativa de Taller
sábado, 9 de marzo de 2019
INGEBORG BACHMANN Por qué tengo una idea o imaginación de un país utópico
TALLER
INGEBORG BACHMANN
(Klagenfurt,
Austria, 1926 - Roma, Italia, 1973)
LLEGARÁ
EL DÍA
Me han preguntado a veces por qué tengo una
idea o imaginación de un país utópico, un mundo utópico, en el que todo se
arreglará, en el que todos serán buenos. (...) Yo no creo en este materialismo,
en esta sociedad de consumo, en este capitalismo, en esta monstruosidad, que
pasa aquí; en este enriquecerse de la gente que no tiene ningún derecho a
enriquecerse a costa nuestra. Yo creo de verdad en algo que llamo "llegará
el día". Y llegará algún día. Probablemente no llegará, porque siempre nos
lo han destruido, desde hace tantos miles de años siempre nos lo han destruido.
No llegará pero sin embargo creo en ello. Porque si ya no pudiera creer
más, tampoco podría escribir más.
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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0 Poéticas,
Ingeborg Bachmann
viernes, 8 de marzo de 2019
TALLER ALGUNOS DE LOS TEXTOS LEÍDOS EL JUEVES 7 DE MARZO
Mirta Pérez, Carolina Cortazzo, Adriana Romano, Marcelo Steblak, Romina Torchio y José María Pallaoro |
AYER EN TALLER LEÍMOS POEMAS DE GRANDES POETAS
ARGENTINAS y, como siempre, hablamos de
poesía y literatura, que es hablar, me parece, es una intuición, de todos los
temas. Comparto parte de lo leído.
AZUCENA SALPETER
UNO NO SABE NUNCA POR QUÉ ESCRIBE (Fragmento)
Uno
no sabe nunca por qué escribe. Se sienta al borde de los mundos como escuchándose
más lejos. Dibuja palotes, cuerdas. Los nudos no llegan al cielo pero forman
una red cada vez más extensa como las rayitas de tu mano o cartas de gorrión en
países de tranvías.
CONCEPCIÓN
BERTONE
INVIERNO
La
mujer de la bata gastada
barre las hojas de la vereda
ajena a la mirada que la desnuda. Barre
una llamarada de hojas de fresno
y enciende un fósforo
para que el fuego
barre las hojas de la vereda
ajena a la mirada que la desnuda. Barre
una llamarada de hojas de fresno
y enciende un fósforo
para que el fuego
la
apague.
DIANA BELLESSI
HE CONSTRUÍDO UN JARDÍN…
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
MARÍA DEL CARMEN
COLOMBO
TO SEE I
al compás de ese blues la mujer
se desnuda
le sale de la voz un viejo armiño
turbio
y deshuesado
el sol de algún zapato
brilla
como seno de lava
revolverá la noche con un pubis violáceo
frente al pezón opaco de su espejo
se desnuda
le sale de la voz un viejo armiño
turbio
y deshuesado
el sol de algún zapato
brilla
como seno de lava
revolverá la noche con un pubis violáceo
frente al pezón opaco de su espejo
TO SEE II
del
espejo
a su cuerpo
los ojos caen como frutos
dormidos
en su cuna de sangre no verán
dónde arroja la piedra
en qué tiempo penetra su imagen
o quién
(por favor quién)
la llama desde un pozo
a su cuerpo
los ojos caen como frutos
dormidos
en su cuna de sangre no verán
dónde arroja la piedra
en qué tiempo penetra su imagen
o quién
(por favor quién)
la llama desde un pozo
MARÍA ROSA LOJO
BELLEZAS
La belleza es una rosa pálida que alguien te
ha obligado a morder. Separas los pétalos rotos, uno a uno, y los arrojas a esa
sopa de letras que toman todos los niños obedientes. Hay una forma, un pájaro
detrás de la ventana, un alado alud. Sin vacilación, rompes el vidrio con una
furia blanca y lo abrazas a través de la sangre. Tienes miedo de mirarlo y
cuando abres los ojos no lo ves. Pero las alas crecen en tu mano y se confunden
con tu propio cuerpo. Ya no tienes rostro en los espejos. Alguien te ha hecho
de belleza Otra, clandestina y terrible.
MIRTHA DEFILPO
NATURALEZA MUERTA
Texto
original para un segundo
el presente
sobresalta poco a poco.
Rehabilita signarse por el antes?
Entrever que los ayeres son ubicuos?
Tan escaso de estar
no veo el día:
saludo al insepulto continente
a toda su ambición
guijarro, polvo.
Transcribiendo a lo largo del disturbio
la erosión común de aducir algo.
Desde el comienzo lo he pensado todo.
el presente
sobresalta poco a poco.
Rehabilita signarse por el antes?
Entrever que los ayeres son ubicuos?
Tan escaso de estar
no veo el día:
saludo al insepulto continente
a toda su ambición
guijarro, polvo.
Transcribiendo a lo largo del disturbio
la erosión común de aducir algo.
Desde el comienzo lo he pensado todo.
ESTELA FIGUEROA
NATURALEZA MUERTA
Tomates rojos
con una hendidura negra.
Limones amarillos
con pezones verdes.
Zanahorias erectas
papas ovales
bananas que yacen arqueadas.
Sexo sobre la mesa
donde amaso el pan.
Tomates rojos
con una hendidura negra.
Limones amarillos
con pezones verdes.
Zanahorias erectas
papas ovales
bananas que yacen arqueadas.
Sexo sobre la mesa
donde amaso el pan.
MÓNICA TRACEY
LA LENGUA DEL CUERPO
Perderse
en el otro
es
perderse
soltar
la flecha
el
arco el cuerpo
tensa
desaparece
ya
no está
sino
en la flecha
que
desaparece
así
el amor
abandona la
mirada
en
otros cuerpos
las
manos en otro cuerpo
la
dulce miel de los labios.
Los
textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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