EL BUITRE
Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía su obra. Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
–Estoy indefenso –le dije–, vino y empezó a picotearme, yo le quise espantar y hasta pensé retorcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
–No se deje atormentar –dijo el señor–, un tiro y el buitre se acabó.
–¿Le parece? –pregunté–, ¿quiere encargarse usted del asunto?
–Encantado –dijo el señor–; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿puede usted esperar media hora más?
–No sé –le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí–: por favor, pruebe de todos modos.
–Bueno –dijo el señor–, voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.
En El buitre, Ediciones Librería La Ciudad, Buenos Aires, 1979. Traducción: JLB.
Franz Kafka (Praga –hoy República Checa-, Imperio austrohúngaro, 3 de julio de 1883 - Kierling, Austria, 3 de junio de 1924). Escribe en alemán. / Foto: jmp
Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
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