"Y recordá / la vida / no es más que estos pedazos de nosotros / compartidos con los demás"

viernes, 24 de octubre de 2014

Néstor Mux, acerca de Disculpas del irascible


Por Graciela Abal *

     ¿Por qué un escritor deja de escribir? ¿Por qué un poeta  vuelve, casi por azar, a hacerlo? Estas son algunas preguntas que, inevitablemente, el lector piensa cuando recorre las páginas de Disculpas del irascible. En esta antología, breve, planteada inteligentemente por Libros de la Talita Dorada, Mux elige, selecciona y ordena su mundo como serpentina alrededor de la vida, y así nos permite a lectores ansiosos fotografiar sus textos como instantáneas. Es justamente ahí donde vemos al hombre y su circunstancia entrelazando  poesías cotidianas con un mundo de relaciones cercanas y profundas que va construyendo con palabras simples y claras. 
     Su relación con la palabra escrita, esa que parece abandonarlo o abandonarse a un desierto de fonemas sin grafías por alrededor de veinte años, merece que nos detengamos para que surjan otras preguntas. 
     ¿Qué pasa con el poeta en ese antes y después que parece marcar la selección que hoy tenemos en nuestras manos? ¿Por qué el editor resuelve hilvanar algunos textos y dejarnos con ausencias sin explicación?
     Desde ese “pájaro desdichado y luminoso”  que define la poesía en “Imposibilidad de la palabra” (Como quiera que sea, 1978) hasta esa “música imprecisa” que le otorga al autor un aire recobrado y lo hace respirar otra vez en Papeles a consideración, 2004. Se suceden muchas cosas, un largo recorrido de casi treinta años donde hechos, palabras, ausencias se mecen en un aire cremoso que nos deja cautivos.
     Los textos anticipan, traslucen la complejidad y la posibilidad del ser ante la circunstancia, las elecciones, las diatribas, los dilemas.
     Por suerte, el poeta comparte generosamente su derrotero sensible con nosotros, haciéndonos parte de su cotidiano y mostrándonos que la vida puede ser, muchas veces, un sinnúmero de eternidades, aproximaciones y aciertos como lo dice en el poema “Aprendizaje” (1978)  o bien, un ladrido agónico, atado, sin convicción como lo expresa tan desgarradamente en “Perros atados”, 1982.
“Un cielo negro como el sol de los muertos…”
     Ya en 1986, las cosas parecen dejarse ver de otra manera, En Cosas que nos rodean, Mux recupera la mirada en el aquí y ahora: lo que vemos, lo que tocamos y está casi al tocar nuestras manos: la lámpara, la cama, el cuchillo, objetos que usa  para enhebrar el presente con el pasado, y decirnos que lo que vemos es parte de un entramado grueso, pesado algunas veces pero siempre con historia. Un telar que se construye lentamente a través del tiempo dejando percibir su fragilidad y su modo discontinuo, precipitado a veces, cadencioso otras, y señala, anticipa, juega con su tiempo y con el tiempo natural, el que se percibe si observamos, si nos detenemos a cruzarlos  “… los tiempos del jazmín, se toman su tiempo”. (“El jazmín de la pérgola”).
     El tiempo, entonces, se subjetiviza. Y tanto ayer como cuarenta años después de este hoy, Mux nos ofrece una serie de poesías nuevas, imprevistas, musicales, intensas: Papeles a  consideración (2004), como si todavía no creyera que ese aire inexplicable que faltaba llegó  hoy, ahora, en este momento, después de tanto, sin quererlo como una forma de enseñarle y enseñarnos que
“(…) Y por un rato, sólo por un rato
aquí se está bien con uno
y con el pobre Chopin, un siglo y medio después.” 


* Integrante del taller Mundo despierto.

Acerca de:

Disculpas del irascible, Libros de la talita dorada, 2009.

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