UN DÍA EN EL MUNDO
Por Justine Bevilacqua *
Como todos los jueves, plena de puro
trajín universitario, me preparaba con un poco de euforia para salir hacia el
encuentro. Ese mismo instante, el de todas las semanas, mi momento íntimo en
donde se produce uno de los más grandes alimentos vitales: “el valor y el
significado de la palabra”. En estos encuentros semanales, un grupo de personas
dejan su vestimenta de profesionales, trabajadores, sus obligaciones y
preocupaciones, por un par de horas se ocupan de darle una caricia sutil a
nuestro ser al leer poesía y narrativa en el taller literario de José María
Pallaoro. En ese espacio donde puedo tocar las letras conformadas y una sed
constante de búsqueda que simultáneamente pido a gritos mesurados saciar de
frases, versos y líneas conformadas.
Salí apurada hacia la casa de Carolina,
nos saludamos como viejas amigas y esperamos a Mercedes para irnos a la casa de
Pallaoro, comentándoles mi osadía de compartirles después una bebida espirituosa.
Pensando, entre tanto, voy formulando hipótesis: buscar las causas y efectos de
concurrir al mismo espacio y descubrir mundos diferentes, realidades
diferentes, que entre las idas en auto nos ponemos a filosofar sin diferencias
y podemos sacar punta a los temas más sencillos y complejos de la
cotidianeidad.
Llegamos a destino y me topé con un señor
que me sonaba conocido. ¡Sí! Es Néstor Mux. Aunque ya sabía del encuentro con
el poeta, ese primer lapso fue lo que me impulsó esa reacción de
desconocimiento, el respeto suscitado por la persona que tantos jueves leí.
Nos sentamos todos alrededor de la mesa,
esperando comenzar a escuchar qué tenía para decir, tan admirada por momentos,
llegó sin previo aviso a la mente, ese “nosotros” que tantas veces remarcábamos
en la antología Disculpas del irascible
con lápiz sobre el libro, empezaba más que nunca para mí a tomar forma en la
realidad, en ese aquí y ahora.
Al escuchar sus comienzos, su historia de
vida, cada instante para llegar a dónde estaba, me producía un total acierto a
una búsqueda, esa búsqueda que tanto anhelo a través de eso que llamamos
versos, dándole un ritmo, un sentido y formas inacabadas. Las lecturas de
Laura, Carolina y Graciela movilizaron altas sensaciones palpables, que sólo
pocos conocen en mi exterior, muchas de las cuales no se puede describir más
que en un mundo de “ideas-formas”, como dice Platón. Pero para mí es un honor
al invitado, la vida le dio en este encuentro un premio merecido, que a mi
entender, veo y decodifico, entre líneas al destino esperando alcanzarle a sus
brazos estos instantes de vida. Respetar los silencios de la conversación y la
lectura más propia, esa voz honda, llena de graves, rasposa, me da la valentía
de creer que en otras épocas alguien que no conocí y no conozco en la
actualidad puede llegar a conocer tan firmemente sentidos, caminos de
profundidad, grandes interrogantes de la humanidad y el ser. Solamente el ser y
nosotros.
Esas fotografías instantáneas, hechas en
los hilos conductores de la lectura de Mux en mi memoria, me re-significan sus
momentos cotidianos, como en esas anécdotas de barrio, los parientes
personificados como historias de película, su trabajo en el Hipódromo, pegando
carteles en la calle, la dedicatoria en un mosaico poético a una admiradora que
luego resultaría ser su compañera de vida, todo eso hacen meterme en su
historia como si fuera mía. Paisajes tan alejados para muchos y tan cercanos
para mí. Es simplemente eso, el fuego interior que me precipita a seguir
inventando música, prosa poética, pequeños versos o canciones, a “querer esto y
no sabía”. A recurrir a elementos de la naturaleza: lluvia, sol, tierra,
viento, jazmines, camas, sartenes, fuego, viento, árboles, ropa, botellas, para
ser nosotros en la tierra y el paso por ella escribiéndome como secciones,
determinando mi presente.
Porque más allá de ser parte de ese
nosotros, de disculparme como un irascible, que nadie me pide que escriba y no
apagar mi fuego interior, me quedo con un fragmento que leyó Mux suave pero
fervientemente del poeta Edgar Bayley,
de “El espinillo”:
“Y si no puede ofrecer la sombra ni la
sonrisa ni el abrigo, nos ofrece en cambio una entrada, una amistad en su
mundo, una fiebre distinta y necesaria. Algo más que un nombre: una existencia
al lado de la nuestra.”
* Justine Bevilacqua.
Estudiante de Bellas Artes. Músico.
Poeta.
Integrante del taller Mundo
despierto, 2014.
Acerca de:
El encuentro con Néstor Mux se
concretó el jueves 9 de octubre de 2014 en Mundo despierto, el taller de
lectura y escritura creativa coordinado por José María Pallaoro en el
Espacio-Encuentro La Poesía. Entre las 18hs. hasta cerca de la medianoche
dialogaron con el poeta los integrantes del taller: Laura Ceniceros, Carolina
Cortazzo, Graciela Abal, Hermeto González, Mercedes Do Eyo y Justine
Bevilacqua.
Foto: Mercedes Do Eyo.
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